El Primado de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana, dedica su videomensaje, a 50 días del comienzo de la guerra, a los saqueos, al robo de cosas y de vidas que la fuerza invasora rusa sigue cometiendo en Ucrania
“La cosa robada se convierte en una brasa en las manos de aquel que la tiene en sus manos y quema esas manos”. Estas las palabras del Primado de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana, Monseñor Sviatoslav Shevchuk, en su video mensaje del 14 de abril, a 50 días del comienzo de la invasión rusa a Ucrania, se refieren a la reflexión que sigue proponiendo a través de los mandamientos de Dios, esta vez: “No robarás”. Saqueos, robos de cosas y de vidas que continúan haciendo las fuerzas de ocupación rusa contra Ucrania.
“Esos ladrones…”
Para el prelado ucraniano, con este mandamiento, una ley divina, el Señor Dios protege la dignidad del hombre como co-creador con Dios, como aquel a quien Dios confió su creación: “Dios protege y muestra la dignidad y el valor del trabajo humano”, del agricultor, del hacendado, del trabajador, que dispone del trabajo bendecido por Dios y del fruto de sus manos.
“Quien no honra el trabajo de su prójimo, quien no honra sus frutos, quien no honra la propiedad privada del hombre, ese nunca tendrá bienestar propio. Nunca habrá prosperidad y bienestar en un país que desprecia el bien de otra persona”, sentencia monseñor Shevchuk. Y en este contexto, testimonia como los ucranianos, entre otros crímenes, ven pisoteada la dignidad de las personas que saben obtener frutos a través de su trabajo.
“Vimos cómo los ocupantes en los alrededores de Kiev, en la región de Chernihiv, preparaban a la gente para que se muriera de hambre, les prohibían ir a los sembrados, minaban los campos y mataban cínicamente al ganado. No les permitían trabajar. Por otra parte, vimos crímenes de saqueo de guerra. Vimos cuando a los muertos, a los heridos, se les robaba todo lo que tenían. Vimos cuando la vida de una persona tenía menos valor a los ojos del ocupante, que aquello que podía robarle”, denuncia el primado de Ucrania.
Acciones despreciables, subraya monseñor Shevchuk, especialmente cuando esos bienes saqueados se ofertaban y se venden en Rusia, en Bielorrusia… “Quisiera recordar – agrega- que quien compra bienes robados o saqueados se convierte en cómplice del delito. La cosa robada se convierte en una brasa en las manos de aquel que lo tiene en sus manos y quema esas manos. Gente que actúa así, personas de este tipo, esos ladrones, nunca tendrán la bendición de Dios y morirán en la miseria”.
Gloriosa Kharkiv, heroica Mariúpol
Al abrir su mensaje, el prelado ucraniano, como siempre, ofrece sus impresiones sobre lo que ocurre en el día a día de la guerra. Nuevamente, su pensamiento se dirige a la “gloriosa Kharkiv”, sometida a un fuerte bombardeo que ha dejado a la ciudad prácticamente paralizada, mientras la gente lleva tres días en refugios antibombas. “Mykolajiv y todo el sur de Ucrania, la heroica Mariúpol – agrega – también están bajo un intenso fuego”.
No obstante, una imagen que evoca la belleza de la Creación inspira las palabras de monseñor Shevchuk ante el regreso de las cigüeñas que cada año anidan en esta época: “Las cigüeñas que construyen sus nidos sobre los restos de los incendios, sobre las casas destruidas, sobre los nuevos cementerios… las cigüeñas arman sus nidos. Llega la primavera, la vida continúa”. Esta realidad, para el Primado de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana se puede comparar al espíritu de supervivencia del pueblo de Urania.
“Los ucranianos saben cómo sobrevivir y su capacidad para sobrevivir a la guerra nos da esperanza. Esa esperanza que brota de la Fe en Cristo resucitado, en la Pascua de Nuestro Señor, para la que justamente ahora nos estamos preparando. Y Ucrania se mantiene en pie. Ucrania vive. Ucrania lucha”, afirma el prelado ucraniano.
Bendice a Ucrania con prosperidad y bienestar
El videomensaje concluye implorando al Señor que bendiga a Ucrania con bienestar y prosperidad, que dé fuerzas para reconstruir todo lo destruido, fuerzas para alimentar a sus hijos, para trabajar la tierra que da frutos abundantes. “Y es con nuestra fuerza y con nuestra capacidad de supervivencia y respetando la propiedad ajena, queremos también ganar nuestra victoria”, concluye mons. Shevchuk.