Mes: abril 2016

Cantaremos – III Domingo de Pascua/C

¡Sólo es posible ejercer el ministerio desde el amor hasta la muerte!

Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Él le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: apacienta mis corderos. Observemos, en primer lugar, la triple pregunta de Jesús a Pedro. Sabemos que en la Escritura el número tres tiene su significación: la insistencia y la importancia. La importancia de que Pedro manifieste expresamente su disposición a amar a Jesús. Es necesario consolidar la obra de la misión sobre las mismas bases en que se fundamenta la salvación. La salvación es una obra del amor de Dios manifestado en Jesús hasta el extremo (Jn 3,17s; 13,1ss). Pedro es elegido para hacer posible y presente la prolongación de esta obra en el mundo. Por tanto, con toda coherencia, se le pregunta sobre su capacidad y disponibilidad a amar a Jesús y por él y en él a todos los hombres. El ejercicio de la misión que se le encomienda solo es posible desde estas disposiciones. Ciertamente los Padres de la Iglesia suelen relacionar esta triple pregunta sobre su capacidad de amar con su triple negación de Jesús durante su proceso. Es probable que hubiera una relación entre los dos relatos. De hecho, el narrador recuerda que, ante la pregunta por tercera vez, Pedro se sintió invadido por la tristeza. En todo caso, el interrogatorio está destinado a asegurar y afianzar la misión de Pedro y revela el verdadero sentido y relieve de la misma. El ejercicio de la autoridad en la Iglesia, en todos sus planos y manifestaciones, ha de estar dirigido por el amor como lo entiende Juan: una disponibilidad total para servir a los demás hasta el don de la vida. El autor de 1Jn recordará que ese amor no es asunto de palabras sino de obras y sinceridad. Y sólo es posible el ejercicio de este amor pastoral si se ha experimentado profundamente el amor de Dios revelado en la persona, la vida y la muerte de Jesús. Hoy es necesario recordar y restaurar constantemente este programa ofrecido por Jesús a Pedro.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)

CANTAREMOS:

      • El Señor nos llama y nos reúne ………………………………………… 272
        • Señor ten piedad – Gloria
        • Aleluya – Antífona
      • Este es el momento …………………………………………………………  73
        • Santo – Padre nuestro
        • La Paz – Cordero de Dios
      • Pescador ………………………………………………………………………. 127
      • Pescador de hombres …………………………………………………….. 128
      • Tomado de la mano ………………………………………………………. 191

10 de Abril – Domingo III de Pascua /C

Evangelio según san Juan (Jn 21,1-19)

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.
Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No”. Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.

Papa Francisco. Oración en la Homilía por la Divina Misericordia

 

VaticanoMisericordia

Palabras del Papa Francisco en la Homilía de oración por la Divina Misericordia

(RV).- “En Jesús no sólo podemos tocar la misericordia del Padre, sino que somos impulsados a convertirnos nosotros mismos en instrumentos de su misericordia.”, lo dijo el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro, durante la Vigilia de oración por la Divina Misericordia.

En su discurso, el Santo Padre recordó con alegría que este momento de oración nos introduce en el Domingo de la Misericordia, segundo Domingo de Pascua, solemnidad instituida por San Juan Pablo II, tras las revelaciones a santa Faustina Kowalska.

Después de haber escuchado los testimonios de algunos participantes en la celebración y comentando las lecturas del profeta Isaías, el Pontífice señaló que, “Dios no se cansa nunca de manifestar su misericordia y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla. Siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla al ver la gran fantasía creadora de Dios, cuando sale a nuestro encuentro con su amor”. Leer más

Cantaremos – Domingo II de Pascua o de la Divina Misericordia /C

“Al atardecer de aquél día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa  con las puertas cerradas, por miedo a los judíos……”

¡Que triste es vivir con miedo, qué triste es tener que vivir cuidando las espaldas, pensando cómo  escapar de la intriga y la persecución.!….  Eso le pasó a los discípulos, pero cuando Jesús apareció entre ellos, abrió las puertas que el miedo mantenía cerradas y todo comenzó a cambiar!……

El encuentro con el Resucitado transforma las personas, las llena de paz, de gozo interior, las libera del miedo abriéndoles la posibilidad de transformarse en testimonios creíbles  de la Buena Noticia que él ensenó en Galilea. Los hace capaces de trabajar en la construcción del reino, haciendo visible su presencia por el testimonio.

Esto dijo Jesús cuando  apareció vivo en medio de ellos: “La Paz esté con ustedes”.  Él les comunica su paz y los invita a transmitirla.

Nuestra experiencia pascual debe partir del “encuentro” con el resucitado:  Les enseñó las manos y el costado y los discípulos se llenaron de alegría al constatar que era el Señor.  Exhaló sobre ellos su aliento y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo”. Su Espíritu es el gran Don de la Pascua.

“El Espíritu no quiere ser visto, sino ser en nuestros ojos la luz” (Urs von Baltasar)

CANTAREMOS

      • Aleluya, el Señor resucitó ……………………………………………… 307
      • Señor ten piedad – Gloria Gloria Aleluya ………………………….   97
        • Aleluya de la Vigilia Pascual
        • Te vengo a ofrecer
        • Santo – Padre nuestro
        • La Paz – Cordero de Dios
      • Resucitó Aleluya …………………………………………………………. 284
      • El Señor resucitó ………………………………………………………… 286
      • El Señor ha resucitado …………………………………………………   71

3 de Abril – Domingo II de Pascua o de la Divina Misericordia /C

Evangelio según san Juan (Jn 20,19-31)

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.

Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.