Día: 17 de marzo de 2012

Cantaremos. IV Domingo de Cuaresma /B

Nicodemo representa a todo aquel que busca sinceramente encontrarse con el Señor. Jesús le dice que “hay que nacer de nuevo”, y que esto se realiza ” por el agua y el Espíritu Santo”; le enseña que “lo que nace de la carne, carne es”, pero lo que nace del Espíritu, espíritu es”. Nicodemo le pregunta cómo es posible todo esto…..y nosotros entendemos y vivimos la nostalgia, la impotencia y el descorazonamiento producido por esta pregunta…… ¿Cómo podremos salir de nosotros mismos y llegar hasta ÉL?….¿Cómo podremos salir de los límites de nuestra propia razón y experiencia y comprender la verdad de lo que el Señor nos dice?……Según Jesús, la luz que lo puede iluminar todo está en el Crucificado. Su afirmación es atrevida: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna». Tal vez nos hemos acostumbrado a mirar la cruz y no hemos aún contemplado en ella el rostro de Jesús. Nuestra mirada superficial aún no ha descubierto en ese rostro, la luz que podría iluminar nuestra vida en los momentos más duros y difíciles. Desde ese rostro ensombrecido por la muerte, Dios nos está revelando su desmedido amor por nuestra pobre humanidad.

CANTAREMOS:

  • Entrada: El Señor es mi fuerza……………………….80
  • Señor ten piedad -Gloria y honor a Tí, Señor Jesús
  • Ofertorio: Este es el momento…………………….73
    • Santo – Padre nuestro –
    • La paz- Cordero de Dios
  • Comunión: Este es el ayuno……………………….86
    • Como el ciervo…………………………………54
  • Despedida: Dame un nuevo corazón……………..64

18 de Marzo.IV Domingo de Cuaresma /B

Evangelio según San Juan (Jn 3,14-21)

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
–«Asi como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él.
El que cree en él no será condenado; pero el que no cree en él, ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es esta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»