El amor debe transformar al mundo
III.1. Estamos, de nuevo, en el discurso de despedida de la última cena del Señor con los suyos. Se profundiza en que la palabra de Jesús es la palabra del Padre. Pero se quiere poner de manifiesto que cuando él no esté entre los suyos, esa palabra no se agotará, sino que el Espíritu Santo completará todo aquello que sea necesario para la vida de la comunidad. Según Juan, Jesús se despide en el tono de la fidelidad y con el don de la paz. En todo caso, es patente que esta lectura nos va preparando a la fiesta de Pentecostés.
III.2. Esta parte del discurso de despedida está provocada por una pregunta “retórica” de Judas (no el Iscariote) de por qué se revela Jesús a los suyos y no al mundo. El círculo joánico es muy particular en la teología del NT. Esa oposición entre los de Jesús y el mundo viene a ser, a veces, demasiado radical. En realidad, Jesús nunca estableció esa separación tan determinante. No obstante es significativa la fuerza del amor a su palabra, a su mensaje. El mundo, en Juan, es el mundo que no ama. Puede que algunos no estén de acuerdo con esta manera de plantear las cosas. Pero sí es verdad que amar el mensaje, la palabra de Jesús, no queda solamente en una cuestión ideológica.
III.3. Sin embargo, debemos hoy hacer una interpretación que debe ir más allá del círculo joánico en que nació este discurso. La propuesta es sencilla: quien ama está cumpliendo la voluntad de Dios, del Padre. Por tanto, quien ama en el mundo, sin ser del “círculo” de Jesús, también estaría integrado en este proceso de transformación “trinitaria” que se nos propone en el discurso joánico. Esta es una de las ventajas de que el Espíritu esté por encima de los círculos, de las instituciones, de las iglesias y de las teologías oficiales. El mundo, es verdad, necesita el amor que Jesús propone para que Dios “haga morada” en él. Y donde hay amor verdadero, allí está Dios, como podrá inferirse de la reflexión que el mismo círculo joánico ofrecerá en 1Jn 4.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
En el discurso de despedida, Jesús le repite hasta cinco veces a sus discípulos, que tengan confianza porque, para la misión que les ha encomendado, podrán contar con el Espíritu Santo. Les dice que El Espíritu Santo les enseñará, les hará comprender todo lo que él les fue comunicando en su vida junto a ellos en Galilea. Por eso insiste: “Les dejo mi paz” y les asegura que guardando sus palabras conservarán la paz. Les enseña la diferencia, que su paz no es como la que da el mundo y por eso, “que no les tiemble el corazón y que no se acobarden”. Pero el miedo seguirá haciendo presa de sus seguidores, si apoyan su seguridad, lejos del camino que les trazó.
¡Qué difícil parece ser el conquistar la paz. Todos la estamos deseando no sólo para nosotros a modo personal, sino para el país que nos cobija. Pero una y otra vez presenciamos el enfrentamiento, la agresión, la escalada de obstáculos que se fabrican para hacer la vida imposible al adversario. La paz sólo puede ser construida por hombres que viven en paz consigo mismos y con Dios. Una personalidad llena de resentimiento, intolerancia, fanatismo sólo puede movilizar a personas y sectores a fines. Desde la prepotente agresión y hostilidad algunos pueden hacer campañas electorales, pero jamás podrán construir un país unido y exitoso.
Hoy nos falta la paz porque sin hombres y mujeres de paz no se puede construir un país pacífico. Las personas violentas siembran y cosechan violencia. El seguidor de Jesucristo debe ser una persona de paz, buscador el bien común sin excluir a nadie; un discípulo que respeta las diferencias y no fomenta el enfrentamiento. Necesitamos que el Espíritu Santo mantenga viva en nosotros la memoria del Señor: Que despierte en nosotros el interés por conocer su Evangelio, para buscar con renovado interés el conocimiento y la divulgación de su Buena Noticia de Salvación. Necesitamos la luz del Espíritu, su aliento y fortaleza para poner nuestro granito de arena en la construcción del mundo nuevo con el que todos soñamos.
Julie Meucci
CANTAREMOS:
- Reunidos en el nombre del Señor
- Señor ten piedad – Gloria
- Aleluya – Antífona
- Te vengo a ofrecer
- Santo – Padre nuestro
- La Paz – Cordero de Dios
- Pescador
- Por Ti Señor
- Tomados de la mano