1ª) ¡El tiempo de la espera es el tiempo de la respuesta del hombre!
A cada uno según su capacidad. Los elementos narrativos nos permiten comprender la situación en la que está pensando Jesús y el evangelista. La descripción del tiempo de la espera, como el tiempo que lleva un largo viaje, manifiesta los dos estadios que la Iglesia ha de recorrer: el ya de la salvación y el todavía no de su manifestación acabada y definitiva. Jesús volverá de nuevo en su gloria y esa venida será definitiva. Esta es la convicción de la Iglesia en su tarea recibida de Jesús. Y esa es la realidad del mensaje de Jesús. Pero la vuelta gloriosa no tiene fecha prefijada y manifestada a los hombres; es un viaje al extranjero (para ser coronado rey y regresar después ya como rey, según la versión de Lucas). En el entretanto quiere que sus bienes fructifiquen. No es necesario entretenerse en la forma distinta de presentar el relato Mateo y Lucas: Mateo habla de tres siervos que reciben cantidades muy grandes y desiguales; Lucas habla de diez empleados que reciben una cantidad de menor valor y todos la misma. Estos son adornos embellecedores que nada cambian el mensaje. El entretanto es el tiempo de poner manos a la obra por parte del hombre. Y ha quedado para siempre un interrogante: ¿cuándo sucederá la vuelta de Señor? Sucederá con toda seguridad, pero más tarde. Mientras tanto es tiempo para la esperanza apoyada por la paciencia, la perseverancia y la constancia. El resto ya no está en nuestras manos. La humanidad no está abandonada. Alguien tiene un admirable proyecto para ella y vela por ella. El final del camino del hombre es el encuentro con el Rey glorioso que ha compartido con nosotros todo menos el pecado. Es necesario que los discípulos de Jesús seamos hoy testigos de esperanza, testigos de una gran esperanza que colma todos los anhelos del hombre cuando busca el sentido de su existir, la necesidad de felicidad y la plenitud de vida. El Evangelio es para nosotros y ahora. El día señalado por el Señor para su vuelta definitiva no puede ser encadenado en nuestra técnica, en nuestros cálculos ni en nuestras previsiones. Un camino abierto iluminado por la confianza plena en Aquel que no nos defrauda nunca.
2ª) ¡Fidelidad y respuesta coherente para alcanzar lo prometido!
Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo podo te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor. La hacendosidad apareció ya en la primera lectura proclamada hoy cuando se hace el elogio de la mujer prudente y dirigida por la sabiduría. Allí tenía un sentido sapiencial, es decir, cómo conseguir un comportamiento correcto en esta vida con coherencia y con sentido. Ahora Jesús abre otra perspectiva. La fidelidad y la hacendosidad son para poder entrar en el banquete, en la fiesta definitiva. Jesús inyectó en el corazón de los hombres una nueva y ambiciosa perspectiva. No se trata sólo de llevar una vida correcta en este momento de la historia, sino de relacionar esta conducta con una gran esperanza. Obsérvese que las palabras que dirige el rey a sus empleados con coincidentes y las mismas para el que recibió cinco talentos y para el que recibió dos. Porque el mensaje de la parábola no es ofrecer cantidades, sino advertir de la necesidad de ponerse a trabajar con los dones de Dios con la mirada puesta en la meta final de la esperanza, o mejor, hacer de la esperanza del final un acicate, un aliciente y un compromiso para el presente: fidelidad y realización de la propia tarea. El resto está en manos del Señor que dirige la historia con sabiduría, ponderación y amor generoso. Hoy como ayer es necesario que los discípulos de Jesús ofrezcan al mundo signos de su auténtica esperanza que alcanza al hombre en su realidad humana mostrando los signos creíbles de una tarea exigente a fin de comenzar a establecer el reino en el tiempo, como primicias de la plenitud final, pero primicias convincentes. La esperanza del fin tiene fuerza suficiente para transformar el mundo. Pero es necesario que hoy se siga ofreciendo en fidelidad y autenticidad. Compartir con los hombres sus alegrías y sus esperanzas, así como sus fracasos, sufrimientos y desconciertos, es una forma excelente de hacer creíble la esperanza cristiana a los hombres de nuestro tiempo. El compromiso por la paz, la dignidad, la solidaridad y la comunión de todos los hombres en todos los bienes de la tierra (espirituales, culturales y materiales) es una forma tangible y visible para hacer presente, de alguna manera, lo que será el reino en su etapa final.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019) Dominicos.