El santo fraile capuchino, que pasaba hasta 16 horas al día en el confesionario, escuchando confesiones y dando el perdón de Dios en el Sacramento de la Reconciliación, por pedido del Papa llegó desde san Giovanni Rotondo a Roma, para ser venerado en el Año de la misericordia, como un santo de la misericordia, porque Francisco quiere sacerdotes misericordiosos como el Padre Dios.
En las vísperas de la llegada del cuerpo del santo de Pietrelcina, el mismo Francisco dijo en la catequesis del 3 de febrero, que la justicia triunfa “si el culpable reconoce el mal hecho y deja de hacerlo, es ahí que el mal no existe más, y aquel que era injusto se hace justo, porque es perdonado y ayudado a encontrar la camino del bien. Y aquí está justamente el perdón, la misericordia… Y este es el corazón de Dios, un corazón de Padre que quiere que sus hijos… sean felices… Y precisamente es un corazón de Padre el que queremos encontrar cuando vamos al confesionario… en el confesionario todos vamos a encontrar un padre; un padre que nos ayude a cambiar de vida; un padre que nos de la fuerza para ir adelante; un padre que nos perdone en nombre de Dios. Y por esto ser confesores es una responsabilidad muy grande, muy grande, porque aquel hijo, aquella hija que se acerca a ti busca solamente encontrar un padre. Y tú, sacerdote, que estás ahí en el confesionario, tú estás ahí en el lugar del Padre Dios que hace justicia con su misericordia”.