NATALICIO DEL PBRO. DR. JOSÉ CECILIO ÁVILA
Será siempre una gloria inmarcesible del eximio escritor y periodista Juan Vicente González haber legado a la posteridad la biografía del Padre Ávila, sacerdote insigne, quien, concluida la Guerra de Independencia, logró salvar la Universidad de Caracas…
Nació José Cecilio Ávila el 22 de noviembre de 1786 en el sitio de Pedernales, cercano a la población de Güigüe. Hijo de José Gregorio Ávila, quien había casado seis años antes con la aún adolescente Francisca Antonia Casañas, de doce años de edad, fue el tercero de seis hermanos. Tenía once años, cuando una violenta e inesperada enfermedad le arrebató a su progenitora, joven todavía; sin duda, la precoz maternidad le había minado el organismo. Habiéndose su padre radicado en Caracas, José Cecilio pudo seguir cursos de latín y filosofía, culminados el 11 de mayo de 1803. El 11 de agosto de 1805 obtuvo el título de Maestro en Filosofía, y el 25 de enero de 1808 el Doctorado en Teología. Al mismo tiempo que realizaba sus estudios, se preparaba para el sacerdocio: “Devorado del deseo de consagrarse a Dios, Ávila vistió el traje eclesiástico desde sus tiernos años. Su infancia y su adolescencia, inocentes, puras, habían corrido en el vestíbulo del templo. Vencido por la constancia del joven y asegurado de la solidez de su vocación, su padre le dejó libertad de escoger un estado, donde él mismo pensó entrar en su juventud y en que acababa de empeñarse” —el estado del sacerdocio… José Cecilio, por su parte, fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1811 por el entonces Arzobispo de Caracas, Mons. Narciso Coll y Prat… Para el año 1814 fue nombrado Rector del Seminario, desempeñándose posteriormente como Catedrático en la Universidad…
Fueron incontables los méritos del Padre Ávila… Entre ellos, el de haber logrado salvar a la Universidad de Caracas: “Para 1824 la Universidad iba a cerrarse, por la imposibilidad de sostenerse. Sin dotación los catedráticos, la academia, sin medios de subvenir a los gastos más indispensables, habría caído, sin duda, por algún tiempo al menos, sin la feliz elección de Ávila para el Rectorado. Entra éste y al punto llena todas las necesidades con desinterés sin ejemplo: Restablece la abandonada disciplina, anima a los profesores, despierta el entusiasmo, y (…) da nueva vida a los estudios, los ensancha, y prepara y funda nuevas Cátedras. Amenazaba a los estudiantes una contribución para el pago de los profesores; se opone y contenta a éstos; y temeroso de la inutilidad final de sus esfuerzos, tienta el único camino para salvar y perpetuar la fuente exclusiva del saber en Venezuela: Escribe a Simón Bolívar, (…)”. Se ignora el contenido de la correspondencia que enviara el Padre Ávila al Libertador; pero, éste le contestaba en elocuente carta, fechada en Lima, el 20 de febrero de 1826, que “me será muy halagüeño satisfacer la indicación que Vuestra Señoría me hace en beneficio de esa Universidad; porque después de aliviar a los que aún sufren por la guerra, nada puede interesarme más que la propagación de las ciencias”. La falta de interés de los que en la actualidad se dicen “bolivarianos” por la enseñanza universitaria en Venezuela, o peor todavía, su interés en acabarla, está en evidente contraste con el decidido interés mostrado por entonces por el Libertador poe la Universidad de Caracas…
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