Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo.
Es posible que nuestro mundo no vea en nosotros el “fuego nacido del Espíritu” que debiéramos reflejar los cristianos. Tal vez vegetemos en la mediocridad de una religiosidad de costumbres y repeticiones ancladas en el desconocimiento de la vitalidad renovadora del Evangelio. No pareciera entusiasmarnos escuchar la voz del Espíritu para construir un presente y un futuro más dinámico y acorde con las enseñanzas de Jesús y con los cambios de los tiempos. El aliento renovador del Concilio parece haberse diluído en sectores importantes de la Iglesia para dar paso a la resignación, a un “ir adelante” sin entusiasmo por profundizar la palabra del Señor. A todos debe preocuparnos el futuro de la Iglesia. Debiéramos comenzar ya a prepararnos, como comunidades comprometidas, como núcleos de creyentes en torno al Evangelio. Tal vez logremos dejar un amor nuevo y una fe nueva a las futuras generaciones. La persona y el proyecto de Jesús son lo más importante. Lo demás es secundario.
CANTAREMOS:
- Alabaré, alabaré……………………………………17
- Señor ten piedad-Gloria-Aleluya
- Antífona
- En la patena………………………………………..68
- Santo-Padre nuestro-La Paz
- Cordero de Dios
- Con nosotros está…………………………………45
- Señor, tu eres nuestra luz……………………..171
- Viva Cristo………………………………………….218