Autor: alberto

Lectura (Jn 20,19-31): ¡Señor mío! La resurrección se cree, no se prueba. Comentario Bíblico.

III.1. El texto es muy sencillo, tiene dos partes (vv. 19-23 y vv. 26-27) unidas por la explicación de los vv. 24-25 sobre la ausencia de Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz (vv. 19.26). Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, “dan que pensar”, como dice Ricoeur, en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios. La “verdad” del texto que se nos propone, no es una verdad objetivable, empírica o física, como muchas veces se propone en una hermenéutica apologética de la realidad de la resurrección. Vivimos en un mundo cultural distinto, y aunque la fe es la misma, la interpretación debe proponerse con más creatividad.

III.2. El “soplo” sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. Se ha pensado en Gn 2,7 o en Ez 37. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión. En Juan, “Pentecostés” es una consecuencia inmediata de la resurrección del Señor. Esto, teológicamente, es muy coherente y determinante.

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4 de Abril. “ No sabemos dónde lo han puesto ” Comentario Bíblico.

Evangelio (Jn 20,1-9): El amor vence a la muerte: la experiencia del discípulo verdadero

III.1. El texto de Juan 20,1-9, que todos los años se proclama en este día de la Pascua, nos propone acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un símbolo de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa el asombro y la perplejidad de que el Señor no está en el sepulcro; no puede estar allí quien ha entregado la vida para siempre. En el sepulcro no hay vida, y Él se había presentado como la resurrección y la vida (Jn 11,25). María Magdalena descubre la resurrección, pero no la puede interpretar todavía. En Juan esto es caprichoso, por el simbolismo de ofrecer una primacía al *discípulo amado+ y a Pedro. Pero no olvidemos que ella recibirá en el mismo texto de Jn 20,11ss una misión extraordinaria, aunque pasando por un proceso de no “ver” ya a Jesús resucitado como el Jesús que había conocido, sino “reconociéndolo” de otra manera más íntima y personal. Pero esta mujer, desde luego, es testigo de la resurrección.

III.2. La figura simbólica y fascinante del *discípulo amado+, es verdaderamente clave en la teología del cuarto evangelio. Éste corre con Pedro, corre incluso más que éste, tras recibir la noticia de la resurrección. Es, ante todo, “discípulo”, y por eso es conveniente no identificarlo, sin más, con un personaje histórico concreto, como suele hacerse; él espera hasta que el desconcierto de Pedro pasa y, desde la intimidad que ha conseguido con el Señor por medio de la fe, nos hace comprender que la resurrección es como el infinito; que las vendas que ceñían a Jesús ya no lo pueden atar a este mundo, a esta historia. Que su presencia entre nosotros debe ser de otra manera absolutamente distinta y renovada.

III.3. La fe en la resurrección, es verdad, nos propone una calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda que se hace entre nosotros con propuestas de tipo social y económico. Se trata de una calidad teológicamente íntima que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte no debería ser absurda, pero si lo es para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con El. Rechazar esta dinámica de resurrección sería como negarse a vivir para siempre. No solamente sería rechazar el misterio del Dios que nos dio la vida, sino del Dios que ha de mejorar su creación en una vida nueva para cada uno de nosotros.

III.4. Por eso, creer en la resurrección, es creer en el Dios de la vida. Y no solamente eso, es creer también en nosotros mismos y en la verdadera posibilidad que tenemos de ser algo en Dios. Porque aquí, no hemos sido todavía nada, mejor, casi nada, para lo que nos espera más allá de este mundo. No es posible engañarse: aquí nadie puede realizarse plenamente en ninguna dimensión de la nuestra propia existencia. Más allá está la vida verdadera; la resurrección de Jesús es la primicia de que en la muerte se nace ya para siempre. No es una fantasía de nostalgias irrealizadas. El deseo ardiente del corazón de vivir y vivir siempre tiene en la resurrección de Jesús la respuesta adecuada por parte de Dios. La muerte ha sido vencida, está consumada, ha sido transformada en vida por medio del Dios que Jesús defendió hasta la muerte.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

Pautas para la Homilía de hoy.

Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo….

Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno ……

Nuestra existencia, unida a Él en una muerte y resurrección como las suyas …….

¿Buscáis a Jesús? No está aquí. Ha resucitado

Cierra la liturgia de la Palabra el relato de Marcos, que comienza recogiendo un sentimiento muy humano: el deseo de aquellas mujeres de conservar el cuerpo de Jesús y la confianza en que alguien les ayude a correr la piedra. Pero cuando acceden al sepulcro esas pretensiones tan comprensibles quedan fuera de lugar: la piedra ya está corrida y el sepulcro está vacío. Un joven ataja sus temores y les asegura que el Resucitado irá por delante de los discípulos a Galilea. Nada ha salido como ellas programaron sino como el Padre ha decidido.

La resurrección de Jesús es lo nuclear de nuestra fe. La muerte no es un triste final, sino un gozoso continuar de la vida en su presencia. No hay testigos del momento de la Resurrección, pero sí ha habido y hay miríadas de testigos del encuentro inesperado y renovador con el Resucitado. El Padre confirma la vida y las palabras de Jesús cuyo amor es, en verdad, más fuerte que la muerte.

Celebrar la Pascua es vencer la muerte, abrirnos al amor, al amor a Dios y a los otros como a todos amó Jesús, y a entregarnos a promover la dignidad y el gozo de toda vida, de cualquier vida, como se entregó el Señor. ¡Feliz día de Resurrección!

Fray Fernando Vela López
Convento Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)

“ Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? ”

Con del Domingo de Ramos, comienza, para la Iglesia, la semana mayor que culminará en la Vigilia Pascual-Domingo de Resurrección.

El Domingo de Ramos, con la procesión de los ramos o las palmas por la ciudad –si la pandemia lo permite-, la Iglesia conmemora su peregrinación hacia la Pascua de Resurrección.

La “doble” celebración de este día –procesión y eucaristía- reviste por un lado un ambiente festivo con la aclamación de la realiza de Cristo “Hosanna en las alturas”; (procesión de ramos), y, por otro, un ambiente de muertecrucifícalo”, (Liturgia de la Palabra de la Eucaristía).

Si en el primer evangelio se puede escuchar y sentir a todos los perdonados, curados, sanados y amados por Cristo; en el “crucifícalo” del segundo evangelio se escuchar la voz de los que quieren, (y quizá no pueden), apartar a Dios del mundo.

Quienes se unen en corifeo con la chuma del “crucifícalo”, no se percatan que, a la vuelta de una semana, la resurrección de Cristo será una realidad. Realidad visible, no solo en la naturaleza, por el nuevo crecimiento de la vida en primavera, sino porque la muerte ya no tiene lugar en este mundo: el Viviente ya no muere más, vive para siempre –Pascua Florida.

En un mundo “tan tolerante”, donde el hablar de Dios es signo retrógrado y de infantilidad intelectual, los seguidores del Resucitado tienen (tenemos) que salir a los distintos areópagos a proclamar que la vida, la resurrección, es una realidad espiritual incontestable.

Debe ser esta Santa Semana tiempo para que el cristiano confronte su proyecto de vida con el de Cristo. El asumir los triunfos y alegrías, las tristezas y las esperanzas propias, y de los demás –cirineos-, para que sean transformadas y resurgidas por y en la resurrección de Cristo en la Vigilia Pascual de la Noche Santa.

Fr. Carlos Recas Mora O.P.
Convento del Santísimo Rosario (Madrid)

26 de Marzo. V Semana de Cuaresma. Comentario Bíblico.

Soy Hijo de Dios

En los versículos previos -( evangelio según san Juan 10, 31-42) – los judíos rechazan a Jesús ¡qué raro! Hasta quisieron apedrearlo. Tenían afición a agacharse, coger piedras y amenazar con arrojarlas. A veces no se reprimían y las lanzaban contra alguien. Hay muchas escenas bíblicas con tales intimidaciones.

Estamos a las puertas de los sucesos de Semana Santa. El ambiente en torno a Jesús se caldea, se masca la tragedia. Le tenían ganas, no soportaban que se pusiese a la misma altura de Dios. Era un blasfemo. Las cosas buenas que había hecho les parecían bien, pero ser tan osado como para identificarse con Dios, era demasiado. Jesús solo había dicho: Soy hijo de Dios. Eso ya les parecía un horror. ¿Qué de quién serían ellos? A nosotros, que también tenemos conciencia de nuestra filiación divina, nos parece una maravilla. Nos da seguridad. ¡Somos hijos e hijas de Dios! ¡Qué más podemos pedir! A ninguno se nos ocurre decir que somos Dios, a lo máximo que llegamos es a decir que somos “icono de Dios” “imago Dei”, “imagen de Dios”. Hijos e hijas, en suma; ¿para qué más? Con tal de ser hijos buenos, es suficiente.  Porque todos sabemos que ¡hay cada hijo por ahí!

Jesús nunca trata de demostrar nada, simplemente mostrar sus obras, para que al menos creyeran en ellas. Lo mismo nos pasa a nosotros, nada de presumir de tales o cuales acciones, simplemente mostrarlas y que por ellas nos juzguen; y aunque a veces no son todo lo buenas que debieran, siempre queda nuestra capacidad de pedir perdón, de reconocer nuestras limitaciones, de reorientar la vida… Esta Semana Santa es un buen momento para que reorientemos, redirijamos la vida desde el alimento de la Cena última, pasando por duro doloroso camino después de estar orando en el Huerto de los olivos y caminar con Él en el Vía crucis/Vía Lucis, hasta la tumba; una tumba que pronto estará vacía, pero que rápidamente se llena de Luz resucitada, resucitadora.  “Hay una grieta en todo: así es como entra la Luz”, cantaba Leonard Cohen. ¡Ah, las grietas de la vida! Si somos fieles a Dios, no tarda en entrar la Luz.

“La luz de Dios parece que sólo puede quemar en la tierra con el aceite de nuestra vida. Sobre todo con el aceite de la justicia y del amor”.     (E. Schillebeeckx).

 El final de los versículos es genial: Quisieron apresarlo, pero Jesús se les escapó de las manos. Supo zafarse y dejarlos con las ganas. Volverían a las andas. Lo sabemos bien: los insidiosos y malvados no renuncian fácilmente a sus planes. Dentro de unos días lo veremos: Jueves y Viernes; además, cada día lo constatamos. Pero siempre hay un Sábado…, aunque a veces tarda en llegar.

Fr. José Antonio Solórzano Pérez O.P.
Casa San Alberto Magno (Madrid)

25 de Marzo. Anunciación del Señor. V Semana de cuaresma.

El anuncio de Dios a María

María recibe la noticia más importante de toda la historia de la humanidad. La noticia de que Dios, por amor, va a enviar hasta nosotros, a nuestra tierra, a su Hijo Jesús. Quiere que llegue a  modo humano, concebido en el seno de una mujer y por obra del Espíritu Santo. Y Dios elige a María para ser la madre de Jesús. En un primer momento, como no podía ser menos, María se llenó de un gran asombro, de un asombro positivo. Dios le pedía, ni más ni menos, que ser la madre de su Hijo. María, ante las explicaciones del ángel Gabriel, aceptó la oferta de Dios. “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

Durante nueve meses tuvo la ilusión de dejar nacer en su seno a su propio hijo, al hijo de Dios. Durante el resto de la vida de su Hijo, siempre, como buena madre, le llevó en su corazón. Cuando Jesús fue presentado en el Templo, les recibió Simeón y dijo a María, su madre: “Está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción; una espada atravesará tu alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”. Cuando Jesús empezó su vida pública, a predicar su buena noticia del reino de Dios, se cumplieron las palabras de Simeón. Ciertamente una espada atravesó el alma de María, al ver que su Hijo era signo de contradicción, al ver que algunos le rechazaban y que su rechazo fue tan fuerte que le clavaron en la cruz. Cran dolor para María. Pero María siempre disfrutó del cariño, del amor de su Hijo, a la vez que Hijo de Dios. Su corazón se ensanchaba cuando veía que también mucha gente aceptaba a su Hijo, le escuchaba, le seguía… y le reconocían como su Salvador.

María, también nuestra madre, da un paso en favor nuestro. Nos ofrece que también nosotros, como ella, dejemos nacer en nuestros corazones a Jesús. Porque Jesús ha venido hasta nosotros para eso, para adentrarse y adueñarse de nuestro corazón, por lo que podemos decir con san Pablo: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”.  

En este día especial, alegrémonos con María porque el Señor ha hecho maravillas en ella, la ha hecho Madre de su Hijo. Y demos gracias a Dios porque Jesús, el Hijo de Dios, también quiere nacer en nuestros corazones. Nadie mejor que él que sea el Dueño de nuestro corazón.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

Comentario Bíblico. Evangelio (Juan 12,20-33): La hora de la verdad es la hora de la muerte y ésta, de la gloria

III.1. El texto de Juan nos ofrece hoy una escena muy significativa que debemos entender en el contexto de toda la «teología de la hora» de este evangelista. La suerte de Jesús está echada, en cuanto los judíos, sus dirigentes, ya han decidido que debe morir. La resurrección de Lázaro (Jn 11), con lo que ello significa de dar vida, ha sido determinante al respecto. Los judíos, para Juan, dan muerte. Pero el Jesús del evangelio de Juan no se deja dar muerte de cualquier manera; no le roban la vida, sino que la quiere entregar El con todas sus consecuencias. Por ello se nos habla de que habían subido a la fiesta de Pascua unos griegos, es decir, unos paganos simpatizantes del judaísmo, “temerosos de Dios”, como se les llamaba, que han oído hablar de Jesús y quieren conocerle, como le comunican a Felipe y a Andrés. Es entonces cuando Jesús, el Jesús de san Juan, se decide definitivamente a llegar hasta las últimas consecuencias de su compromiso. El judaísmo, su mundo, su religión, su cerrazón a abrirse a una nueva Alianza había agotado toda posibilidad. Una serie de “dichos”: sobre el grano de trigo que muere y da fruto (v.24); sobre el amar y perder la vida (v. 25) (como en Mc 8,35; Mt 10,39; 16,25; Lc 9,24; 17,33) y sobre destino de los servidores junto con el del Maestro, abren el camino de una “revelación” sobre el momento y la hora de Jesús.

III.2. Efectivamente las palabras que podemos leer sobre una experiencia extraordinaria de Jesús, una experiencia dialéctica, como en la Transfiguración y, en cierta manera, como la experiencia de Getsemaní (Mc 14,32-42; Mt 26,36-46; Lc 22,39-46) son el centro de este texto joánico, que tiene como testigos no solamente a los discípulos que eran judíos, sino a esos griegos que llegaron a la fiesta e incluso la multitud que escuchó algo extraordinario. Muchos comentaristas han visto aquí, adelantado, el Getsemaní de Juan que no está narrado en el momento de la Pasión. En eso caso puede ser considerado como la preparación para la “hora” que en Juan es la hora de la muerte y esta, a su vez, la hora de la gloria. El evangelista, después de la opinión de Caifás tras la resurrección de Lázaro de que uno debía morir por el pueblo (Jn 11,50s), está preparando todo para este momento que se acerca. Ya está decidida la muerte, pero esa muerte no llega como ellos creen que debe llegar, sino con la libertad soberana que Jesús quiere asumir en ese momento.

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Comentario Bíblico. 14 de Marzo. Juan (3,14-21): De la noche a la luz, con Cristo

III.1. El evangelio, sobre el diálogo con Nicodemo, el judío que vino de noche (desde su noche de un judaísmo que está vacío, como se había visto en el relato de las bodas de Caná), para encontrar en Jesús, en su palabra, en su revelación, una vida nueva y una luz nueva, es una de las escenas más brillantes y teológicas de la teología joánica. Es importante tener en cuenta que Nicodemo es un alto personaje del judaísmo, aunque todo eso no esté en el texto de hoy que se ha centrado en el discurso de Jesús y en sus grandes afirmaciones teológicas, probablemente de las más importantes de este evangelio. Es necesario leer todo el relato de Jn 3,1-21, pues de lo contrario se perdería una buena perspectiva hermenéutica. Digamos que este relato del c.3 de Juan seguramente fue compuesto en el mo­men­to en que personas, como Nicodemo, habían pedido a la comunidad cristiana participar en ella. De ahí ha surgido esta «homilía sobre el bautismo» entre los recuerdos de Juan de un acontecimiento parecido al que se nos relata y una reflexiones personales sobre lo que sig­nifica el bautismo cristiano. En los versículos 1 al 15 (vv. 1-15) tenemos el hecho de lo que podía suceder más o menos y palabras de Jesús que Juan ha podido conservar o aprender por la tradición. Desde los vv. 16-21 se nos ofrecen unas reflexiones personales del teólogo (es realmente un monólogo, no un diálogo en este caso), el que ha hecho la homilía de Juan, sobre la esencia de la vida cristiana en la que se entra por el bautismo.

III.2. Los vv. 16-21 aportan, pues, una reflexión del evangelista y no palabras de Jesús propiamente hablando. Esto puede causar sorpresa, pero es una de las ideas más felices de la teología cristiana. Dios ha entregado a su Hijo al mundo. En esto ha mostrado lo que le ama. Además, Dios lo ha enviado, no para juzgar o condenar, sino salvar lo que estaba perdido. Si existe alguna doctrina más consoladora que esta en el mundo podemos arrepentirnos de ser cristianos. Pero creo que no existe. El v.18 es una fuente de reflexión. La condena de los hombres, el juicio, no lo hace Dios. Lo ha dejado en nuestras manos. La cuestión está en creer o no creer en Jesús. El juicio cristiano no es un episodio último al que nos presentamos delante de un tribunal para que le diga si somos buenos o malos. ¡No! sería una equivocación ver las cosas así, como muchos las ven apoyado en Mt 25. Los cristianos experimentamos el juicio en la medida en que respondemos a lo que Señor ha hecho por nosotros. El juicio no se deja para el final, sino que se va haciendo en la medida en que vivimos la vida nueva, la nueva creación a la que hemos sido convocados. Estas imágenes de la luz y las tinieblas son muy judías, del Qumrán, pero a Juan le valen para expresar la categoría del juicio.

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El Papa en Irak: «No podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión»

Desde Bagdad, el Papa ha viajado a primera hora de la mañana en avión hasta Nayaf. Al-Sistani es uno de los clérigos chiíes más influyentes, con millones de seguidores en todo el mundo.

El Papa ha arremetido en Irak contra la proliferación de armas y lasturbias maniobrasdel dinero al tiempo que ha pedido a los fieles de todas las religiones “transformar” el odio en “instrumentos de paz”. “Hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión. Y nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión”, ha exclamado Francisco en su tercer discurso en el país.

El Pontífice ha viajado a primera hora de la mañana a Nayaf, donde le ha recibido el gran ayatolá Al Sistani, una autoridad religiosa muy respetada entre los chiíes, que contribuyó a la caída del Estado Islámico al invitar a los iraquíes a luchar en su contra en el 2014.

El encuentro de casi una hora ha sido privado y sin presencia de periodistas, pero el Vaticano ha informado de que el Papa ha agradecido a Al Sistani su apoyo y defensa a los más débiles y perseguidos en los difíciles años de guerra y terror. Después, el Papa se ha desplazado en helicóptero hasta Ur, una de las más antiguas e importantes ciudades sumerias, el lugar donde la Biblia explica que nació Abraham, patriarca que une a las tres religiones monoteístas: judíos, cristianos y musulmanes.

El Papa, que ha dedicado al diálogo interreligioso su segunda jornada en Irak, ha dejado claro que la “ofensa más blasfema es profanar su nombre odiando al hermano”.

Y ante líderes de varias confesiones ha señalado: “Nos toca a nosotros exhortar con fuerza a los responsables de las naciones para que la creciente proliferación de armas ceda el paso a la distribución de alimentos para todos. Nos corresponde a nosotros acallar los reproches mutuos para dar voz al grito de los oprimidos y de los descartados del planeta; demasiados carecen de pan, medicinas, educación, derechos y dignidad”.

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