(RV).- “Durante los cuarenta días de la Cuaresma, como cristianos estamos invitados a seguir las huellas de Jesús y a hacer frente a la batalla espiritual contra el maligno con la fuerza de la Palabra de Dios. No con nuestra palabra: no sirve”, esta es la invitación del Papa Francisco al inicio de la Cuaresma.
En su reflexión antes del rezo del Ángelus del primer domingo de Cuaresma, el Santo Padre resaltó que, sólo “la Palabra de Dios: es aquella que tiene la fuerza para derrotar a Satanás. Para ello hay que familiarizarse con la Biblia: leerla a menudo, meditarla, asimilarla”. La Biblia, agregó el Pontífice, contiene la Palabra de Dios, que siempre es actual y eficaz. “Alguien dijo: ¿Qué pasaría si tratamos la Biblia como tratamos a nuestro teléfono móvil? Si la lleváramos siempre con nosotros, o al menos el pequeño Evangelio de bolsillo, ¿qué sucedería?”.
El Obispo de Roma puntualizó que, “si tuviéramos la Palabra de Dios siempre en el corazón, ninguna tentación podría alejarnos de Dios y ningún obstáculo podría desviarnos del camino del bien; sabríamos vencer las sugerencias cotidianas del mal que está en nosotros y fuera de nosotros; seríamos capaces de vivir una vida resucitada según el Espíritu, acogiendo y amando a nuestros hermanos, especialmente a los más vulnerables y necesitados, e incluso a nuestros enemigos”.
Sobre la importancia de la Sagrada Escritura en la vida del cristiano, el Cardenal Carlo María Martini, reconocido estudioso de la Biblia, nos ha dejado algunas reflexiones que nos ayudan a entender mejor lo que significa leer y meditar la Palabra de Dios. “La lectio divina, es una preciosa herencia que la tradición benedictina ha sabido valorizar, profundizar y transmitir a nuestras generaciones”. Se trata, afirma el biblista, como dice la palabra, de una lectura, de una “lectio”, pero el término lectura no es suficiente para explicar la realidad a la cual se refiere.
Cuando nosotros hablamos de lectura pensamos en una mirada superficial de una página escrita, de algo que se ve así, distraídamente, y no permanece. En cambio, el Cardenal Martini señala que esta lectura monástica, es una lectura hecha de escucha, de meditación, de repetición reflexiva de la Palabra. “La Palabra no sólo es leída superficialmente con los ojos, sino que es acogida con el corazón, es escuchada con los oídos, es custodiada, es repetida, meditada; es una Palabra que baja lentamente al corazón y lo llena”.
Contrariamente a lo que sucede en nuestra realidad, donde esa rapidez de lectura, de escucha y de diálogo, de tensión cotidiana que hace de nuestras ciudades, lugares tan ansiosos y de nuestras vidas, existencias siempre más cansadas. “La lectio introduce en nuestra realidad cotidiana un ritmo de vida más simple, tranquilo, a través de momentos privilegiados de lectura pausada, meditada, saboreada lentamente, que se convierte en un estilo de calma, de dignidad, un estilo de acercarse a las cosas no con la prisa de quien quiere devorar, consumir todo, sino a través de la calma de quien sabe que recibe un don”.
Esta lectura meditada y reflexionada, precisa el Cardenal Martini, hecha de ritmos de escucha es “lectio divina”, es decir, tiene por objeto las mismas palabras de Dios: la Escritura. “Es la lectura divina, la lectura de la Sagrada Escritura que comprende las palabras divinas, lectura que nos abre al plan divino de salvación, lectura que nos permite de alguna manera tocar a Dios, de escuchar a Jesús que nos habla, de poner en práctica esa búsqueda de Dios, la ‘verdadera búsqueda’, de Dios que es el alma de la vida benedictina y el alma de la búsqueda de todo hombre: buscar a Dios, buscar conocerlo, tocarlo, verlo”. Ahora, la lectura atenta, prolongada, devota de la Sagrada Escritura nos permite ver a Dios, tocar a Dios, tocar su plan de salvación e inmergir nuestra vida en el ritmo de este plan de salvación.
(Renato Martinez – Radio Vaticano)
El Papa Francisco comentó, “Durante los cuarenta días de la Cuaresma, como cristianos estamos invitados a seguir las huellas de Jesús y a hacer frente a la batalla espiritual contra el maligno con la fuerza de la Palabra de Dios. No con nuestra palabra: no sirve. La Palabra de Dios: aquella que tiene la fuerza para derrotar a Satanás. Para ello hay que familiarizarse con la Biblia: leerla menudo, meditarla, asimilarla. La Biblia contiene la Palabra de Dios, que siempre es actual y eficaz. Alguien dijo: ¿qué pasaría si tratamos la Biblia como tratamos a nuestro teléfono móvil? Si la lleváramos siempre con nosotros, o al menos el pequeño Evangelio de bolsillo, ¿qué sucedería? Si nos volviéramos cuando nos la olvidamos: tú te olvidas el teléfono celular… “¡úh! ¡No lo tengo, vuelvo a buscarlo!”. Si la abriéramos varias veces al día; si leyéramos los mensajes de Dios contenidos en la Biblia como leemos los mensajes del teléfono… ¿qué sucedería? Claramente la comparación es paradójica, pero hace reflexionar. De hecho, si tuviéramos la Palabra de Dios siempre en el corazón, ninguna tentación podría alejarnos de Dios y ningún obstáculo podría desviarnos del camino del bien; sabríamos vencer las sugerencias cotidianas del mal que está en nosotros y fuera de nosotros; seríamos más capaces de vivir una vida resucitada según el Espíritu, acogiendo y amando a nuestros hermanos, especialmente a los más vulnerables y necesitados, y también a nuestros enemigos.
Que la Virgen María, ícono perfecto de la obediencia a Dios y de la confianza incondicional a su voluntad, nos sostenga en nuestro camino cuaresmal, a fin de que nos pongamos en dócil escucha de la Palabra de Dios para hacer una verdadera conversión del corazón.”