El joven Andrés debió tener una personalidad serena y muy observadora, alejada de todo afán protagónico. Era uno de los discípulos del Bautista pero lo abandona para convertirse en discípulo del Señor. Jesús pasaba a orillas del Jordán regresando del desierto donde se había sometido al ayuno y a las tentaciones. Venía preparado para comenzar a predicar entre los hombres el reino de Dios. Sobre Jesús se transparenta la plenitud del Espíritu, y Andrés y Juan se encuentran a orillas del Jordán cuando Juan lo bautiza. Hay acontecimientos que convierten al hombre en testigo de excepción y son ellos los que le dan fuerzas para asumir con valentía todos los riesgos que vendrán después. Por algo es Juan Evangelista, precisamente el compañero de Andrés, el que recoge los detalles de estos instantes de libre plenitud. Nos cuenta en el cap. primero, que El Bautista, acompañado de algunos discípulos, al ver pasar a Jesús exclama sorprendido: “He aquí al verdadero Cordero de Dios que borra los pecados del mundo!”…. y sigue el misterioso bautismo. Tal vez podamos imaginar las silenciosas miradas de Andrés y Juan. Jesús se va, pero al día siguiente pasará de nuevo y el Bautista repetirá su exclamación. Andrés y Juan no pueden permanecer allí….siguen tras Jesús que se da cuenta y les pregunta: “¿Qué buscan? Ellos le dicen: Rabí, ¿dónde moras ?. Él contesta: Vengan y lo verán”. Fueron y vieron donde moraba y se quedaron con Él aquél día como hasta la hora décima. (Jn 1, 35-39). ¿Cuál sería el tema de aquella conversación que de tal manera marcaría el alma de aquellos dos discípulos?…… Es el comienzo de una vida al lado de Jesús. Ya nunca más lo dejarán.
El descubrimiento de Jesús impacta tan profundamente a Andrés, que al día siguiente sale en busca de su hermano Pedro y le dice: “Hemos hallado al Mesías, el Salvador del mundo” y lo lleva a Jesús. Es decir, que desde el comienzo quedó impulsado por el entusiasmo de hacer conocer a Jesús, por el deseo incontenible de atraerle nuevos seguidores. ¡Tenía alma de apóstol!.
Andrés y Pedro se convirtieron de inmediato en amigos del Señor y se acercaban a escucharlo cada vez que podían. Un día Jesús los encuentra remendando sus redes y les dice: “Síganme” y ellos lo dejan todo para seguirle. Después de la pesca milagrosa, Jesús les dirá: “De ahora en adelante ustedes serán pescadores de hombres”.
Así comienza Jesús su vida dedicada al anuncio del reino de Dios. Llama a los que va a preparar como colaboradores de su proyecto y casualmente entre los primeros hay dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Humildes pescadores que dejarán sus redes para aprender al lado de Jesús a ser justos de corazón y a transformarse en apóstoles, pescadores de hombres. Lo dejan todo. No importa que ese “todo” sean unas redes rotas… La opción por Jesús es radical: atrás queda familia, pueblo y trabajo, para embarcarse en una aventura para todos desconocida. Al cristiano, cualquiera sea su grado de compromiso, se le exige también una definición muy clara en su estilo de vida, tanto que en ocasiones ha de llegar a la ruptura con ambientes y situaciones que están reñidas con las enseñanzas del Maestro.
Según los relatos evangélicos, ninguno de los apóstoles era una personalidad destacada como individuo ni en el rango social. Sencillos y poco cultos, todos vivían de su trabajo. Pedro y su hermano Andrés pertenecían a una familia de pescadores pobres. Posiblemente no tenían barca propia, sino que pescaban desde la orilla en aguas poco profundas. Habían nacido en Betsaida, en un ambiente más helenisado y se habían residenciado en Cafarnaún buscando mejores oportunidades para su humilde trabajo. Andrés y Felipe hablaban griego y hacían de interpretes con los grupos de peregrinos que se acercaban a escuchar a Jesús. El Señor se sentía muy a gusto con Pedro y los dos hermanos Santiago y Juan. Los trataba con mucha confianza y hasta le puso apodos raros: a Pedro lo llamó “roca” y a los otros dos hermanos “los hijos del trueno”. Tal vez por el carácter tan impulsivo de Pedro, quien en todo momento se hacía representante del grupo con sus opiniones, Andrés mantenía una actitud más reservada y prudente. Pero allí estaba siempre ,al lado del Jesús, prestando su colaboración activa como en el momento de la multiplicación de los panes y los peces.
Una tradición muy antigua dice que San Andrés fue crucificado en Petrás, capital de la provincia de Acaya en Grecia. Dicen que lo amarraron a una cruz en forma de X . La X es también una letra griega, la inicial de la palabra Cristo. Una X significa una cruz y representa a Cristo. San Andrés es el ejemplo del apóstol que queriendo estar unido a Cristo, acepta su cruz. Amarrado a su cruz estuvo allí padeciendo durante tres días, desde donde continuó hasta que tuvo fuerzas su misión de evangelizar. La tradición dice que su martirio tuvo lugar el 30 de Noviembre del año 63, durante el imperio de Nerón. Se dice que una mujer samaritana enterró su cuerpo y en el año 356 sus reliquias fueron trasladadas a Bizancio, más tarde llamada Constantinopla, y hoy se conoce como Estambul. En 1462 sus reliquias fueron llevadas a Roma, donde los dos hermanos, Pedro y Andrés continuan juntos.
Semblanza inspirada en los Evangelios y en la Tradición.
Julie Meucci M.