Después de pasar un verano sacudido por incendios, por los rebrotes del coronavirus, por las dificultades para llegar a fin de mes debido la subida disparatada de los precios, iniciamos una nueva etapa.
Los cristianos nos reunimos como cada semana para celebrar la fe. Esta celebración nos ayuda a poder ser fieles al seguimiento de Jesús.
Hoy nos vamos a encontrar con un mensaje que tal vez sacuda nuestras conciencias. Las lecturas denuncian que el amor al dinero y a las riquezas conduce a cometer graves injusticias. El dinero nunca ha de ser el valor principal ni el bien absoluto. Más aún, Dios y el dinero son radicalmente incompatibles, no los podemos colocar a la misma altura.
Acojamos, pues, el mensaje de la Palabra con un corazón abierto para vivir con la calidad que propone el Evangelio.