Mes: julio 2020

Comentario Bíblico. Mateo (13,44-52): El tesoro de la sabiduría del Reino

III.1. El texto evangélico de hoy es el final del c.13 de Mateo, el capítulo de las parábolas por antonomasia, en que una y otra vez se compara el “Reino de los cielos” con las cosas de este mundo, de la tierra, del campo, de la cizaña. En este caso, nos hemos de fijar en el tesoro del campo y la perla (vv. 44-46). Son como dos parábolas en una, aunque pudieran ser independientes en su momento. Las dos parábolas, tras una introducción idéntica, narran el descubrimiento de algo tan valioso que los protagonistas (un hombre cualquiera y un comerciante) no dudan ni un instante en vender todo lo que tienen para adquirirlo; lo hallado es tan extraordinario que están dispuestos a desprenderse de cuanto poseen con tal de apropiárselo. No todos los días tiene uno la suerte de descubrir un tesoro o una perla de inmenso valor. Cualquier hombre sería feliz con un descubrimiento semejante. Por eso, haría todo lo posible por obtenerlo, aunque para ello tuviera que pagar un alto precio. En las dos parábolas, los bienes que poseen los protagonistas del relato, pocos o muchos, son suficientes para que con su totalidad puedan adquirir lo que han encontrado. En ambos casos, el acento recae sobre el descubrimiento y sobre la decisión que toman los dos protagonistas.

III.2. Efectivamente, la decisión que toman parece desproporcionada o, al menos, arriesgada. Pero hemos de considerar que tienen una seguridad en esa decisión que les lleva hasta ese destino. ¿Es sabiduría o coraje (parresía)? Las dos cosas. Los elementos secundarios de las narraciones -si entendemos que son dos-, no dejan de tener sentido, aunque ya sabemos que en la interpretación de los parábolas no debemos exagerar o alegorizar cada una de las cosas que aparecen. Bien es verdad que en la primera hay un elemento sorpresa, porque es como el hombre que está en el campo, muy probablemente contratado, y encuentra el tesoro por casualidad. En el caso del mercader que recorre los bazares, sin duda, que siempre espera encontrar algo extraordinario y por eso porfía.

III.3. Como en los dos casos la comparación es con el “reino de los cielos” (bien en el caso del tesoro, bien en el caso del mercader) entonces el sentido no puede ser otro que este: cuando uno encuentra el Reino de Dios, bien porque ha tenido la suerte inesperada de encontrarse un tesoro o bien porque lo iba buscando habiendo oído hablar de él, entonces todo está en poner en marcha la sabiduría y el coraje de que uno es capaz, los cinco sentidos, arriesgarlo todo, entregar todo lo que uno tiene, por ello.

III.4. ¿Es que el reino de Dios es un tesoro? Naturalmente que sí. Porque es el acontecimiento de un tiempo nuevo de gracia y salvación, de felicidad y amor que Jesús ha predicado y que ha convertido en causa de su vida y de su entrega. Por eso lo importante de estas dos parábolas es la decisión que toman ambos protagonistas y más todavía la alegría de esta decisión en el caso de tesoro en el campo (extraña que el mercader de perlas no tenga esta reacción primera, aunque sea la misma decisión). No he encontrado mejor conclusión que esta: «El Reino aparece así como un don al alcance de todos, de los afortunados y de los inquietos, de los que sin buscarlo se lo encuentran por casualidad y de los que lo descubren al final de una búsqueda. Para responder adecuadamente a ese don, aceptándolo y haciéndolo suyo, el ser humano ha de estar convencido de que el Reino es lo más valioso que se le puede ofrecer y, en consecuencia, ha de estar dispuesto a anteponerlo a cualquier otro bien» (cf. F. Camacho Acosta, Las parábolas del tesoro y la perla, Isidorianum, 2002).

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

25 de Julio – XVII Domingo del Tiempo Ordinario.

Evangelio según san Mateo (Mt 13,44-52)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.

El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.

También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.

¿Han entendido todo esto?’’ Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.

Comunidad. XVI Domingo del Tiempo Ordinario

Avanza el mes de julio. La atención de medio mundo está puesta en la pandemia del coronavirus, que en algunos rincones del planeta está en su punto más álgido, y en otros amenaza con peligrosos rebrotes… Lloramos a quienes se fueron o han sufrido la enfermedad y miramos con miedo esa crisis económica de la que avisan, y que repercutirá directamente en muchos hogares, quizás en los nuestros, y seguro que en los de los más débiles. Como siempre…

La realidad, cuando nos asusta, despierta en nosotros lo peor que guardamos dentro. Es como si necesitáramos encontrar culpables, no solo en la esfera pública sino también en nuestro entorno más cercano. El mal humor o el enfado, en ocasiones empujan a la crispación o al odio, tantas veces alentado desde las sombras más oscuras.

Nos rodea el mal, y hay momentos en que lo percibimos de una forma casi evidente: en el misterio de un virus tan pequeño y cruel, en las relaciones sociales tensas e interesadas, en la desesperanza que nos ciega para mirar al futuro. Convivimos con el mal y no sabemos cómo abordarlo.

Nadie, a lo largo de los siglos, ha logrado una explicación convincente sobre su origen: filósofos, teólogos o las distintas ramas del saber humano lo han intentado. Tampoco el Evangelio da una respuesta sobre su procedencia. Pero sí nos da claves para saber convivir con él. La comunidad de Mateo, cincuenta años después de la Pascua, se sorprendía de que el Reino no triunfase sobre el mal y su poder. El libro de la Sabiduría (medio siglo antes) también se hacía preguntas similares… Jesús tiene una respuesta, para entonces y para ahora: deben convivir juntos. Pues aunque el mal tiene efectos evidentes, el Reino de Dios crece desde lo pequeño y sin hacer ruido: esas semillas no se perderán sino que crecerán a su tiempo.

Fr. Javier Garzón Garzón
Convento Santo Tomás de Aquino – ‘El Olivar’ (Madrid)

19 de julio. XVI Domingo del tiempo ordinario

Evangelio según san Mateo (Mt 13,24-43)

En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y luego almacenen el trigo en mi granero’ ”.

Luego les propuso esta otra parábola: “El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas”.

Les dijo también otra parábola: “El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar”.

Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.

Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo”.

Jesús les contestó: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga’’.

La Virgen de la Consolación de Táriba

LA VIRGEN DE LA CONSOLACIÓN DE TÁRIBA

El 15 de agosto, día en que la Iglesia celebra la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, el pueblo del Edo. Táchira celebra a la Virgen de la Consolación de Táriba… Sostuvo el Hermano Nectario María, que la más antigua de las imágenes célebres en Venezuela “es la de la Consolación de Táriba, que asciendo a los comienzos de la colonia”. Probablemente sea la imagen más antigua, después de la imagen de la Virgen del Valle de Margarita… ¿Qué tan antigua es la imagen, en realidad?
Existen algunas referencias, por las cuales consta la antigüedad de la imagen… la más importante, el “Libro primero de las Genealogías del Nuevo Reino de Granada” del cronista Juan Flórez de Ocariz, publicado en el año 1674, según el cual “habrá cien años, que de uno de los primeros conquistadores de su distrito hubo esta imagen una pobre mujer que asistía en el campo, y en su poder empezó a obrar maravillas y el primer milagro, y ha continuado otros muchos y los prosigue. Ahora ochenta años, en el sitio donde comenzó a darse a conocer con beneficios se fundó una Iglesia frecuentada de partes distantes”… obtuvo esta imagen una mujer cien años antes de la publicación del libro, es decir, por el año 1574, lo cual es perfectamente posible. El Dr. Lucas Guillermo Castillo Lara —hermano del Cardenal Rosalio Castillo Lara e insigne historiador— ha sugerido, que la imagen podría remontarse incluso a la década de la fundación de la villa de San Cristóbal, de 1561 a 1570…
En la llamada “Relación auténtica de la devoción de la imagen de Nuestra Señora de Táriba”, hecha en el año 1654, el Capitán Francisco Fernández de Rojas, Alférez Mayor y Alcalde Ordinario de la villa de San Cristóbal, declara haber visitado la Ermita de la Virgen de Táriba unos treinta años antes.. y relata el milagro de la renovación de la imagen: Que, estando jugando a las bolas Alonso Álvarez de Zamora con algunos familiares y amigos, “se les quebró una paleta y, buscando de qué hacer otra, toparon con el dicho cuadro y, como lo hallaron sin figura ninguna, quisieron hacer de él una paleta para jugar a las bolas e intentaron quebrarla sobre una piedra y, queriendo hacerlo, no pudieron y les sonaba como tambor. Ya a esto saltó la mujer del dicho Zamora y les dijo, que eran bellacos, que por qué no miraban, que aquel cuadro había sido imagen, aunque no se parecía, y la cogió la dicha mujer y la volvió a meter en la (…) despensa colgándole en una estaca en la pared. Y esto fue poco después del mediodía. Y luego, a la tarde, como a las 4:00 de ella, vieron que en la dicha despensa, que hoy es de dicha Ermita, y en el mismo sitio, le salía un grandísimo resplandor, que les parecía ser fuego, y que se quemaba la casa, y todos fueron a socorrerla, y abriendo la dicha despensa hallaron, que no era fuego material, y quedando todos espantados vieron el dicho cuadro figurando una imagen de Nuestra Señora, que es hoy la que veneramos en Táriba, por llamarse así el sitio”.

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El Santo Cristo de La Grita

EL SANTO CRISTO DE LA GRITA

El 6 de agosto, día en que la Iglesia celebra la Fiesta de la Transfiguración del Señor, el pueblo del Edo. Táchira —en realidad, el pueblo de Venezuela y parte de Colombia— celebra al Santo Cristo de La Grita…Narra Fray Pedro Simón en sus “Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales”, que en el año 1573 el conquistador Francisco de Cáceres, después de intentar poblar una ciudad denominada del Espíritu Santo en las espaldas de la cordillera de Guatavita —en la actual Colombia—, “pasando adelante con su gente, halló por todas partes tan malos países, tierra tan despoblada y toda de tan ruin gente, que, cargándose a la del Norte, prosiguiendo lo conquistado, se vio necesitado de volver sobre la mano izquierda, y entrarse en el valle de La Grita, que está en la mitad del camino, poco más o menos, de la villa de San Cristóbal y la ciudad de Mérida, tierra que era ya bien conocida de muchos. Donde, a persuasión de algunos de sus Capitanes y soldados, en especial del Capitán Pedro de Zapata y Alejandro de Carrillo, aunque caía aquéllo fuera de su demarcación, pobló una ciudad, que le llamó del mismo nombre que la primera, (…), ya entrando el año de 1576, (…)”. El mismo conquistador Francisco de Cáceres, estando en España, solicitó de la Orden Franciscana en el año 1579 “Religiosos para fundar Conventos y una Provincia en aquélla que él había conquistado y los demás que en sus contornos pretendía conquistar”; y, ese mismo año el Padre Fray Juan de Maqueda —con ocho Religiosos— “llegó al puerto y ciudad de Cartagena, desde donde subió a la de La Grita con ellos. Y a los fines del dicho año y dando luego principio a la fundación de un Convento en la ciudad del Espíritu Santo de La Grita, quedando en él algunos Religiosos, pasó el resto de los demás a fundar otro a otra población que había más adelante, a la parte del Este, inclinada al Norte de ésta, llamada la villa de Barinas”.

El terremoto de San Blas del 3 de febrero de 1610 —los terremotos eran apodados de acuerdo al día del Santo en que ocurrían— destruyó el Convento de los Franciscanos de La Grita… y, según la tradición —recogida por Cristo Antonio González—, la imagen del Santo Cristo fue hecha poco después del terremoto: “Los Frailes tenían en el vecino campo de Tadea una finca con casa, de donde posiblemente surtían al Convento de productos agrícolas necesarios para su subsistencia; esa casa quedó en pie y allá fueron todos, temerosos y abatidos a cobijarse. Entre los Frailes había uno, Fray Francisco, que tenía cierta habilidad para la escultura y quiso hacer algunas imágenes para la nueva Iglesia que se construiría. Pensó hacer primero un Santo Cristo; una figura doliente y sufrida daría aliento y ánimo al pueblo atemorizado por el terremoto y lo enseñaría a soportar con valentía los contratiempos de la vida. Puso manos a la obra, poco a poco fue perfilándose la figura de Cristo: el busto, las piernas, las manos. Dejó para último el rostro.

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Natalicio del Libertador

24 de julio de 2020

El 24 de julio es día de fiesta nacional en Venezuela: se celebra el Natalicio o nacimiento del Libertador… En realidad, el 24 de julio no fue fiesta nacional, sino hasta que el Gral. Antonio Guzmán Blanco, siendo Presidente, lo declarara como tal. Hasta entonces se había celebrado como fiesta nacional en Venezuela el 28 de octubre, día de los Santos Apóstoles Simón y Judas Tadeo Apóstoles, Onomástico del Libertador. De hecho, Simón Bolívar celebraba todos los años en grande su Onomástico, no tanto su nacimiento, su cumpleaños. Pero, ¿nació Bolívar verdaderamente un 24 de julio? Una de las pocas ocasiones,en que le celebraron el cumpleaños fue en el Cuzco, en el año 1825. Después de una corta permanencia en la villa de Urubamba, volvió el Libertador al Cuzco, y —se lee en el Periódico “El Sol del Cuzco” correspondiente al 27 de agosto de 1825— “experimentó de nuevo las festivas demostraciones de sus habitantes, que por las calles de su entrada en tapizaron ventanas, balcones y puertas; la salva de artillería y de un repique general de campanas avisaron su llegada a los barrios distantes y a toda la ciudad que le aguardaba con ansia.
El Iltmo. Señor Obispo obsequió a S.E. con un día de comida, y una noche de refresco: en ambas funciones se manifestaron la abundancia, la delicadeza y el gusto. El 25[de julio] logró el Cuzco la incomparable dicha de asistir en corporaciones a la Misa de gracias, que se celebró por el cumpleaños de S.E. en cuyo obsequio y memoria de su nacimiento, se presentó un suntuoso ambigú y baile ”.
Es de notar, que el cumpleaños fue celebrado no el 24, sino el 25 de julio… En todo caso, Bolívar nació en la noche del 24 al 25 de julio de 1783…

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Salio el sembrador a sembrar. Domingo XV del tiempo ordinario.

Estaban de pie, en la orilla del lago, escuchando a Jesús, que se había sentado en una barca. La mayoría de ellos eran trabajadores pobres, campesinos a sueldo, cansados de trabajar una tierra ingrata, rocosa y árida, como era la tierra de Palestina. Jesús les hablaba del Reino mediante parábolas. Esta vez fue la parábola del sembrador.

El evangelista Mateo nos cuenta la parábola. Él escribe a unas comunidades cristianas de su entorno, cansadas de predicar a oídos sordos, en medio de una sociedad descreída y hostil, ajena a los valores del Reino de Dios, inapetente a las propuestas del Señor Resucitado. Una sociedad semejante a la nuestra.

La Palabra de Dios que hoy escuchamos, en este domingo, alienta a estas comunidades cansadas de evangelizar y hasta un poco frustradas por el aparente fracaso de su misión. La de hoy, es una palabra que fortalece y da vigor y audacia a los testigos del Resucitado.

Hoy vamos a comprender mejor que la riqueza del evangelizador es la Palabra de Dios, del mismo modo que la semilla es la riqueza del sembrador; también nos daremos cuenta de que el desafío del sembrador es la calidad de las diversas de tierras que reciben la semilla; y que el desafío del evangelizador es la complejidad de los diversos oyentes.

Desde el acontecimiento de Pentecostés nos reconocemos como Iglesia de Jesús, discípulos y misioneros, que peregrinan por los caminos del mundo anunciando el Reino. Es bueno que, reunidos con Jesús, tomemos hoy conciencia, personal y comunitariamente, de la riqueza de la Palabra de Dios y de la capacidad de escucha de los oyentes.

Fr. Luis Carlos Bernal Llorente O.P.
Casa de la Santísima Trinidad (Montevideo-Uruguay)

12 de julio. XV Domingo del Tiempo Ordinario.

Evangelio según san Mateo (Mt 13,1-23)

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:

“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga.”

Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?” Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.

En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.

Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.

Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador.

A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.

Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.

Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.

En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta’’.