El Nacional – DALILA ITRIAGO – 13 DE OCTUBRE 2015 – 12:01 AM
En 1999 la montaña se vino abajo y arrasó con la costa de Vargas. Con la misma fuerza de la naturaleza nació en el sector Las Tunitas, Catia La Mar, la Casa Hogar Padre Luciano. Su vocación es de siembra y arraigo, y tiene el propósito de dar cobijo, alimentación y educación a niños de entre 0 y 12 años de edad.
El padre salesiano Luciano Costalunga, oriundo de la provincia de Verona, Italia, fue párroco de la iglesia María Auxiliadora de Las Tunitas entre 1986 y 1991. Conocía los problemas de la comunidad y había observado cómo la lluvia destrozó cientos de casas. Por ello, le confió a su grupo de catequistas la urgencia de crear un proyecto de ayuda para los más necesitados: los niños huérfanos.
Con esa inquietud viajó a Italia. Les comentó la iniciativa a familiares, así como al sacerdote de su pueblo, en Verona. Gracias a la ayuda que recibió de ellos y de su amigo Mario Fochesatto, Costalunga compró “un rancho pequeñito de cuatro tablas”, en Las Tunitas. Luego, gracias a “la divina misericordia” y al aporte de la empresa privada, la casa inicial fue sustituida por una infraestructura más espaciosa, añade.
Zenaida Noguera, directora de la institución, refiere que en 15 años de trabajo han atendido a cerca de 100 niños. No se ufanan por las cifras. Al contrario, lamentan que el espacio físico solo les permita ofrecer una atención de calidad a un máximo de 20 niños.
“Buscamos que ellos sientan que esta es su casa, su familia. Acá los alimentamos, los vestimos, les garantizamos sus estudios y les damos mucho amor porque nos mueve la vocación de servicio. De hecho, las seis personas que laboran acá lo hacen de manera voluntaria”, indica Noguera, maestra de preescolar.
Mientras el religioso y Noguera conversan sobre el alcance de la Casa Hogar Padre Luciano, los niños juegan en el patio con Tyson, un perro de raza golden retriever color trigo que los supera en tamaño. Hacen bulla, se ríen, aplauden y el perro se les abalanza. Todos corretean en los espacios abiertos de la quinta de ladrillos, que destaca por su belleza y seguridad sobre las estructuras más modestas de la calle El Carmen.
Mantener esta casa cuesta más de 120.000 bolívares mensuales. Loira Goncalves, su administradora, señala que los gastos son sufragados, en su mayoría, gracias a donativos de particulares y empresas privadas. No reciben aporte del gobierno. Tampoco se quejan. Simplemente comentan que la ayuda proveniente de la autoridad llega solo en Navidad, cuando se acuerdan de los niños huérfanos. Eso a pesar de que la casa hogar funciona como un Programa de Colocación en Entidad de Atención y Asistencia, donde reciben menores con medidas provisionales de protección, emitidas por el Tribunal II de Primera Instancia de Sustanciación de Vargas para casos de niños que viven en pobreza crítica, en situación de riesgo, han sido abandonados en un hospital o han perdido a sus padres.
“Cuando llegué la abuela me recibió con mucho amor”
Nazareth Herrera Vargas es la excepción de la casa hogar. Hace 18 años quedó huérfana. Un día su hermano conoció a Zenaida Noguera y le preguntó si Nazareth podía vivir en la casa hogar. De eso hace más de 10 años. Ahora, con 18 años de edad, ya finalizó sus estudios de Terapia Ocupacional y retribuye la atención que recibió: “Quiero seguir ayudando”.
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