REFLEXIONES PARA LA CATEQUESIS DEL DÍA 17 DE SEPTIEMBRE, PRIMER DÍA DEL TRIDUO EN PREPARACIÓN A LA CELEBRACIÓN DE N. S. DE COROMOTO.
Esta parte es un preámbulo para saber cuál es la fuente bibliográfica inspiradora:
Si hay algo que tenemos que reconocer, como católicos, es que el diálogo de la Iglesia ha estado permanentemente abierto sobre el camino que debe seguir. En una alocución dirigida al Clero de Roma, Juan XXIII previene de los peligros de algunas formas de piedad locales a las que se da demasiada importancia y de una tendencia exagerada al puro sentimentalismo. Insiste en que la piedad mariana ha de formarse en un sentido verdaderamente católico y que debe concentrarse en los datos bíblicos: virginidad, maternidad divina y permanencia al pie de la cruz.
La doctrina de Juan XXIII supone un corte decisivo en la evolución de la Mariología, que venía en una expansión descontrolada , que comenzó por lo menos a partir de la contrarreforma y se convirtió en el transcurso del siglo XIX en un auténtico movimiento mariano. En tiempos de Pío XII se extendió a toda la Iglesia y alcanzó su punto culminante. Después de este período, la Iglesia y la teología debían comenzar una nueva etapa: la del estudio, la comprensión y la profundización conforme a lo original. Hay en este sentido dos estudios muy valiosos en los que no nos podemos detener. Jungmann reflexiona y remite a la imagen bíblica de María, lo que debe ser el fundamento de toda teología y piedad mariana. Por los mismos años, Laurentin, con una fuerza y admiración más personal desarrolla el problema con mucha sinceridad y con tal riqueza de datos científicos e históricos, y con una gran lealtad en la orientación eclesial, que se convierte en una obra extraordinaria. Vendrán las discusiones del Concilio y se llega a la conclusión de que las categorías maximalista y minimalista son teológicamente falsas, ya que la teología no trata de lo más y de lo menos, sino de lo verdadero y lo falso. Si se quiere hacer de la teología una esclava de la cantidad devocional, en vez de que la teología sea la norma de la piedad, entonces se llega a un plano difícilmente aceptable.
Pablo VI sigue con las mismas inquietudes de Juan XXIII , preocupado por la tendencia a
cultivar exageradamente ciertas formas de piedad, incluso en la veneración a la Sma Virgen. Algunas formas darían satisfacción al sentimentalismo exagerado pero no son suficiente para cumplir los deberes religiosos y mucho menos, los correspondientes a los tres primeros mandamientos del Decálogo, que son de obligatoriedad fundamental. En la alocución que ponía fin al Sínodo romano pondría el acento en las mismas ideas. Juan XXIII, hoy canonizado recoge las inquietudes de Pío XII al final de su vida, expuestas en las dos últimas alocuciones. Tengamos en cuenta que era llamado “el Papa mariano”
Para cerrar esta introducción recordamos la hermosa frase de Pablo VI, en vías de canonización también: “La lámpara es bella si tiene su luz; y la luz de María es Cristo”.
Aquí comenzamos con la Catequesis