Un Obispo extraordinario
Julio César Arreaza B
@JulioCArreaza
Mons. Sixto Sosa, nacido en El Tinaco, estado Cojedes, un 20 de octubre de 1870, fue el IX Obispo de Guayana y el primer Obispo de Cumaná, y con la Madre Candelaria cofundador de la Congregación de las Hermanas Carmelitas de la Madre Candelaria. Su biografía salió a la luz este promisorio año 2012, escrita magistralmente por el acucioso historiador Padre Ramón Vinke, su lectura constituye una delicia para el espíritu y muy inspiradora.
El biografiado fue un Obispo extraordinario que predicó autorizadamente la Palabra; sus formidables Cartas Pastorales indican una preparación profunda y una conciencia cristiana bien formada, gracias a su hogar católico, la influencia de un tío educador y su propia vocación de estudio, dentro de las limitaciones de una Venezuela rural.
Se desveló por construir una Catedral para su nueva Diócesis de Cumaná, le resultaba indispensable para anunciar el Evangelio. La Catedral es el lugar donde el Obispo tiene su Cátedra, desde la cual educa y hace crecer a su pueblo por la predicación y donde preside las principales celebraciones del año litúrgico y los sacramentos. La Iglesia Catedral es el centro material y espiritual de unidad y comunión para las Parroquias y el pueblo de Dios.
Mons. Sosa trabajó incansablemente en la promoción de las vocaciones sacerdotales. Practicaba la Visita Pastoral en las Parroquias de su Diócesis, describía la Visita como el momento en que el Obispo ejerce más cerca de su pueblo el ministerio de la palabra, la santificación y la guía pastoral, en contacto más directo con las angustias y preocupaciones, las alegrías y las expectativas de la gente, con la posibilidad de motivar a todos a vivir la Esperanza.
Durante la Visita Pastoral se acercaba a los más vulnerables: los pobres, los ancianos y los enfermos, encarnaba el signo de la presencia del Señor que visita a su pueblo en la Paz, realizaba una verdadera acción evangelizadora. Sentía vivamente la dicha de reunirse con los fieles llevándoles la dulce paz del Señor, con las bendiciones que el Espíritu Santo les envía por el misterio de los Obispos. Tenía claro su rol de inspector de una jurisdicción espiritual determinada y en función de ello se enteraba minuciosamente, directamente por sí mismo, de cuanto ocurría en ese ámbito geográfico. Lo hacía como Padre Espiritual de los pueblos que le señaló la Divina Providencia y trataba siempre de estar en contacto con todos sus hijos.
Sixto Sosa ejerció un sacerdocio excelso dispensador de los Misterios Divinos y procuraba que todos sus diocesanos participaran oportunamente de los beneficios inapreciables, que trae la presencia del Obispo a los pueblos. Falleció en Caracas, el 29 de mayo de 1943.