Mes: junio 2018

1º de Julio – XIII Domingo del Tiempo Ordinario /B

Evangelio según san Marcos (Mc 5,21-24,35-43)

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva”. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía.

Unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: “Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?” Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que tengas fe”. No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: “¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida”. Y se reían de él.

Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: “¡Talitá, kum!”, que significa: “¡Óyeme, niña, levántate!” La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.

Cantaremos. Solemnidad de Natividad de San Juan Bautista.

El niño crecía y su espíritu se fortalecía Celebramos el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí invita a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra ; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús. Es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. Juan Bautista es el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo. Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios . Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, San Juan es modelo y ayuda para nosotros; San Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos

CANTAREMOS:

      • Reunidos en el nombre del Señor …………………………………. 159
      • Te ofrecemos Señor …………………………………………………… 186
      • Somos un pueblo que camina …………………………………….. 174
      • Tan cerca de mí ………………………………………………………… 193
      • Tomado de la mano …………………………………………………… 191

Lectura Bíblica . Evangelio (Lucas 1,57-66.80): ¡Juan es su nombre! Dios nos ofrece misericordia

La “historia” del nacimiento de Juan en Lec 1 se ha prestado mucho a la piedad o, por el contrario, es una de las cuestiones históricas más debatidas. En realidad la descripción del nacimiento de Juan se hace en paralelo con la de Jesús, pero con las diferencias pertinentes. No podemos menos de notar lo escueto que es el evangelista para narrar el “nacimiento” de Juan (Lc 1.57-58) en dos versículos, mientras que al nacimiento de Jesús le dedica veinte (Lc 2,1-20). Las consecuencias del nacimiento de Juan y la imposición de su nombre se explican como contrarréplica a la escena del anuncio de su nacimiento y a la mudez de su padre Zacarías. Zacarías debe hablar y escribir para dimensionar el nombre divino y el papel que el niño ha de tener. Lo extraño y curioso es que Lucas concede menos peso al nacimiento de Juan y mucho más al rito judío de la circuncisión y la imposición del nombre (vv. 59-66), mientras que en el caso de Jesús sucede al contrario: el nacimiento y sus consecuencias tienen un peso extraordinario y del rito judío de la circuncisión le basta con una simple evocación (Lc 2,21). Además, se subraya que la imposición del nombre corresponde al padre de la criatura, en el caso de Juan. Pero en el caso de Jesús se le encomienda a María (Lc 1,31). Estas diferencias, sin duda, marcan la teología de lo que Lucas quiere expresar: aunque son dos anuncios y nacimiento paralelos, lo de Jesús es distinto de lo de Juan el hijo de un sacerdote.

Algunos autores no están seguros de que en tiempos de Jesús la imposición del nombre se realizara en el momento de la circuncisión, va que en el AT parece que era en el momento del nacimiento (Cf Gn 21,3). En todo caso, la afirmación de Zacarías: ¡Juan es su nombre! pretendería explicar que la vida de Juan estaría en manos de Dios y no de sus padres o de su familia. Según la tradición que Lucas recoge, Zacarías era de familia sacerdotal, como sabemos, y el futuro de este niño debería ser el mismo: servir al culto y el templo; tenía derecho. Pero como se quiere poner de manifiesto en Lc 1,80, este niño no será sacerdote, sino profeta, aunque un profeta muy especial: en el desierto y llamando a un bautismo de conversión a todo Israel. ¿Qué es histórico en todo esto? No lo sabemos, porque la verdad es que el nacimiento no ocupa mucho interés; casi todo se centra en poner el nombre previo acuerdo entre Isabel y Zacarías después, con la tablilla; todo para contradecir a la gente e imponer un nombre que no sabemos que viene “del cielo”, como el de Jesús, pero lo parece, según la estética de nuestro narrador.

¿Qué significar Juan? Un nombre es muy importante en la Biblia. El nombre es todo un programa, un diseño de vida… Jesús significa “Dios salva o es mi salvador” y su vida estará dedicada a la salvación. Juan (Yóhanan) viene a significar: “Dios es propicio o Dios se ha apiadado” o bien, “Dios es misericordia”. Desde esta explicación y significado es cómo podemos entender el canto del Benedictus que Lucas ha puesto a continuación, donde la visita de Dios a su pueblo es la idea que exhorta a bendecir y a alabar a Dios. Este cántico de Zacarías, sin duda compuesto de Lucas, con todas las resonancias de los cantos del AT viene a mostrar que toda la historia del pueblo de las promesas no ha sido en vano y que ha llegado el momento en que Dios, de nuevo, estará con los suyos. Juan, pues, tiene esa misión en su nombre mismo: anunciar que Dios ha de llegar para visitar, liberar… es lo que hará Jesús, quien con su nombre y su vida ha de llevar a cumplimiento lodo el proyecto salvador de Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

24 de Junio . Solemnidad de Natividad de san Juan Bautista.

Evangelio según san Lucas (Lc 1,57-66,80)

Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel.

Comentario Bíblico. XI Domingo del Tiempo Ordinario. Evangelio según san Marcos.

Las parábolas de Jesús son toda una escusa para hablar del misterioso crecimiento del reino que anuncia. Es verdad que había anunciado con una seguridad inquebrantable que “ya está aquí” o que “en medio de vosotros”. Mc 1, 14-15 lo pone como frontispicio de todo y como programa, a la vez que exige conversión y confianza en ese anuncio. Pero podían preguntarle, como de hecho sucedió ¿dónde está ese Reino? De allí que las dos parábolas del crecimiento, mediante los símbolos de un grano (aunque un grano es pequeño, no se resalta este punto) y una semilla de mostaza (que es como una cabeza de alfiler) vengan a decirnos algo significativo de sus comienzos, de sus logros y de su consumación. Se da una cierta disimilitud y contraste en el final de las dos comparaciones: la del grano en lo que se refiere a lo que, a causa del crecimiento y la consumación final, no tendrá sentido (se desechará) y la de la mostaza nos habla del Final en términos más positivos, porque se hará grande y vendrá a ser “hogar” y protección de multitudes de pájaros.

El reino está ya aquí, pero solo como una semilla que es confiadamente un final grandioso o apropiado. No son parábolas o comparaciones deslumbrantes, pero están llenas de sentido. Debemos aceptar la misma naturalidad de este mensaje en cuando es algo que ya está sembrando, que está creciendo y por eso tiene misterio. Como tiene misterio la comparación de la levadura (cf Mt 13,33; Lc 13,29-21) que poco a poco impregna la masa. Eso quiere decir que está “germinando” y por eso se alumbrará un mundo nuevo, tanto en el caso de acabar algo que no tiene sentido en la historia (y por eso de meterá la hoz) o en el caso de que se construya un “hábitat” donde vengan todas las aves a protegerse. Incluso deberíamos entender que se trata de toda clase de aves y por lo mismo que se estaría apuntando a los paganos. Son los dos aspectos del Reino y de su transformación de la historia: algo quedará caduco, pero lo más importante es la imagen de los pájaros que anidan.

Es ese final bueno y liberador el que debemos proponer como mensaje de las parábolas de hoy. Es verdad que se nos habla de “meter la hoz”, pero es lógico que esta historia humana debe dejar aquí todo aquello que no tiene sentido, que es opuesto al proyecto y a la plenitud del Reino de Dios. Pero en la parábola de la mostaza, que comienza con el sentido de la “nimiedad” de lo insignificante y de lo mínimo, todo se transforma hasta ofrecernos la imagen de un árbol cósmico donde todos puedan encontrar no solamente el hábitat humano, sino la verdadera felicidad del Reino. Así, pues, quiere decirnos Jesús, son las cosas de Dios. Esta es la propuesta de esperanza que forma parle de la entraña del Reino, por insignificante que parezca. En estas metáforas, pues, proponía Jesús un mensaje que llenaba los corazones de los sencillos.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

17 de Junio – XI Domingo del Tiempo Ordinario /B

Evangelio según san Marcos (Mc 4,26-34)

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.

Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Comentario Bíblico . Evangelio (Marcos 3,20-35): Frente a lo "demoniaco", la familia de los hijos de Dios

De entre las sanaciones de Jesús, merece la pena hablar de la “desdemonización” como clave del anuncio de la presencia del Reino. Pero esto, hoy, no se puede abordar simplemente como de “expulsión de demonios”, fenómeno de “exorcistas” que tanta curiosidad provoca a veces, sino de la liberación de la mente y del corazón de que todo el que sufría y padecía estaba bajo la égida del demonio, de Beelzebul como personalización de todo ello. La cultura de la enfermedad en el judaísmo y en Galilea especialmente, tenía estos tonos tan dramáticos de personas desquiciadas. El drama es que esto se concebía como un castigo y un abandono de Dios. Es ahí donde actúa Jesús con su acción “desdemonizadora”. Y si el Reino de Dios no se queda simplemente en un concepto, sino que es una fuerza que transforma, Jesús libera a toda esta gente estigmatizada por sus vecinos, y deben ser los primeros en experimentar la misericordia de Dios.

Por eso, la acusación de que Jesús actúa en nombre de Belzebú es negarle todo el pan y la sal del Reino que anuncia y de su misericordia. La parábola, pues, es sintomática: no puede actuar en nombre del Belzebú y expulsarlo. Tiene que ser en nombre de una fuerza mayor; pero es eso lo que no le quieren aceptar. No hay poderes mágicos ni ocultos, sino una palabra de vida, de acercamiento, de misericordia, de gratuidad en nombre del mismo Dios que niegan a esos desgraciados. Es una terapia psicológica, pero más que eso, teológica y espiritual, que sus adversarios no pueden resistir. No hace falta entrar en los términos técnicos de esas enfermedades de la mente, porque lo eran también del corazón. En realidad era una enfermedad cultural y también religiosa, de entonces, que Jesús no estaba dispuesto a aceptar frente a su mensaje evangélico de alegría y amor. 

Esa acusación, quiere entender el redactor del evangelio, es justamente lo que viene a ser la blasfemia contra el Espíritu Santo. Se trataría, sin duda, de un “dicho” de Jesús independiente que ahora cobra su sentido aquí: acusarlo de estar de parte de Satanás porque libera a los “endemoniados” es faltar a toda la verdad. Es ponerlo del lado de las tinieblas cuando viene a traer luz; es ponerlo de parte de los cobardes, cuando viene a ser la misma fuerza salvadora y liberadora de Dios; es ponerlo en el ámbito de la cultura malsana de Satanás, cuando todo lo experimenta y lo pace en nombre de Dios y de su bondad. Ese es el pecado contra el Espíritu. 

La escena que leemos de Marcos se remata con esa dosis de maldad hasta el punto de que pretenden responsabilizar a la misma familia de Jesús para que ponga remedio al asunto. “Su madre y sus hermanos” han llegado para llevárselo y convencerle que deje ese camino. Es una noticia escueta, dura, realista, sin duda. El que parte de su familia no le apoyara en su actividad de profeta itinerante, no debe sorprendemos; es uno de los puntos que hoy se dan como asumidos en la aproximación a la vida histórica de Jesús. La sociedad galilea tenía sus propias identidades socioculturales y no se perdona ni a una persona ni a su familia en estos casos. Pero Jesús responde como había de responder. Sin renunciar a su madre y a sus hermanos… extiende su familia a todos los enfermos y desvalidos que han encontrado en su “terapia espiritual” una familia nueva que les acoja y les cuide. Son los seguidores del reino de Dios que liberándose de esa cultura demoníaca inaceptable, sienten que de verdad Dios está con ellos en sus sufrimientos.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

10 de Junio – X Domingo del Tiempo Ordinario/B

Evangelio según san Marcos (Mc 3,20-35)

En aquel tiempo, Jesús entró en una casa con sus discípulos y acudió tanta gente, que no los dejaban ni comer. Al enterarse sus parientes, fueron a buscarlo, pues decían que se había vuelto loco.
Los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús: “Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”.

Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos, no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.

Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Llegaron entonces su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: “Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan”.

Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Comentario Bíblico . Evangelio: Marcos (14,12-26): La muerte como entrega

III.1. El evangelio expone la preparación de la última cena de Jesús con los suyos  y la tradición de sus gestos y sus palabras en aquella noche, antes de morir. Sabemos de la importancia que esta tradición tuvo desde el principio del cristianismo. Aquella noche (fuera o no una cena ritualmente pascual), Jesús hizo y dijo cosas que quedarán grabadas en la conciencia de los suyos. Con toda razón se ha recalcado el «haced esto en memoria mía». Sus palabras sobre el pan y sobre la copa expresan la magnitud de lo que quería hacer en la cruz: entregarse por los suyos, por todos los hombres, por el mundo, con un amor sin medida.

III.2. Marcos nos ofrece la tradición que se privilegiaba en Jerusalén, mientras que Lucas y Pablo nos ofrecen, probablemente, «las palabras» con la que este misterio se celebraba en Antioquía. En realidad, sin ser idénticas, quieren expresar lo mismo: la entrega del amor sin medida. Su muerte, pues, tiene el sentido que el mismo Jesús quiere darle. No pretendió que fuera una muerte sin sentido, ni un asesinato horrible. No es cuestión de decir que quiere morir, sino que sabe que ha de morir, para que los hombres comprendan que solamente desde el amor hay futuro. La Eucaristía, pues, es el sacramento que nos une a ese misterio de la vida de Cristo, de Dios mismo, que nos la entrega a nosotros de la forma más sencilla.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura