Cantaremos. 25 de Agosto. XXI Domingo del Tiempo Ordinario/C

Jesús es invitado por un fariseo importante, para una comida especial en día sábado. Acepta la invitación no por ser un hombre de “honorabilidad reconocida”; también le acusaron de “comer con pecadores”. En ese tiempo se entendía como “pecadores” a aquellas personas que violaban la Alianza de manera deliberada, los que despreciaban el culto, los que colaboraban con Roma en la en la opresión del pueblo, los usureros, los estafadores y las prostitutas. Nadie come con cualquiera, cada uno come con los suyos. Pero Jesús si lo hizo y sorprendió a todos al sentarse a comer con todo tipo de personas. La diferencia radica en que Jesús vivió para construir el Reino de Dios, y en el Reino de Dios todo es diferente: la misericordia sustituye a la santidad. Y es precisamente en la mesa el lugar privilegiado donde Jesús comunica a todos la novedad de su mensaje.

– Jesús no se siente alagado por la invitación de un hombre importante, tampoco lo rechaza por ser un rico fariseo, pero si deja en claro hacia dónde va la mirada profunda de Dios que rechaza todo lo que no va más allá de las simples apariencias y formalismos. Tampoco come con pobres y pecadores porque lo considere un valor en sí, o un atributo deseable: Jesús ha querido enseñarnos que el Reino de Dios es semejante a una mesa de familia, donde el Padre, Dios, nos quiere a todos sentados a su mesa y no precisamente como mendigos. Nos restituye la dignidad de hijos que al ser llamados, cambiaron los harapos del pecado por la blanca túnica del perdón.

El Reino de Dios es Gracia. En la mesa, Jesús se sienta como Amigo. Su mensaje es una Buena Noticia, no una amenaza.

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