Día: 20 de enero de 2017

El Señor, por su cuenta, os dará una señal…

Reflexión para el tercer Domingo de Adviento

El Señor, por su cuenta, os dará una señal…Señales… Me sobrecojo, en este final de Adviento, ante una guerra cruel a la vuelta de la esquina. De años y muertos, que arrastra una cadena cuyo origen me desborda. Más violencia. Corrupción. Apatía y desesperanza. Falta de compromiso, que también identifico en mí. Nadie levanta la voz para romper con un fuerte grito de rebeldía tanto silencio cómplice. Siempre igual. Y Tú te empeñas en seguir diciendo que hay señales, que las sigues poniendo. Tus señales…

Os dará una señal… La quiero ver en los medios que pregonan las informaciones de última hora, en los analistas que diseccionan el presente para explicar lo que va a llegar, o en los líderes espontáneos que surgen por doquier. En la tele, en el cielo, o en Internet. Donde se publica lo importante… Pero voy perdiendo la esperanza de que llegue algo nuevo, y me dejo llevar por la decepción de los demás.

Hay señales… Ya están puestas. Y quizás porque siempre estuvieron ahí desde que Tú las dejaste, me he acostumbrado a no verlas. La señal, que por naturaleza pasa desapercibida, necesita que aprenda su lenguaje. Siempre más profundo, más fino, más sugerente y silencioso. Porque la señal es sólo una puerta que me abre, si acierto con la llave, a una realidad en la que Tú estás en todo… Hay señales, pistas de esperanza, a veces escondidas en la vida diaria, que me empujan a dar pasos, siguiendo un camino alternativo hacia ti…

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Cantaremos–III Domingo del Tiempo Ordinario /A

Poneos de acuerdo y no andéis divididos, porque ¿cuántos bautismos habéis recibido?

Un solo bautismo y un solo Señor. Estamos en la semana de la Unidad de los Cristianos. La palabra de Dios de la primera carta a los Corintios que leemos en la segunda lectura de la misa de hoy  pone al rojo vivo las discordias que hay entre nosotros, los discípulos de Jesús, los cristianos, los que nos reclamamos de aquél que quiere todos seamos Uno. Para ello es necesaria la conversión. No basta con una simple vuelta a la unidad. Hemos de romper con el pasado, hemos de cambiar de orientación, conducirnos con otros criterios. San Pablo pone el dedo en la llaga cuando pregunta a los Corintios ¿en nombre de quién han sido bautizados? ¿cuántos bautismos habéis recibido para estar enfrentados?

No hay que evitar la palabra conversión para hablar hoy de vuelta a la unidad. Al contrario, conversión es quizás la palabra más adecuada. Porque tenemos que romper con muchas ataduras, con  malas costumbres muy arraigadas, con falsas interpretaciones, con cómodas formas de vivir, con modos seculares de organizar la vida eclesial, con prácticas que anteponen los intereses propios y del grupo al anuncio del Evangelio. La ruptura eclesial rompe también con el Evangelio. Por eso tenemos que convertirnos, desentendernos de muchas cosas, con las que estamos familiarizados y tal vez disfrutamos,  para poder volver a la unidad querida por Cristo, “con un mismo pensar y sentir”, como pide san Pablo a los Corintios.

Fr. Esteban Pérez Degado

Convento de Santo Domingo – Torrent (Valencia)

CANTAREMOS:

      • Que alegría cuando me dijeron …………………………………. 151
      • Te ofrecemos Señor ………………………………………………….. 186
      • Hay un barco olvidado en la playa
      • Pescador ……………………………………………………………………. 127
      • Tomado de la mano ………………………………………………….. 191

22 de Enero – III Domingo de Tiempo Ordinario /A

Evangelio según San Mateo (Mt 4,12-23)

Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:

Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.

Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.

Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.