En el monte Tabor, Jesús manifiesta radiantemente su divinidad, a Pedro, Santiago y Juan. ” Este es mi Hijo amado, en El yo me he complacido”.
“Esta voz traída del cielo, la oimos nosotros, estando con él en la montaña sagrada”. Así escribe Pedro.
Y prosigue: ” Esto nos confirma la palabra de los profetas; y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y el lucero nazca en nuestros corazones”.
En el Tabor se robustece la fe de Pedro, roca de la Iglesia. Santiago el primer apóstol martir, y Juan el gran confidente de los divinos secretos de Jesús.
Tiempo de cambio
Buenos propósitos, promesas hechas, ideales escritos… Hace casi 5 meses comenzábamos un camino que no estaba previsto, un camino que, por una vez, hacíamos en todo el planeta a la vez, se cerraban puertas de las casas, de los trabajos, se cerraban fronteras, no para migrantes, para toda persona que quisiera moverse, se paraban fábricas, empresas, colegios… el reloj casi dejó de moverse, pero no, el tiempo es lo único que no dejó de avanzar y estamos en una montaña rusa en la que es difícil mantenerse en una posición.
Todo esto ¿para qué? Cuando comenzó a llegar lo que bautizaron como nueva normalidad empezó a desinflarse el estar atentos, alerta, dejamos a un lado los propósitos de cambio, las promesas hechas, los ideales los habíamos escrito en la arena y fueron borrados por la primera ola.
Las vestiduras blancas de las que habla el profeta Daniel y que se relacionan con la purificación, con el cambio, con la transformación es el vestido interior que hemos de ponernos, no ha acabado este tiempo de tránsito pero hemos de darnos cuenta de lo que ha de cambiar cuando salgamos de él.
¿Te has parado a pensar lo que necesitas transformar de ti, del mundo que te rodea? ¿Los propósitos los vas a dejar pasar o los vas a poner por obra? ¿Has escuchado a Dios en este tiempo y eres capaz de descubrir qué te pide?
Salir de nuestra zona de confort
Hemos escuchado, leído, visto… nos han contado, hemos vivido y parece que mucho ha pasado como una película en la pantalla de nuestro televisor, uno de alta definición, grande, con buen sonido nuestros sentimientos se han quedado estancados en lo que hemos percibido pero no han dado pasos para ver dónde queremos llegar después de todo esto.
Tras la transfiguración de Jesús los discípulos le plantean a Jesús quedarse donde están, porque se sienten seguros, porque, a pesar del susto, se sienten protegidos.
Tras lo vivido damos por hecho que es bueno quedarnos donde estamos, creemos que lo fácil y lo mejor es volver a nuestra normalidad y no entendemos que todo ha cambiado, que de ahora en adelante la vida no va a ser igual, que no podemos vivir asustados pero tampoco tan confiados que preferimos volver a nuestra monotonía, a nuestra rutina y no buscamos qué hacer después de lo vivido, seguimos mirando la pantalla del televisor para intentar descubrir qué es lo que nos dicen ahora que debemos hacer, o protestar por ello sin poner nada de nuestra parte para que mejore la situación.
¿Qué pasos queremos dar? ¿Qué vamos a hacer para que la vida no pase por delante de nosotros sino que seamos los protagonistas de nuestra historia dando lo mejor que somos y tenemos?
Hna. Macu Becerra O.P.
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia