Cantaremos. Solemnidad de Todos los Santos

Las dos lecturas proclaman que nuestro ser cristiano se define por la fidelidad a nuestra condición de hijos de Dios. Una fidelidad que acepta la paternidad amorosa de Dios y que la explicita día a día, entre incertidumbres y dudas, pero que vive de ella sabiendo que pide esfuerzo. Es esa condición filial la que convierte a los hombres en hermanos y define a una gran multitud que viene de toda nación, raza, pueblo y lengua para aclamar juntos al Cordero inmolado. Una condición reconocida y aceptada de hijos que abarca a todos los que están abiertos a acoger, explícita o implícitamente, el mensaje del Reino.Las bienaventuranzas que se proclaman en el evangelio del día ajustan ese modo de vida. Ellas nos explicitan cómo vivió Jesús. Solo desde esa experiencia suya puede proclamarlas. No son una imposición, tampoco una expresión de buen deseo. Son una constatación de lo que significa vivir según los valores del evangelio y las consecuencias que de ello se siguen. El proceso para llegar a comprender y asumir esas actitudes no es nada fácil ya que parecen ir contra corriente. Desde la educación que recibimos a las pautas que rigen en la sociedad, se nos invita a lo contrario e, incluso, en su ejecución parece subyacer el riesgo de encontrar la oposición y la muerte. Pese a todo, el resultado que Jesús enuncia es claro: la felicidad.

Ante el escepticismo o el desaliento las palabras de Jesús surgen claras: es posible alcanzar la felicidad, pero hay que subvertir valores y seguir sus palabras con fidelidad. Los santos supieron escuchar y poner en práctica sus palabras. Cada uno, a su manera, supo encarnar alguna de estas bienaventuranzas de forma especial. Hoy, desde la experiencia vivida, nos llega su mensaje: fueron auténticos hijos de Dios que, viviendo en fidelidad, atravesaron todas las inclemencias que el mundo opuso a esa fidelidad. Hoy los recordamos como modelos a seguir. Sus nombres tienen poco interés, son muchedumbre. Su vida es constatación de que la gracia sigue operando entre los hombres cuando vivimos abiertos a su fuerza.

La fiesta nos invita a dar gracias a Dios por tantas personas buenas que han sido fieles a Jesucristo y han contribuido con su bondad a hacer un mundo más humano donde se refleja mejor la realidad del Reino. Al mismo tiempo nos invita a revisar nuestra propia vida a la luz de lo que esa muchedumbre de santos proclama, desde el convencimiento de que ser hijos de Dios es un compromiso que encuentra en las bienaventuranzas su mejor expresión.

CANTAREMOS:

  • Entrada: Somos un pueblo que camina………174
  • Ofertorio: Señor del universo ………………..170
  • Comunión: Quédate junto a nosotros……….149
  • Porque anochece ya …………………………136
  • Despedida: Iglesia peregrina………………….108