Día: 25 de junio de 2016

"Y tú ¿Quién dices que soy yo? Mirando a Jesús sabemos quiénes somos"

imageLa lectura del Evangelio de este domingo es de triple tradición, es decir, está presente en los tres Evangelios sinópticos (Mc 8, 27-30; Mt 16, 13-20). Lucas sigue aquí el relato de Marcos, el cual se encuentra exactamente al centro y marca un antes y después en la relación de Jesús y sus discípulos. Se trata, pues, de un relato que nos habla de algo tan importante para las primeras comunidades cristianas: Quién es Jesús. De esta respuesta depende la vida de cada creyente y de cada comunidad, en Judea y en el mundo entero.

La doble pregunta de Jesús (“¿Quién dice la gente que soy yo?” Y “Ustedes, ¿Quién dicen que soy?”) genera una respuesta decisiva en sus seguidores. Se conoce a Jesús por lo que dice y hace, pero sobre todo como Aquel que viene en la historia para cambiar la historia. La respuesta de Pedro no sólo habla de su fe, sino de una confesión de fe. Es decir, nace de la propia experiencia, del día a día vivido con él: “Tú eres el Cristo de Dios” (v 20). El elegido, el enviado, el Salvador. Una identidad de Jesús que será totalmente manifestada en la cruz y en el seguimiento. No se conoce de oídas o viendo, se conoce viviendo y dando la vida por quien se ama. Mientras que la respuesta de los discípulos sumerge a Cristo en la historia, la respuesta de Pedro la trasciende.

Por eso Jesús es realista y anuncia las consecuencias de darlo todo. Amplía el sentido de la vida, de la muerte y de la entrega por una causa justa. Y esto no gusta.  Cuando la verdad de Jesús se ve desde la cruz, el servicio y la acogida, preferimos muchas veces no escucharla ni comunicarla y menos aún vivirla. Pero Jesús, maestro que enseña mirando a los ojos, nos regala el significado de nuestra propia identidad en un seguimiento posible y necesario: “El que quiera venir conmigo, renuncie a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y sígame” (v 23). Es la llamada de alguien que ve con esperanza el futuro porque confía en el presente y reescribe la historia con nosotros: desde abajo, en lo cotidiano y con nuestras fragilidades. Por tanto, se trata de un Evangelio que presenta tres identidades: la que los discípulos le dan a Jesús; la que Jesús transmite de sí mismo; y la que invita a ser paso a paso con él. Escuchándonos sabemos también quién es Jesús y “mirando a Jesús sabemos quiénes somos” (Congregación General 35 de la Compañía de Jesús).

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26 de Junio – Domingo XIII. Comentario bíblico.

Marco: Dos centros de interés: la decisión firme de Jesús de ir a Jerusalén y el hecho de que es rechazado por los samaritanos precisamente porque va hacia Jerusalén.
Reflexiones

1ª) ¡El seguimiento de Jesús es un camino hacia Jerusalén!

La vida de Jesús y su misión culmina en Jerusalén. Era necesario realizar el proyecto salvador establecido por el Dios que habló por los profetas (Is 2,2-3; Is 60,1ss). Estos anuncios iluminan la narración lucana del camino de Jesús hacia la ciudad, centro de la salvación. Allí se realiza la muerte y resurrección de Jesús, su ascensión y Pentecostés. Y de allí partirán los Apóstoles a anunciar a Jesús por el mundo. Es importante esta espiritualidad de Jerusalén que impulsa el camino del seguimiento hacia ella. Se trata de una comprensión de la vida del discípulo de Jesús siempre en marcha hacia el centro salvador que da sentido pleno a su vida. No importa el lugar geográfico en que se encuentre. Lo importante, dice el Espíritu Santo a través de Lucas, es que entendamos y vivamos nuestra vida en medio del mundo como peregrinos hacia la patria. Esta espiritualidad la comparten otros autores del Nuevo Testamento como Pedro o el autor de la carta a los Hebreos.

2ª) ¡La violencia no entra en los planes de Dios!

Conocemos bien las relaciones entre judíos y samaritanos*. Desde el siglo II a.C., fueron cruelmente tratados por los asmoneos*. El Nuevo Testamento nos ha dejado rasgos y vestigios suficientes para comprender la animosidad, a veces odio, que sentían unos contra otros. Este es el mundo en que vive Jesús. Pero Jesús, al comenzar el camino, advierte a los suyos que hay que alejar todo deseo de venganza, odio y persecución. Será necesario el largo viaje para ir modelando poco a poco a sus discípulos y futuros voceros por el mundo que habrán de insistir en que toda la salvación es fruto del amor benevolente y de la misericordia de Dios. El discipulado fue una labor lenta llevada a cabo por Jesús. El Reino tiene fuerza por sí mismo para establecerse entre los hombres sin recurrir a medios violentos o de poder. El poder de Dios, que se manifiesta en el establecimiento del Reino por medio de la cruz y resurrección. Hoy como ayer seguimos sintiendo la tentación del recurso a otros medios para establecer ese Reino. Hoy también tienen vigencia estas palabras de Jesús en medio de un mundo agresivo que se esfuerza en imponer su propio proyecto en todos los planos: económico, social, cultural e, incluso en muchas ocasiones, religioso. El Reino Dios no puede coexistir con la violencia.

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