Mes: febrero 2018

Miércoles de ceniza.

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

imageLa Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por vivir como verdaderos creyentes, como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas.

  40 días

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.  En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.

Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: Conviértanse. Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras Conviértanse y crean en el Evangelio y con la expresión Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás, invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

Sinónimo de “conversión es así mismo la palabra penitencia Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.

CANTAREMOS:

      • Entrada: Somos un pueblo que camina ………………………… 174
        • Antífona: “No endurezcan su corazón”
      • Ceniza: Este es el ayuno ………………………………………………..  86
        • Perdona a tu pueblo ………………………………………….. 129
      • Ofertorio : Este pan y vino ……………………………………………    91
      • Comunión : Vaso nuevo ……………………………………………….  221
        • Perdón Señor …………………………………………………….  133
      • Salida : Dame un nuevo corazón …………………………………     64

Evangelio: Marcos (1,40-45): Liberar a los marginados, praxis del Reino

III.1. Es el último episodio de la “praxis” de la famosa jornada de Cafarnaún, antes de pasar a las disputas (Mc 2,1-3,6). Quiere ser como el “no va más” de todo aquello a lo que se atreve Jesús en su preocupación por los que sufren y están cargados de dolor, de miseria y de rechazo por una causa o por otra. En cierta manera es un milagro “exótico” por lo que implica de que, quien fuera curado de una enfermedad como la lepra, tenía que presentarse al sacerdote para ser “reintegrado” a la comunidad de la alianza. Los leprosos son “muertos vivientes”, privados de toda vida de familia, de trabajo y de religión. El leproso cae de rodillas delante de Jesús (genypetéô). Es verdad que nos encontramos ante un hecho taumatúrgico sin discusión, pero es mucho más que eso. Incluso en razón de las exigencias de Lev 13-14, no basta con ser curado, sino que este hombre debe ir al sacerdote, es decir, al templo para que de nuevo recupere la identidad como miembro del pueblo elegido de Dios. Pero Jesús, con su “acción”, ya está haciendo posible todo ello; ha ido más allá de lo que le permitía la ley; se ha acercado a la miseria humana, la ha curado, pero sobre todo, la ha acogido.

III.2. El relato evangélico está planteado, con mucho acierto, al final de la actividad de Jesús en esa jornada de Carfarnaún que nos ha venido ocupando los últimos domingos. La narración sigue un proceso liberador, en el que se ponen de manifiesto las actitudes de los hombres y los pensamientos de Dios. Un leproso, como ya hemos dicho, estaba excluido de la asamblea del pueblo de la alianza y debía presentarse al sacerdote, en el templo, en Jerusalén, el centro del judaísmo y de las clases poderosas. Aunque todo comenzara siendo una “ley de sanidad”, como en Israel todo se sacralizaba, se llegó a dogmatizar de tal manera, que quien estaba afectado por ella, era un maldito, pasando a ser una “ley de santidad”. Ya hemos dicho que esta es una enfermedad de pobres y marginados. Nadie, pues, se acercaba a ellos: su soledad, su angustia, sus posibilidades )quién podía compartirlas? Es el momento de romper este círculo infernal.

III.3. Jesús, que trae el evangelio, va a enfrentar a los hombres de su tiempo con todo lo que significa marginar al los pobres en nombre de Dios. Jesús se acerca a él, le toca (expresamente se dice que extendió la mano y le tocó, lo que implicaría que desde ese instante Jesús también quedaba bajo la ley sagrada de la contaminación); pero le cura y, con una osadía inaudita, le envía al sacerdote (a los que representan lo sagrado y el poder) para que sea un testimonio contra ellos y contra todo lo que pueda ser sacralizar las leyes sin corazón. El evangelio es un escándalo y pone de manifiesto eso de que los pobres nos evangelizan. Dios, pues, se hace vulnerable. No encontramos, pues, ante la fuerza poderosa de un “sistema” que debe ser vencido por la debilidad del evangelio. Lo lógica del sistema que está detrás de esa ley de santidad-sanidad, es la de autoconservación, hasta el punto de ser inexorable. Con esas realidades se encuentra Jesús en su vida y tiene que hacer opciones como las que aquí se muestran. La fuerza del Jesús taumaturgo, o médico, pasa a un segundo plano frente a su opción por los que viven día a día la miseria a que son reducidos todo los desgraciados.

III.4. En este relato de Marcos no es menos sugerente el mandato de Jesús de que no diga nada a nadie y el poco caso que hace de ello el “leproso” curado. El “secreto a voces” lleva la intencionalidad de este evangelista, porque pretende poner de manifiesto que más importante que la aceptación por parte del sacerdote de su curación, es proclamar (se usa, incluso, el verbo kêrýssein, que es propio del anuncio del evangelio en el cristianismo primitivo) que ha sido Jesús, el profeta de Galilea, quien le ha llenado el alma y el corazón de gratitud y de acción de gracias a Dios. La ley, aquí, frente al evangelio, también queda mal parada y, en cierta forma, anulada. Y si queremos, podemos ver que el “leproso” curado, ni siquiera va al templo, al sacerdote (el texto, desde luego, no lo explicita y yo opino que intencionadamente); no le hace falta, porque el evangelio que Jesús trae en su manos es más que esa religión que antes lo ha marginado hasta el extremo.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

Cantaremos – VI Domingo del tiempo Ordinario /B

En tiempos de Jesús los enfermos eran  excluídos de la convivencia familiar, social y religiosa. Un buen pretexto para esta segregación eran los enfermos de la piel. Este domingo contemplamos la respuesta inmediata que Jesús le da aun leproso, cuando se acerca temeroso para decirle: “Señor, si tú quieres, puedes curarme”. La fe de aquél hombre conmueve a Jesús, y lo sana de inmediato.   Jesús no sólo predica, sino que cura enfermos integrándolos a la vida útil y a la convivencia familiar. La manera de amar de Jesús, es curar, es aliviar el dolor humano, es salir al encuentro de los necesitados y aliviar sus dolencias.

Hoy vivimos en un mundo cargado de problemas y es urgente la respuesta solidaria y compasiva ante tantos hermanos necesitados. Nuestra Venezuela es hoy la patria de los excluidos. Es imperativo que sumemos esfuerzos para poner fin al hambre nacional, a la falta de medicamentos y de atención a tantos enfermos  que podrían salvar su vida con la atención y la medicina adecuada. Nos movemos cada día en medio de abrumadoras necesidades, creadas y agravadas por la expresa discriminación política reinante. Salta a nuestros ojos y a nuestro corazón la inmensa diferencia entre la compasión del Señor y la insensible crueldad con la que se empuja a tantos hermanos al hambre y a la enfermedad.   Aquí queda plasmada de cuerpo entero la inmensa diferencia entre comunismo y cristianismo. La identidad evangélica de nuestras comunidades debe esmerarse en manifestar su completa solidaridad, no sólo “regalando pescados”…sino derribando las causas de tanta miseria,enfermedad y muerte. Eso fue lo nos enseñó Jesús.

CANTAREMOS:

      • El Señor nos llama y nos reúne ……………………………… 272
        • Ten piedad . Gloria
        • Aleluya . Antífona
      • Este pan y vino ……………………………………………………….  91
      • Con nosotros está ………………………………………………….  45
        • Si yo no tengo amor
      • Cantad al Señor, Aleluya ……………………………………….  52

11 de Febrero – VI Domingo del Tiempo Ordinario /B

Evangelio según san Marcos (Mc 1,40-45)

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.

Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.

Cantaremos–V Domingo del Tiempo Ordinario /B

Los evangelios nos ofrecen relatos donde se describe el estilo de vida de Jesús. El era un hombre muy atento al dolor de la gente, incapaz de pasar de largo si veía a alguien sufriendo. No sólo predicaba su mensaje del reino de Dios, sino que su vida era una manifestación constante de solidaridad, por eso le buscaban tanto los enfermos y desvalidos, como los atormentados con angustias de otro tipo.  Ese comportamientos del Señor, es precisamente el programa de vida del cristiano. Todo cristiano es un seguidor de Jesús y su misión es ser como él. Quien vive con un corazón que ve, sabe captar las necesidades de los demás en lo más profundo de su ser para ayudar.. Si cada uno aprende a mirar al otro como miraba Jesús, descubrirá que puede ofrecerle la mirada de amor que él necesita. Nuestro país, hoy más que nunca, nos necesita profundamente cristianos, es decir: solidarios, humanos, más abiertos a las terribles carencias y necesidades de las mayorías que centrados en las propias ambiciones…. Vivir como Jesús, es haber descubierto el meollo de su invitación a pertenecer al reino de Dios, donde la norma es el pensar en los demás, la inclusión, la solidaridad y la fraternidad.

CANTAREMOS:

      • Reunidos en el nombre ………………………………………..…. 159
      • Tu pones lo demás …………………………………………………. 190
      • Quién es ese ………………………………………………………….. 145
      • Señor tu eres nuestra luz …………………………………..……. 171
      • Solo el amor ………………………………………………………….. 166

Evangelio: Marcos (1,29-39): El evangelio “cura” las miserias.

III.1. El evangelio de hoy es la continuación de lo que se había iniciado el domingo pasado con la actuación de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. Y lo que quiere ponerse de manifiesto es que aquella enseñanza liberadora que se hizo en el ámbito del lugar sagrado y en el día del sábado, no puede quedar petrificado allí. En la vida de cada día, enfermedad, muerte, opresión -como ha entonado desesperadamente Job-, nos acechan continuamente, pero Jesús ha venido para traer el evangelio liberador. Con su actitud desafiante, que se relata aquí como un ciclo de actuaciones de su vida, está poniendo en su sitio lo que debe ser el mensaje liberador de las buenas noticias. La enfermedad no es consecuencia del pecado; lo más santo y sagrado no esta cegado para nadie; Dios mismo busca a todas estas personas para llevarles esperanza. Eso es lo que significa esta jornada, jornada teológica, por otra parte, de Jesús en Cafarnaún.

III.2. La enseñanza con autoridad (exousía) de la que se hablaba en la escena de la sinagoga ha salido, pues, de lo sagrado y llega a la vida de cada día. Lo sagrado, lo religioso, lo espiritual tiene que ser humano. A Jesús, con fama de taumaturgo, le llevan todos los enfermos. Ya se sabe lo que es la gente para estas cosas y más en aquella sociedad y con aquella mentalidad. Pero no se trata solamente de la pura milagrería, sino de la pasión por ser feliz que todos llevamos en nuestro corazón. Jesús rompe todas las normas, entra en las casas, toca a los enfermos, aunque sean mujeres, sale a las puertas de la ciudad. La fuerza irresistible, así lo ve Marcos, de evangelio ya no la pueden manejar las autoridades a su antojo. Las sanaciones de Jesús se explican en las coordenadas de aquella mentalidad popular. Jesús “enseña” que hay que sanar a los enfermos (hoy lo hace la medicina) y una sanación “milagrosa” no tiene por qué ser más importante que lo que Dios quiere que se haga por el conocimiento de la naturaleza. Pero Dios pide, para todos los curados y liberados de sus males una fe y una esperanza que es la fuerza del evangelio.

III.3. El evangelista Marcos sabe que Jesús tenía que buscar una fuerza poderosa en la oración y en la intimidad con Dios, para decir y hacer lo que hizo en aquella “jornada”: ir a las casas, a los lugares públicos como la puerta de la ciudad, para liberar a los hombres de sus males. Ese y no otro, es el proyecto de Dios. Y aunque Jesús aparezca aquí como un taumaturgo, o algunos lo confundan con un milagrero que busca su fama (sus mismos discípulos así lo entendieron al principio), Jesús sabe retirarse para buscar en Dios la fuerza que le impulse a llevar el evangelio por todos los pueblos y aldeas de Galilea. En definitiva, el evangelio está frente a las miserias de la vida. Se ha hecho notar, con razón, que Jesús viene de parte de Dios como solidario con nuestras miserias. Pero además, en una lectura más en profundidad se nos muestra a Jesús luchando contra un sistema de vida y de ideas: los enfermos, los pobres, los marginados nos evangelizan; a ellos se acerca Jesús y con ellos nos llega a nosotros el evangelio.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

4 de Febrero–V Domingo del Tiempo Ordinario /B

Evangelio según san Marcos (Mc 1,29-39)

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.

Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.