Día: 24 de marzo de 2017

Cantaremos–IV Domingo de Cuaresma /A

Para el pueblo judío, la enfermedad era un castigo que se ganaban los pecadores como castigo de Dios por sus pecados. Así mira la gente a aquel pobre hombre privado de la vista, por lo cual, los discípulos le preguntan a Jesús si pecó el ciego o pecaron sus padres. Jesús siente compasión por aquél hombre juzgado y despreciado por todos. Después que Jesús lo cura, el ciego ve por vez primera la luz y siente también por vez primera la posibilidad de llevar una vida digna, sin avergonzarse delante de nadie. Y es que el encuentro con Jesús le abrió las puertas a una vida diferente.

Sin embargo no parece ser tan fácil…Los dirigentes del pueblo ya le conocían y le tenían por pecador, y son ellos los que decidirán si puede ser aceptado en la comunidad religiosa. Cuando Jesús se entera de que fue rechazado va a encontrarse con él. Le pregunta si cree en el Mesías. El le responde: “¿Quién es Señor para que yo crea en él?”.   Jesús le responde conmovido: “No está lejos de tí. Lo estás viendo; el que está hablando contigo, ese es”  El mendigo dice: “Creo, Señor”

El Señor es compasivo y no abandona nunca a los que le buscan. No los rechaza aunque sean excluidos por las instituciones religiosas o por la severidad hipócrita de los que se creen perfectos. Los que no encuentran lugar ni privilegios humanos, tienen un lugar especial en su corazón. Afortunadamente el Señor va más allá de las simples apariencias…. En el silencio de su corazón Jesús tiene un lugar para algunos amigos que a lo mejor a todos nos resultan desconocidos…….

CANTAREMOS:

      • Como el siervo al agua va ……………………………….  54
        • Señor ten piedad – Gloria, honor a Ti
        • Antífona
        • Te vengo a ofrecer ……………………………….
        • Santo – Padre nuestro
      • La paz – Cordero de Dios
      • Por Ti Señor ……………………………………………………. 134
      • Tan cerca de mi ………………………………………………. 193
      • Dame un nuevo corazón …………………………………   64

26 de Marzo – IV Domingo de Cuaresma /A

Evangelio según san Juan (Jn 9,1.6-9.13-17.34-38)

En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento. Escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé” (que significa ‘Enviado’). Él fue, se lavó y volvió con vista.

Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?” Unos decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él, sino que se le parece”. Pero él decía: “Yo soy”.

Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?” Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?” Él les contestó: “Que es un profeta”. Le replicaron: “Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?” Y lo echaron fuera.

Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?” Jesús le dijo: “Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y postrándose, lo adoró.