Día: 1 de abril de 2017

Cantaremos – V Domingo de Cuaresma /A

Jesús emprende su viaje a Jerusalén y ya el el camino recibe un mensaje de sus amigos de Betania: “Tu amigo, nuestro hermano Lázaro, está enfermo”. Jesús lo comunica a sus discípulo, pero no van de inmediato. Poco después se encaminan a la pequeña aldea. Cuando llegan, Lázaro ya había muerto. Al Verlo llegar, María, la hermana más joven se echa a llorar inconsolable! Jesús se conmueve profundamente…nunca disimuló el gran cariño y aprecio que siente por los tres hermanos donde posiblemente se alojaba cuando iba de paso a Jerusalén.

Jesús no sólo llora la muerte de un amigo muy querido, sino que siente la impotencia de todos delante de la muerte. El deseo de vivir es innato en el hombre y la pregunta está ahí:  “¿por qué tenemos que morir, por qué la vida no es más larga, más dichosa y más segura?….  Cada ser humano lleva clavada la inquietante pregunta en el fondo de su ser: ¿Qué va a ser de cada uno de nosotros?……

Los cristianos no sabemos de la otra vida más que los demás. También nosotros  tenemos que acercarnos con humildad al silencio oscuro de nuestra muerte. Pero hay una diferencia: la confianza que nos inspira la fe en la infinita bondad del Dios Padre amoroso, manifestado en Cristo Jesús. Este es el meollo de nuestra fe. Nos apoyamos en ese Jesús que vivió como verdadero hombre entre los hombres y que aceptando, como hombre el punto final de sus días terrenos, pudo decir: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mi, aunque haya muerto vivirá”.  

CANTAREMOS:

      • Al reunirnos ………………………………………………..    6
      • Te vengo a ofrecer
      • Si yo no tengo amor …………………………………… 178
      • Vaso nuevo ………………………………………………… 221
      • Ya no temo …………………………………………………. 223

2 de Abril – V Domingo de Cuaresma /A

Evangelio según San Juan (Jn 11,3-7.17.20-27.33-45)

En aquel tiempo, Marta y María, las dos hermanas de Lázaro, le mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”. Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a su discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”.

Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”.

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Jesús se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?”
Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de allí!” Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”.

Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.