Evangelio según san Juan (Jn 20,29)
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
–La paz esté con ustedes.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
–La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
–Reciban al Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados les quedaran perdonados; a quienes no se los perdonen les quedaran sin perdonar.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
–Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
–Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no creeré.
A los ocho días, estaban otra vez los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús, se presentó en medio de ellos, y dijo:
–La paz esté con ustedes.
Luego dijo a Tomás:
–Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no sigas dudando, sino cree.
Contestó Tomás:
–¡Señor mío y Dios mío!
Jesús añadió:
–¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.