Cantaremos. 12 de Abril–Domingo II de Pascua o de la Divina Misericordia /B

Debió ser grade el impacto cuando, sin abrir las puertas, Jesús aparece en en medio de sus discípulos. Después de la huida estarían desconcertados y avergonzados, pero cuando ven a Jesús en medio de ellos se llenan de una alegría desconocida y se sienten comprometidos a continuar la misión  que el mismo Jesús había recibido del Padre. Apenas aparece, les regala lo que tanto necesitaban : "¡La paz esté con ustedes!", le dice, y con esa bendición se sienten perdonados.  No hay duda de que Jesús sigue siendo el mismo, cercano, amable, el mismo que curaba enfermos y pecadores cuando andaba por los caminos de Galilea.

Aquél encuentro transforma de raíz a los discípulos. Él se comunica y contagia; "Así como el Padre me envió a mi, así yo los envío a ustedes". El encuentro es un regalo: la pena que tenían en el corazón no era sólo  por su muerte, sino que era una pena culpable por haberlo abandonado.  Los apóstoles y discípulos no esperaban la resurrección, no tenían idea de esta experiencia. El relato de la incredulidad de Tomás es prueba de ello. Jesús se acerca y le da las pruebas,  Tomás responde humildemente: "¡Señor mío y Dios mío!"

Ese mismo Jesús resucitado está en medio de su Iglesia, que somos nosotros. Pero con frecuencia caminamos entristecidos como los discípulos de Emaús.  Derrumbados, desesperanzados, pareciera que todavía lo consideramos muerto, casi una leyenda… Pero es necesario que lo descubramos lleno de vida en medio de nosotros, es necesario constatar que nuestras esperanzas no son exageradas, sino más bien demasiado pequeñas. Es necesario que volvamos a nuestra comunidad, a nuestro entorno como testigos convencidos del resucitado. No se trata de ir simplemente a predicar una doctrina, sino a conquistar nuevos discípulos que se comprometan a vivir desde Jesús y como Jesús siguiéndole fielmente. Cristo resucitado está en el centro de la Iglesia, pero su presencia no parece ser vista por nuestra fe, no es conocido, ni comprendido en su originalidad, no es amado ni seguido con el ardiente entusiasmo que tuvieron sus primeros discípulos. Aquí sólo falta la decisión personal de cada uno.

CANTAREMOS:

      • Aleluya, aleluya, el Señor resucitó
        • Señor ten piedad – Gloria –Aleluya
        • Antífona
      • Te vengo a ofrecer
      • El Señor resucitó, aleluya
      • Resucitó aleluya (Madurga)
      • El Señor ha resucitado