No basta preguntarnos cuánto rezamos, sino cómo está nuestro corazón. Catequesis del Papa
La parábola del fariseo y el publicano que suben al templo a orar, fue el punto de partida del Papa Francisco para seguir explicando, en la catequesis del primer miércoles de junio, cómo Jesús ha llevado la misericordia hasta su pleno cumplimiento. Después de haberse referido, en la catequesis precedente, a la parábola del juez y de la viuda, que habla de la necesidad de rezar con perseverancia, el Obispo de Roma habló sobre la justa actitud, enseñada por Jesús, para rezar e invocar la misericordia del Padre. “¿Se puede rezar con arrogancia?” Preguntó Francisco a los fieles presentes en la plaza de san Pedro. “¿Se puede rezar con hipocresía?” “¡No!” Porque “la soberbia compromete cada buena acción, vacía la oración y aleja de Dios y de los demás”.
Así resumió en nuestro idioma: “Queridos hermanos y hermanas: En la parábola del fariseo y el publicano, que suben al templo para orar, Jesús nos enseña la actitud correcta para invocar la misericordia del Padre. El fariseo hace una oración de agradecimiento en la que se complace de sí mismo por el cumplimiento de la ley, se siente irreprensible y desprecia a los demás. Su soberbia compromete toda obra buena, vacía la oración, y lo aleja de Dios y del prójimo. Nosotros hoy, más que preguntarnos cuánto rezamos, podemos preguntarnos cómo lo hacemos, o mejor cómo es nuestro corazón para valorar los pensamientos y sentimientos, y eliminar toda arrogancia. El publicano ora con humildad, arrepentido de sus pecados, mendiga la misericordia de Dios. Nos recuerda la condición necesaria para recibir el perdón del Señor y se convierte en imagen del verdadero creyente. La oración del soberbio no alcanza el corazón de Dios, la oración humilde obtiene su misericordia”.