Autor: alberto

7 de Julio 2024. Comentario Bíblico.

Tema general de este Domingo: dificultades con que se encuentran los mensajeros de Dios, incluso entre los más cercanos.

Marco: es el final de la segunda sección de la primera parte. Toda la primera parte (Mc 1,1-8,27ss) se centra en la actividad de Jesús, el Mesías, por Galilea; la primera sección se terminaba con estas incomprensibles y desconcertantes palabras: “los fariseos y los del partido de Herodes, se reunieron para estudiar el modo de matar a Jesús” (Mc 3,6); Jesús decide retirarse hacia su patria y esta segunda sección termina con el fragmento que proclamamos hoy: “Jesús estaba sorprendido de la falta de fe de aquella gente” (Mc 6,6). Marcos narra con un estilo muy directo y característico, indicando descarnadamente las actitudes de los que le rodean con lo que quedan al descubierto con toda su crudeza. Léase el paralelo de Lc 4,16-30 y Mt 13,53-58 para saborear las coincidencias y diferencias narrativas de un mismo acontecimiento.

1ª: ¡Asombro de sus paisanos por el contenido y estilo de su enseñanza!

¡El sábado empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo esto? Estos interrogantes podrían parecernos inverosímiles. ¿No había pasado 30 años en Nazaret? ¿No había participado con sus paisanos en el culto sinagogal, en el trabajo, en los encuentros frecuentes de buen vecindario? ¿Y no captaron ni intuyeron quién podría ser Jesús? Esta escena, como otras muchas que aparecen en el relato evangélico en general, y en el de Marcos en particular, muestra que no es fácil llegar a comprender a Jesús. Su personalidad humana intachable y cercana escondía otra realidad profunda que era necesario descubrir. ¿Entendían los nazaretanos que Jesús era un profeta? En todo caso la actuación del Maestro desbordaba la visión y comprensión que de él se habían formado. Uno de los hilos más firmes del tejido narrativo y teológico de Mc es la insistente pregunta ¿tú, quién eres? Y Marcos trata de ofrecer a sus lectores la respuesta adecuada. Jesús siempre es cercano y desconcertante a la vez, porque no podía ser de otra manera. Entonces y ahora, sigue siendo un interrogante para el hombre actual. ¿Qué significa Jesús para el hombre moderno? ¿qué significa la singularidad y la universidad de Jesús? ¿es verdad que Jesús es a la vez único y universal? Marcos, en su catequesis evangélica, trata de responder a estas preguntas urgentes. Y lo mismo intentaron hacer los otros evangelistas.

2ª: ¡Del asombro al desprecio y a la incredulidad!

No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa… Y se extrañó de su falta de fe. Este dicho de Jesús, cuya autenticidad está fuera de toda duda, es sorprendente y tajante. Ha llamado siempre la atención de los lectores y predicadores así como de los comentaristas. ¿No son los profetas los enviados especiales del Dios Salvador? ¿No son los profetas los intérpretes auténticos y autorizados de la voluntad de Dios para ser aplicada en el desarrollo concreto de la historia? Ciertamente a partir de este encuentro con sus paisanos, Jesús se retira hacia el norte, si nos atenemos al relato de Marcos que es el cañamazo para Mateo y Lucas, acompañado de sus discípulos a quienes sigue instruyendo. Este itinerario, que parece una retirada, culminará con la solemne confesión de Cesarea de Filipo. En el proyecto del evangelio de Marcos este encuentro de Nazaret es esencial y fundamental. Revela dos niveles de acercamiento a Jesús: el natural y movido por intereses humanos y el de su misión movido por otras motivaciones más profundas y universales. Jesús no ha venido al mundo entretenerse en la solución de los problemas de sus paisanos, sino para llevar adelante un plan de salvación para todos los hombres. Ayer como hoy, los verdaderos profetas no son bien acogidos entre los más cercanos. Ayer como hoy, los mensajeros del Evangelio han de estar impulsados por la apertura a todos los hombres de toda raza, condición social o cultura. El Evangelio es para todos los hombres encuentren donde se encuentren. Y es necesario reflejarlo en la misión tanto en el plano de la proclamación como en el del compromiso real y el testimonio vivo en todos los estamentos de la sociedad.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019)

 

 

21/04/2024. Comentario Bíblico

Comentario Bíblico.

Los capítulos 9 y 10 tienen un tema central importante: Jesús es la luz del mundo. En el capítulo 10 Jesús se revela como el Buen Pastor que acoge, cuida, conduce a la vida a sus discípulos y les entrega su misma vida. Pero en ese ciego de nacimiento curado estamos representados todos los creyentes. Por eso Juan quiere que el lector y oyente de todos los tiempos se sienta identificado con el ciego y entre en la acción que le presenta en su relato. Y, por tanto, vivan en la seguridad de que tienen un Buen Pastor que expone la propia vida por los suyos. Así es Jesús, Luz del mundo.

Evangelio: Juan (3,14-21): De la noche a la luz, con Cristo. Comentario Bíblico.

III.1. El evangelio, sobre el diálogo con Nicodemo, el judío que vino de noche (desde su noche de un judaísmo que está vacío, como se había visto en el relato de las bodas de Caná), para encontrar en Jesús, en su palabra, en su revelación, una vida nueva y una luz nueva, es una de las escenas más brillantes y teológicas de la teología joánica. Es importante tener en cuenta que Nicodemo es un alto personaje del judaísmo, aunque todo eso no esté en el texto de hoy que se ha centrado en el discurso de Jesús y en sus grandes afirmaciones teológicas, probablemente de las más importantes de este evangelio. Es necesario leer todo el relato de Jn 3,1-21, pues de lo contrario se perdería una buena perspectiva hermenéutica. Digamos que este relato del c.3 de Juan seguramente fue compuesto en el mo­men­to en que personas, como Nicodemo, habían pedido a la comunidad cristiana participar en ella. De ahí ha surgido esta «homilía sobre el bautismo» entre los recuerdos de Juan de un acontecimiento parecido al que se nos relata y una reflexiones personales sobre lo que sig­nifica el bautismo cristiano. En los versículos 1 al 15 (vv. 1-15) tenemos el hecho de lo que podía suceder más o menos y palabras de Jesús que Juan ha podido conservar o aprender por la tradición. Desde los vv. 16-21 se nos ofrecen unas reflexiones personales del teólogo (es realmente un monólogo, no un diálogo en este caso), el que ha hecho la homilía de Juan, sobre la esencia de la vida cristiana en la que se entra por el bautismo.

III.2. Los vv. 16-21 aportan, pues, una reflexión del evangelista y no palabras de Jesús propiamente hablando. Esto puede causar sorpresa, pero es una de las ideas más felices de la teología cristiana. Dios ha entregado a su Hijo al mundo. En esto ha mostrado lo que le ama. Además, Dios lo ha enviado, no para juzgar o condenar, sino salvar lo que estaba perdido. Si existe alguna doctrina más consoladora que esta en el mundo podemos arrepentirnos de ser cristianos. Pero creo que no existe. El v.18 es una fuente de reflexión. La condena de los hombres, el juicio, no lo hace Dios. Lo ha dejado en nuestras manos. La cuestión está en creer o no creer en Jesús. El juicio cristiano no es un episodio último al que nos presentamos delante de un tribunal para que le diga si somos buenos o malos. ¡No! sería una equivocación ver las cosas así, como muchos las ven apoyado en Mt 25. Los cristianos experimentamos el juicio en la medida en que respondemos a lo que Señor ha hecho por nosotros. El juicio no se deja para el final, sino que se va haciendo en la medida en que vivimos la vida nueva, la nueva creación a la que hemos sido convocados. Estas imágenes de la luz y las tinieblas son muy judías, del Qumrán, pero a Juan le valen para expresar la categoría del juicio.

III.3. El evangelio de Juan es muy sintomático al respecto, ya que usa muchas figuras y símbolos (el agua, el Espíritu, la carne, la luz, el nacer de nuevo, las tinieblas) para poner de manifiesto la acción salvadora de Jesús. El diálogo es de gran altura, pero en él prevalece la afirmación de que el amor de Dios está por encima de todo. Aquí se nos ofrece una razón profunda de por qué Dios se ha encarnado: porque ama este mundo, nos ama a nosotros que somos los que hacemos el mundo malo o bueno. Dios no pretende condenarnos, sino salvarnos. Esta es una de las afirmaciones más importantes de la teología del NT, como lo había sido de la teología profética del AT. Dios no lleva al destierro, Dios no condena, Dios, por medio de su Hijo que los hombres hemos “elevado” (para usar la terminología teológica joánica del texto) a la cruz, nos salva y seguirá salvando siempre. Incluso el juicio de la historia, como el juicio que todo el mundo espera, lo establece esta teología joánica  en aceptar este mensaje de gracia y de amor. El juicio no está en que al final se nos declare buenos o perversos, sino en aceptar la vida y la luz donde está: en Jesús.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

19/11/2023. Reflexiones sobre el Evangelio.

1ª) ¡El tiempo de la espera es el tiempo de la respuesta del hombre!

A cada uno según su capacidad. Los elementos narrativos nos permiten comprender la situación en la que está pensando Jesús y el evangelista. La descripción del tiempo de la espera, como el tiempo que lleva un largo viaje, manifiesta los dos estadios que la Iglesia ha de recorrer: el ya de la salvación y el todavía no de su manifestación acabada y definitiva. Jesús volverá de nuevo en su gloria y esa venida será definitiva. Esta es la convicción de la Iglesia en su tarea recibida de Jesús. Y esa es la realidad del mensaje de Jesús. Pero la vuelta gloriosa no tiene fecha prefijada y manifestada a los hombres; es un viaje al extranjero (para ser coronado rey y regresar después ya como rey, según la versión de Lucas). En el entretanto quiere que sus bienes fructifiquen. No es necesario entretenerse en la forma distinta de presentar el relato Mateo y Lucas: Mateo habla de tres siervos que reciben cantidades muy grandes y desiguales; Lucas habla de diez empleados que reciben una cantidad de menor valor y todos la misma. Estos son adornos embellecedores que nada cambian el mensaje. El entretanto es el tiempo de poner manos a la obra por parte del hombre. Y ha quedado para siempre un interrogante: ¿cuándo sucederá la vuelta de Señor? Sucederá con toda seguridad, pero más tarde. Mientras tanto es tiempo para la esperanza apoyada por la paciencia, la perseverancia y la constancia. El resto ya no está en nuestras manos. La humanidad no está abandonada. Alguien tiene un admirable proyecto para ella y vela por ella. El final del camino del hombre es el encuentro con el Rey glorioso que ha compartido con nosotros todo menos el pecado. Es necesario que los discípulos de Jesús seamos hoy testigos de esperanza, testigos de una gran esperanza que colma todos los anhelos del hombre cuando busca el sentido de su existir, la necesidad de felicidad y la plenitud de vida. El Evangelio es para nosotros y ahora. El día señalado por el Señor para su vuelta definitiva no puede ser encadenado en nuestra técnica, en nuestros cálculos ni en nuestras previsiones. Un camino abierto iluminado por la confianza plena en Aquel que no nos defrauda nunca.

2ª) ¡Fidelidad y respuesta coherente para alcanzar lo prometido!

Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo podo te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor. La hacendosidad apareció ya en la primera lectura proclamada hoy cuando se hace el elogio de la mujer prudente y dirigida por la sabiduría. Allí tenía un sentido sapiencial, es decir, cómo conseguir un comportamiento correcto en esta vida con coherencia y con sentido. Ahora Jesús abre otra perspectiva. La fidelidad y la hacendosidad son para poder entrar en el banquete, en la fiesta definitiva. Jesús inyectó en el corazón de los hombres una nueva y ambiciosa perspectiva. No se trata sólo de llevar una vida correcta en este momento de la historia, sino de relacionar esta conducta con una gran esperanza. Obsérvese que las palabras que dirige el rey a sus empleados con coincidentes y las mismas para el que recibió cinco talentos y para el que recibió dos. Porque el mensaje de la parábola no es ofrecer cantidades, sino advertir de la necesidad de ponerse a trabajar con los dones de Dios con la mirada puesta en la meta final de la esperanza, o mejor, hacer de la esperanza del final un acicate, un aliciente y un compromiso para el presente: fidelidad y realización de la propia tarea. El resto está en manos del Señor que dirige la historia con sabiduría, ponderación y amor generoso. Hoy como ayer es necesario que los discípulos de Jesús ofrezcan al mundo signos de su auténtica esperanza que alcanza al hombre en su realidad humana mostrando los signos creíbles de una tarea exigente a fin de comenzar a establecer el reino en el tiempo, como primicias de la plenitud final, pero primicias convincentes. La esperanza del fin tiene fuerza suficiente para transformar el mundo. Pero es necesario que hoy se siga ofreciendo en fidelidad y autenticidad. Compartir con los hombres sus alegrías y sus esperanzas, así como sus fracasos, sufrimientos y desconciertos, es una forma excelente de hacer creíble la esperanza cristiana a los hombres de nuestro tiempo. El compromiso por la paz, la dignidad, la solidaridad y la comunión de todos los hombres en todos los bienes de la tierra (espirituales, culturales y materiales) es una forma tangible y visible para hacer presente, de alguna manera, lo que será el reino en su etapa final.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
(1937-2019) Dominicos.

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Comentario Bíblico.

Evangelio (Mateo 25,1-13): La actitud frente a la felicidad eterna

El evangelio, texto exclusivo de Mateo, nos propone la parábola de las vírgenes necias y las prudentes . No siempre hemos logrado penetrar adecuadamente en su sentido, ya que la narración está recargada de significados específicos diversos. Se habla de “diez’, quizás porque era el número exigido para la calidez de la plegaria en la sinagoga o fuera de ella. Por lo mismo se apunta, o precisa el autor del evangelio de Mateo, que es una parábola de sesgo comunitario a todos los efectos. Incluso la boda, con toda su significación bíblico-mesiánica, es útil para enmarcar el punto final: la llegada o venida del esposo. Sin esposo no hay boda ni nada lamento de sus amigas, en este caso vírgenes, lo que quiere decir simplemente “no casadas” y que también un día serán desposadas. Entre tanto, acompañan a su amiga a lo más importante de su vida pero, sin el esposo, nada tiene sentido. Algunos autores han apuntado a las interpretaciones rabínicas del Cantar de los Cantares que ven en el coro de las “hijas de Jerusalén” el grupo de los discípulos que llevan en sus manos la luz de la “Thora” y vigilan la llegada del Mesías. El aceite era en el judaísmo, además, el signo de las buenas obras, así como de la alegría de la acogida (Sal 23,5; 104,15; 133,2) e incluso de la unción mesiánica (Sal 45,8; 89,21).

Jesús, en ella, se vale del marco de una fiesta de bodas para hablar de algo trascendental: la espera y la esperanza, como cuando la novia está ardiendo de amor por la llegada de su amado, de su esposo. Pero los protagonistas no son ni el novio (lo será al final de todo), ni la novia, en este caso, sino las doncellas que acompañaban a la novia para este momento. Eso quiere decir que ellas se gozaban en gran manera con este acontecimiento, como si ellas mismas estuvieran implicadas, tanto como la novia, y sin duda la narración da a entender que debían estarlo; pero para este acontecimiento de amor y de gracia hay que estar preparados, o lo que es lo mismo, deben abrirse a la sabiduría; el júbilo que se respiraba en una boda como la que Jesús describe es lo propio de algo que alcanza su cenit en la venida del esposo.

La iglesia primitiva ha alegorizado, sin duda, la propuesta de Jesús en razón precisamente de la “parusía” que no llegaba, pero que podía llegar en cualquier momento. Este es un problema muy discutido. La frustración en la primera o segunda generación cristiana, sobre la llegada de la “parusía” o el fin del mundo, es decir, la plenitud del Reino de Dios, no se ha resuelto adecuadamente (solamente en Lucas tenemos una enseñanza más acorde con el retraso de la parusía). Por ello, la diez vírgenes son representación de una comunidad, de la comunidad cristiana. ¿Habría aceite en las lámparas para ese momento? En definitiva ¿habría sabiduría) Así es como se enlaza con el sentido de la primera lectura, que como dijimos, marca la pauta de la liturgia de hoy. Sabernos que esta es una parábola de “crisis”, no para atemorizar; sino para mantener abierta la esperanza a esa dimensión tan importante de la vida.

Entonces, ¿qué es la parusía? ¿qué significa el fin del mundo) (lo veremos mejor cl próximo domingo). Lo importante es estar preparados para la venida del esposo, el personaje que se hace esperar. Se habla de una “presencia” (que eso significa “parusía) ante los que esperan. Por tanto, no es cuestión de entender el terna en términos cósmico-físicos, sino de cómo nos enfrentamos a lo más importante de nuestra vida: la muerte y la eternidad: ¿con sabiduría? ¿con alegría? ¿con aceite, con luz? ¿con esperanza? Este mundo puede ser “casi” eterno, pero nosotros aquí no lo seremos. Estamos llamados a una “presencia de Dios” (parusía) y eso es como unas bodas: debemos anhelar amorosamente ese momento o de lo contrario seremos unos necios y no podremos entender unos desposorios de amor eterno, de felicidad sin límites.

Fray Miguel de Burgos Núñez . (1944-2019)

29 Octubre. Evangelio según san Mateo. Comentario Bíblico

Evangelio: Mateo (22,34-40): La ética del amor

III.1. El evangelio de Mateo de este domingo nos ofrece la disputa sobre el mandamiento más importante. Sabemos que se unen o se juntan dos textos Dt 6,5 y Lv 19,18 que eran citados frecuentemente en discusiones éticas rabínicas, pero la idea de unirlos tan estrechamente a manera de resumen de toda la Ley y los Profetas fue una idea creativa no solamente brillante, sino, de nuevo, profética, como sucede en todas estas disputas concluyentes en Jerusalén. Lo que asombra en el texto evangélico es la seguridad soberana con que afirma que no hay preceptos como estos, porque en ellos se apoya toda la ley y los profetas. El texto dice que el amor al prójimo es “semejante” (homoía) al primero, dando a entender un orden lógico, pero sin disminuir su importancia. Es más, aquí Jesús nos está llevando a la conclusión de que aunque Dios no es el hombre, lo que podemos llamar la experiencia del amor no es distinta, aunque sean distintos los objetos o las personas amadas. Lo que le da gloria a Dios, precisamente, es que amemos al hombre como lo amamos a El; tendríamos que decir que no es posible amar a Dios más que al hombre.

III.2. Todo lo que no sea eso, evangélicamente hablando, es una falacia. Ya lo veía así el autor de la 1ª Jn 4 donde plantea con una radicalidad teológica inigualable lo que es la identidad cristiana del amor. Si Dios nos ha amado, entonces, entre otras cosas, no se dice que debemos amarlo a El, sino que debemos amarnos los unos a los otros. Es verdad que Dios quiere ser amado, necesita ser amado, como lo necesitamos cada uno de nosotros. Y es desde esa dimensión religiosa desde la que hablaba Jesús, quien con su predicación y con su praxis se empeñó tanto en descubrir a Dios como Abba, porque él y nosotros lo necesitamos así.

III.3. Por lo tanto, la praxis evangelizadora de Jesús nos descubre un Dios nuevo y a la vez, y por ello mismo, nos descubre un hombre nuevo. Es verdad que Jesús de Nazaret lo descubrió desde Dios. Esto es absolutamente irrefutable. Esta fontalidad nos expresa pues, que evangelizar es humanizar en todos los órdenes y desde todas las perspectivas. Jesús hizo coincidir con su evangelización la gloria de Dios y la del hombre. El hecho, pues, de que hoy se insista tanto en la humanización no depende de que vivimos en el siglo en el que el hombre está enamorado de sí mismo, de lo que ha hecho y de lo que tiene que hacer, sino que la misma esencia de la fe y de la identidad cristiana, en el Nuevo Testamento como totalidad, son todavía mucho más humanizantes y humanizadoras que lo que hoy se nos propone.

Fray Miguel de Burgos Núñez – (1944-2019)

22 de Octubre. Comentario Bíblico.

Mateo (22,15-22): La dignidad humana no se compra, es un don

III.1. El evangelio de Mateo, hoy, nos sitúa en el corazón de las polémicas que Jesús mantiene con los dirigentes en Jerusalén y que los evangelistas sitúan al final de su vida, precediendo a la pasión (cf. Mc 12,13-17; Lc 20,20-26). Esta vez querían comprometerlo a fondo con las autoridades romanas, que vigilaban ferozmente cualquier movimiento social o político para castigar cualquier rebeldía. Oponerse al César, incluso en nombre de Dios, era ir contra la «pax romana», uno de los mitos de la época. Los espías pretenden halagarlo (Mateo sigue a Marcos y nos habla de los fariseos y los herodianos; Lucas, más coherente, nos habla de espías para entregarlo al gobernador), pero en el punto de mira está el prefecto romano Poncio Pilato, que era un gobernante de una crueldad sin miramientos, vengativa y arbitraria. Los judíos lo odiaban porque había introducido en Jerusalén bustos e insignias del César, además de haber usado el dinero sagrado del templo para construir un acueducto que llevara el agua a Jerusalén (Josefo, De Bello 2,9,2; 2,9.4).

III.2. La hierocracia y aristocracia de la ciudad santa mandan sus espías para poder deshacerse de este profeta galileo que anuncia el Reino de Dios, pero que no coincide con el reino de Roma, ni con el concepto que tienen del mismo algunos partidarios de la revolución contra Roma, ni específicamente con el reino que ellos quieren manipular en nombre de Dios. Los rebeldes dejaban a las claras que la única soberanía que aceptaban bajo el suelo de Judea es la de Dios (Ex 20,4-5); en ello Jesús podría estar de acuerdo. Pero las trazas, entre uno y otros, son muy distintas. Es verdad que Jesús parecía estar en un callejón sin salida: frente a Poncio Pilato, frente a las autoridades, frente a los revolucionarios nacionalistas, frente a todos. No obstante, él la encontró; la encontró recurriendo a las dignidad humana que Dios ha puesto en el corazón de toda persona como imagen suya. Los espías, con su trampa, van a caer en su propia ignominia, porque llevan en sus manos el “denario” con la efigie de Tiberio… pero Jesús no lleva nada en su zamarra. Solamente tiene su palabra y la fuerza de la sabiduría del reinado de Dios.

III.3. Cuando es preguntado, intencionadamente pide la moneda del tributo con la efigie del César y responde: la moneda hay que dársela al emperador; ¿por qué? Porque es el dinero, y el dinero es lo más sucio de este mundo. Los que acuñan moneda tienen poder y por el dinero dominan a los hombres. Entonces, ¿hay que someterse a él? ¡Ni hablar! Por eso añade con una intencionalidad manifiesta: «y a Dios lo que es de Dios». El dinero no es de Dios, sino que de Dios somos nosotros mismos, y por lo mismo nosotros solamente debemos estar sometidos a Dios. Ya San Agustín, que afirmaba: “El César busca su imagen, dádsela. Dios busca la suya: devolvédsela. No pierda el César su moneda por vosotros; no pierda Dios la suya en vosotros” (Com. Ps 57,11). La trampa la resuelve Jesús, no solamente con inteligencia, sino con sabiduría, donde salta por los aires la legalidad con la que pretenden acusarlo en su caso. La respuesta de Jesús no es evasiva, sino profética; porque a trampas legales no valen más que respuestas proféticas. El tributo de hacienda es socialmente necesario; el corazón, no obstante, lleva la imagen de Dios donde el hombre recobra toda su dignidad, aunque pierda el “dinero” o la imagen del césar de turno que no valen nada.

III.4. Aquí Jesús responde con una afirmación liberadora que solamente pueden captar los que no están cegados por el poder, el dinero, el odio y la injusticia. Quizás la mejor ilustración a todo ello la tengamos en San Ireneo, en esa expresión, que es paradigma de muchas radicalidades humanas y divinas: «La gloria de Dios es el hombre viviente; la vida del hombre es la visión de Dios». Todo esto quiere decir que el evangelio de Jesucristo implica, en una simultaneidad inconfundible, que de la misma manera que nos descubre al Dios viviente, nos descubre a la vez, y no por otro camino, al hombre viviente. Podemos usar los bienes de este mundo con eficacia, pero lo que no podemos hacer es vender nuestra vida al mejor postor. Al “césar” de turno podemos darle el dinero, o los impuestos, pero nuestra libertad nadie nos la podrá arrebatar.

Fray Miguel de Burgos Núñez – (1944-2019)

 

15 de Octubre 2023. XVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Comentario Bíblico.

Comentario Bíblico.

III.1. El evangelio del banquete que un rey da por la boda de su hijo es una de las parábolas más sofisticadas del evangelio de Mateo, que marca unas diferencias substanciales con la que nos ofrece Lucas (14,15-24); incluso podríamos hablar de parábolas distintas. Mateo nos habla de un rey, rechazado por los magnates, y tras ser maltratados y asesinados algunos de sus criados, manda atacar y destruir la ciudad. Ahora se debe ir a los cruces de los caminos para instar a los transeúntes a que vengan al banquete. Como es lógico, vinieron toda clase de gentes, buenas y malas. ¿Qué significa, pues, que tras esta invitación tan generosa e informal, el rey venga a la sala del banquete y encuentre a uno que no tiene traje de bodas? Esto cambia el sentido de la interpretación de los vv. 1-10, cuando la sala se llenó de invitados, poniendo de manifiesto que incluso los que no estaban preparados son invitados a un banquete de bodas. Aquí nos encontramos con lo más extraño, quizás lo más importante y original de la parábola de Jesús redactada por Mateo.

III.2. Los vv. 11-14, sobre el traje de bodas, pues, deben ser un añadido independiente. Estaríamos ante una reconstrucción alegorizante para la comunidad de Mateo, que saca unas consecuencias nuevas para los miembros de esa comunidad cristiana tan particular, con objeto de que sepan responder siempre a la llamada que se les ha hecho. Pensemos en la «justicia» de las buenas obras, del compromiso constante, de la perseverancia, a lo que es muy dada la teología del evangelio de Mateo. En todo caso no debemos perder de vista que la parábola la pronunció Jesús para poner de manifiesto la fiesta de la libertad de Dios que llama a todo el que encuentra. Por lo mismo, el significado del traje de boda, añadido posteriormente (quizás se trataba de una parábola independiente), debe estar supeditado al primero, porque no es lógico que los invitados por los caminos estén preparados para una boda. No obstante deberíamos suponer que en la semiótica del vestido con que se quiere generar el texto, todo el mundo, incluso lo más pobres, siempre encuentran unas ropas más decentes para ir a una boda o a un banquete; de lo contrario no tendrían sentido los vv. 11-14. Por eso pensamos con otros intérpretes que se trata de una parábola sobreañadida a la original de los vv. 1-10, que son los coinciden más con Lc 14.

III.3. En todo caso, la parábola es escandalosa, y debe seguir siéndolo en cuanto a los motivos de los que rechazan el banquete, como en la actitud del rey que, en vez de suprimir el banquete, invita a todo el mundo que se encuentre por los caminos: hay que buscar a las personas que no están atadas a nada ni a nadie; son libres. El banquete no es un acto burlesco, sino que Jesús piensa en el festín de la salvación; no en una fiesta de compromiso, sino de libertad. En ese supuesto, hasta el hombre que no lleva vestido de boda, independientemente de la teología de Mateo, habría que entenderlo, hoy y ahora, como que no está allí como los demás, libre para la gracia de Dios. Quien no posea esa actitud, “ese vestido”, estará echando por tierra la fiesta de la libertad y de la gracia.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

1 Octubre 2023. Comentario Bíblico.

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Mateo (21,28-32): Para Dios, lo que cuenta es “volver”

III.1. El evangelio de Mateo (21,28-32), con la parábola del padre y los dos hijos, es provocativo, pero sigue en la misma tónica de los últimos domingos. Se quiere poner de manifiesto que el Reino de Dios acontece en el ámbito de la misericordia, por eso los pecadores pueden preceder a los beatos formalistas de siempre en lo que se refiere a la salvación. Una parábola nos pone en la pista de esta afirmación tan determinada, la de los dos hijos: uno dice que sí y después no va a trabajar a la viña; el otro dice que no, pero después recapacita sobre las palabras de su padre y va a trabajar.

III.2. Lo que cuenta, podríamos decir, son las obras, el compromiso, recordando aquello de no basta decir ¡Señor, Señor!. El acento, pues, se pone sobre el arrepentimiento, e incluso si la parábola se hubiera contado de otra manera, en la que el primero hubiera dicho que sí y hubiera ido a lo que el padre le pedía, no cambiarían mucho las cosas, ya que lo importante para Jesús es llevar a cabo lo que se nos ha pedido. Sabemos, no obstante, que los dos hijos corresponden a dos categorías de personas: las que siempre están hablando de lo religioso, de Dios, de la fe y en el fondo su corazón no cambia, no se inmutan, no se abren a la gracia. Probablemente tienen religión, pero no auténtica fe. Por eso, por ley de contrastes, la parábola está contada con toda intencionalidad y va dirigida, muy especialmente, contra los primeros.

III.3. El acento está, justamente, en aquellos que habiéndose negado a la fe primeramente, se dejan llenar al final por la gracia de Dios, aunque esto sirve para desenmascarar a los que son como el hijo que dice que sí y después hace su propia voluntad, no la del padre. Los verdaderos creyentes y religiosos, aunque sean publicanos y prostitutas, son los que tienen la iniciativa en el Reino de la salvación, porque están más abiertos a la gracia. El evangelio ha escogido dos oficios denigrados y denigrantes (recaudadores de impuestos y prostitutas); pero no olvidemos que el marco de los oyentes también es explícito: los sacerdotes y ancianos, que dirigían al pueblo. Pero para Dios no cuentan los oficios, ni lo que los otros piensen; lo que cuenta es que son capaces de volver, de convertirse.

Fray Miguel de Burgos Núñez – (1944-2019)