El evangelio de Mateo 10,26-33 viene a ser como una respuesta al texto que se lee en la Iª Lectura sobre las confesiones de Jeremías. Allí podíamos sacar en consecuencia que, ante este tipo de experiencias proféticas, el silencio de Dios puede llevar a un callejón sin salida. Ahora, la palabra de Jesús es radical: no temáis a los hombres que lo único que pueden hacer es quitar la voz; pero incluso en el silencio de la muerte, la verdad no quedará obscurecida. Esta es una sección que forma parte del discurso de misión de Jesús a sus discípulos según lo entiende Mateo.
No es un texto cómodo, justamente porque la misión del evangelio debe enfrentarnos con los que quieren callar la verdad, y es que la proclamación profética y con coraje del evangelio, da la medida de la libertad y de la confianza en Dios. Cuando se habla de alternativa radical se entiende que hay que sufrir las consecuencias de confiar en la verdad del evangelio de Jesús. Aunque la verdad no está para herir, ni para matar, ni siquiera para condenar por principio, sino a “posteriori”, es decir, cuando se niega la esencia de las cosas y del ser.
Se ha de tener muy presente, en la lectura del texto, que no es más importante el profeta que su mensaje, ni la misión del evangelizador que el evangelio mismo. Por eso es muy pertinente la aclaración de: lo que “os digo en secreto” -que es la “revelación” de la verdad del evangelio y del reino de Dios, mensaje fundamental de Jesús-, no lo guardéis para vosotros. Eso es lo que se debe proclamar públicamente, porque los demás también deben experimentarlo y conocerlo. No está todo en una adhesión personal, sino en el sentido “comunicativo”. La dialéctica entre secreto/proclamación no obedece a los parámetros de los “mass media”, sino más bien a la simbología bíblica de luz/tinieblas que se experimenta en la misma obra de la creación y transformación del caos primigenio. Es como una autodonación, tal como Dios hizo al principio del mundo.
Tampoco está todo en hacer una lectura de la verdad del evangelio con carácter “expansivo”, sino transformador. De esa manera cobran sentido las palabras sobre los mensajeros, las dificultades de ser rechazados y la exhortación a una “autoestima” cuando se lleva en el alma y en el corazón la fuerza de la verdad que ha de trasformar el mundo y la historia. Jesús pronunció estas palabras recogidas por Mateo, en el discurso de misión, sabiendo que el rechazo de los mensajeros estaba asegurado. Por eso se debe tener el “temple profético” para dejarse seducir por Dios y no por el temor a los poderosos de este mundo. No se trata solamente de ser combativos, dispuestos a la polémica, sino de creer en la verdad del evangelio que, no mata, sino que trasforma.