Adviento y Navidad
Julio César Arreaza B
Cuando celebramos cristianamente la Navidad obtenemos frutos espirituales. Disponemos de cuatro semanas para prepararnos, este tiempo previo a la Navidad se llama Adviento, y pudiéramos representarlo como una noche en vela esperando la salida del sol: el nacimiento del Salvador.
El amor de Dios se hace niño y ofrece a la humanidad la sonrisa de su bendición. Dios incursionó en la historia por medio del nacimiento de su hijo Jesucristo. El Adviento es tiempo de oración y reflexión de la palabra de Dios. Debemos estar alegres porqué El Señor está cerca.
Este tiempo de gracia lo vivimos con un corazón lleno de fe y sinceridad, de humildad y de esperanza, con un amor tierno hacia el niño que ya se acerca. Nos centrarnos en el nacimiento del Salvador y vivimos como agrada a Dios. María es la aurora que anuncia suavemente la subida del sol. La Santísima Virgen María, madre y discípula de Jesús, enseña a esperar confiados en el cumplimiento de las promesas de salvación. María es ejemplo de aceptación de la voluntad de Dios, de poner al Señor en el primer lugar de la vida.
Cuanta gente reconocemos como famosa e importante, pero ninguno le hace sombra a María en la historia, su nombre ha sido el más utilizado por las mujeres de todo el mundo y su figura sigue atrayendo a millones de personas hacia sus santuarios y capillas, donde se le venera de una parte a otra en los confines del mundo. La razón parece sencilla y compleja a la vez, ella hizo del amor una elección de su vida.
Jesucristo nos fue enviado por Dios para humanizar la vida y encauzar la historia hacia su salvación.
Cobremos conciencia que el nacimiento del Niño Jesús borra nuestros pecados y abre el camino a la Gloria del Señor. Con Él no temeremos a ningún mal, nada nos inquieta, nada es imposible para Él. Somos afortunados cuando amamos y no cuando utilizamos a los demás.
Convenzámonos de que hay mayor gozo en dar que en recibir. Abramos el entendimiento para concientizar la grandeza del don que significa el nacimiento de Cristo, de la suerte que hemos tenido al recibir su visita redentora. Saber esto nos sostiene en las dificultades.
Elevamos una oración por toda la humanidad, que el amor la colme con una mayor sensibilidad espiritual. Así estaremos en disposición de escoger siempre lo mejor con miras a llegar limpios de corazón al día de la venida de Cristo Jesús, llenos de los frutos de la justicia que provienen de Él.
Gloria y alabanza a Dios que guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres su camino. Muchas personas tienen su momento para entender estas cosas y aún aquellas que se han burlado, cambian de actitud debido a que el dolor las ha visitado y purificado. La deuda de gratitud con Dios la pagamos haciéndole bien a nuestro prójimo.