Monseñor Orlando Álvarez, obispo de Matagalpa.
BOGOTÁ.– “Yo estaré en oración, estaré haciendo exorcismo desde aquí, estaré orando”. Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, se mantiene en ayuno de agua desde el viernes pasado como medida de protesta ante el hostigamiento y la persecución por parte del sandinismo. El clérigo, una de las voces más firmes en contra de la dictadura que permanece todavía en Nicaragua, decidió refugiarse en la parroquia del Santo Cristo de Esquipulas, que de inmediato fue cercada por agentes revolucionarios.
El gobierno también decidió censurar y sacar del aire el Canal Católico, que emitía la protesta del obispo y que pertenece a la Conferencia Episcopal de Nicaragua. “He de decir a todos estos hermanos policías que están cercando y rodeando el templo de las Colinas que yo no tengo nada en contra de ellos, amo a los que me anduvieron persiguiendo todo el día y reconozco que ustedes reciben órdenes y las cumplen”, subrayó el obispo, que se comunica con sus feligreses a través de Facebook, durante un homilía del pasado viernes.
El obispo católico nicaragüense Rolando Álvarez habla con la prensa en la iglesia Santo Cristo de Esquipulas en Managua, el 20 de mayo de 2022.
Monseñor Álvarez sufrió el jueves la persecución durante horas de la policía sandinista, que incluso irrumpió en la vivienda de una de sus sobrinas, donde se encontraba cenando. “Llegaron a mi casa familiar, poniendo en riesgo nuestra seguridad. La inseguridad en este país es por la policía”, denunció el obispo, que no es el único sacerdote perseguido por el régimen. El padre Harving Padilla, párroco de San Juan Bautista de Masaya, dio a conocer al país que desde hace una semana está cercado por paramilitares y policías.
“La guardia sandinista no ha permitido a la feligresía entrar en la sacristía. Se han apostado en todo el perímetro de la iglesia y han cerrado las calles”, advirtió hoy el padre Padilla, tras intentar el diálogo con los agentes afuera de su iglesia, una misión imposible.
“Estamos viviendo momentos difíciles como nación y nuestro deber como Iglesia es anunciar la verdad del Evangelio. Expresamos nuestra solidaridad a nuestro hermano monseñor Rolando Álvarez, quien siente zozobra por su seguridad personal”, reaccionó en un comunicado la Conferencia Episcopal de Nicaragua, tras varios días durante los cuales opositores y activistas exigieron una toma de postura firme tanto de los jerarcas católicos como del papa Francisco.
Quienes sí reaccionaron el viernes desde su exilio en Estados Unidos fueron monseñor Silvio José Báez, arzobispo auxiliar de Managua, y el padre Edwing Román, quien ha recordado cómo en 1983, durante su estancia en el seminario, vio llegar a un joven que huía de la persecución sandinista: “Era el muchacho que coordinaba a nivel nacional los grupos juveniles católicos. Ese día conocí a quien años después sería monseñor Álvarez”.
“Que no se engañen los malvados, que no se engañen quienes quieren acallar su voz. La Iglesia no vive atemorizada, no se arrodilla miedosa frente a los poderosos”, precisó Báez en su homilía en la parroquia de Miami, destino forzado por el Vaticano tras su salida pactada de Managua. El arzobispo de Managua se había convertido en uno de los símbolos en la lucha contra el sandinismo.
La protesta de los padres ha despertado una ola de solidaridad en la región. Los jerarcas católicos en Costa Rica y Panamá han puesto su grito en el cielo, conocedores de que el caudillo Daniel Ortega ha señalado al clero como su gran enemigo tras encarcelar a los principales dirigentes y activistas del país o tras ser forzados al exilio. “Son los Judas y son los Caínes, son los que al final celebraron el martirio de Cristo. Son los que al final dieron el beso de Judas”, sermoneó Ortega en Semana Santa. “Bajo cada sotana hay un hombre común, lleno de vicios, avaricia y pensamientos impíos”, se sumó hoy Juan Carlos Ortega, uno de los hijos de la pareja presidencial y favorito de Rosario Murillo para la sucesión.
La represión salvaje de la dictadura sandinista tras la rebelión social de 2018 se ha cobrado más de 350 víctimas mortales y 2000 heridos. Ortega, que mantiene en sus mazmorras a más de 170 presos políticos, ha decidido acallar de casi todas las formas posibles la voz crítica de los sacerdotes, después de haber buscado sin éxito que le confiriesen la legitimidad no lograda tras el fraude electoral de noviembre del año pasado.
La tensión entre la Iglesia Católica y el régimen ha ido in crescendo desde 2014, cuando los pactos entre el cardenal Miguel Obando y Ortega dejaron de marcar las relaciones entre ambos poderes. La Iglesia Católica, mayoritaria en el país, mantiene un alto nivel de reconocimiento y confianza en la sociedad nica.
“La dictadura debería saber que no hay que tocar a Dios con las manos sucias. Lo malo es que se creen dioses y piensan que pueden hacer lo que quieran a quienes enfrentan sus arbitrariedades”, condenó la poetisa Gioconda Belli, también desde el exilio.