Autor: alberto

Comentario Bíblico. 16 de Agosto. Evangelio: Mateo (15, 21-28): La fe de los que están fuera

III.1. El evangelio de hoy es como el reverso de la lectura de la carta a los Romanos, porque Jesús está representando un papel. Vemos el caso de una mujer fenicia, cananea, que se acerca a Jesús, aunque en territorio pagano (Tiro y Sidón). Jesús, al principio, está escenificando miméticamente, la actitud de un judío ortodoxo y exigente. Se ha dicho que es un evangelio difícil, pero no lo es tanto. Ya que las palabras de Jesús, duras al principio como el pedernal, no son suyas, sino de la teología oficial judía. Los discípulos quieren quitarse de encima a la mujer que inoportuna y Jesús quiere darles una lección majestuosa.

III.2.La mujer no es hija de Israel y no tiene derecho a pedir lo que pide y a decir lo que dice. Esta mujer cananea ha sido alabada por su coraje y por su fuerza maternal, por la que quiere echar fuera de su hija a todos los “demonios” de su vida (un demonio muy malo). No olvidemos que el relato está enhebrado con mentalidad de la época. Jesús quiere decir que a él, siendo judío, no le está permitido “oficialmente” hacer el bien a una mujer pagana, a una cananea, que es como los perros o como los cerdos. Eso es importante para entender el texto y la propuesta de Jesús. Un judío no debe hacer lo que la mujer cananea le pide. Jesús lo recalca para dejar más en evidencia la “oficialidad” de la ortodoxia judía. Como decimos, pues, todo es una representación, porque ni Jesús pensaba así, ni estaba de acuerdo con la mentalidad oficial que no le permitía ni siquiera acercarse a los paganos, y menos a una mujer.

III.3. La lección es para sus discípulos: esta mujer se comporta mejor que los judíos, es más que una hija de Israel, es capaz de mover el mundo y llegarse al corazón de Dios por tal de “desdemonizar”, de liberar,a su hija. Jesús sabe, como experiencia personal que en realidad “ha sido enviado para salvar a todos” (“no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”). Y una vez que queda en evidencia toda la “oficialidad” teológica y religiosa del judaísmo de su tiempo, Jesús muestra quién es y qué ha venido a hacer: llamar a todos, salvar a todos, “desdemonizar” a todos, liberarlos.

III.4. Esto era lo que se podía contemplar como lejano, pero real, en el oráculo de Is. 56,1.5-6 (nuestra Iª Lectura del día). Jesús no había ido al territorio de Tiro y Sidón, país pagano, por miedo o por cobardía, sino para poner de manifiesto que “algo nuevo había llegado”. No quiere despedir a la mujer porque le inoportuna, como piden los discípulos, sino que pretendía algo más grande de ella. Al principio se siente como un “perro” con sus amos, pero Jesús quiere elevar su categoría de mujer pagana y de madre. Su fe es capaz de mover montañas y eso, precisamente, no ocurría ni en la religión ni en la patria de Jesús. La lección está dada. El demonio de la incomprensión, de la incomunicación, de la inhumanidad entre pueblos y religiones ha sido expulsado. La suerte está echada: el reino de la salvación llega para todos.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Comentario Biblico. Mateo (14,22-33): El Señor, luz en la noche

III.1. Con la lectura de este episodio de Mateo, la “marcha sobre las aguas”, se evocan muchas cosas de las experiencias de la resurrección. De hecho es muy fácil entender que este no es simplemente un episodio histórico de la vida de Jesús y los suyos, sino que encierra experiencias pascuales. No hace falta más que poner atención en las expresiones que se usan en esos momentos (cf. Mt 28,5.10; Jn 20,28), incluso en cómo se postran los discípulos ante el Señor resucitado (Mt 28,9.17). Y es que, en la comunidad primitiva, no podía evocarse este momento de la vida de Jesús sino como “Salvador” y “Señor”, lo cual sucede especialmente a partir de la resurrección.

III.2. Es significativo que Jesús, después de la multiplicación de los panes, episodio inmediatamente anterior, se retira a solas para orar y entrar en contacto con Dios en una experiencia muy personal y particular, que refleja muy a las claras dónde recibe Jesús esa “fuerza” salvífica. Los discípulos, en la barca, están en sus faenas. Sabemos, se ha dicho frecuentemente, que en el evangelio de Mateo esa barca representa a la comunidad, a la Iglesia, a la que el evangelista quiere trasmitir este mensaje.

III.3. El hecho mismo de que Pedro represente un papel particular en este episodio, también habla de ese misterio de la Iglesia, que necesita la fuerza y el coraje de su Señor. Pedro es en el evangelio de Mateo el primero de ese grupo de los doce, de la Iglesia, que necesita buscar y encontrar al Señor por la fe. Incluso es representado con sus debilidades. Porque la Iglesia en el NT no es el grupo de los perfectos, sino de los que necesitan constantemente fe y salvación.

III.4. “Soy yo, no tengáis miedo”, es una palabra salvadora, de resurrección. Ya hemos dicho que este relato está envuelto en ese lenguaje en el que Jesús domina el tiempo y el espacio, las aguas y el fuego si fuera necesario. Es el lenguaje teológico de la resurrección, cuando Jesús es confesado como Señor. Pero de la misma manera que Dios se “manifestó” a Elías en el Horeb. Ante la desesperación de los suyos, no viene en medio del terremoto, sino “caminando” sobre las aguas, que es como decir: “en la serenidad de la noche”, en el “silencio” imperceptible y cuando hace falta.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

6 de Agosto. La Transfiguración del Señor. Comentario.

En el monte Tabor, Jesús manifiesta radiantemente su divinidad, a Pedro, Santiago y Juan. ” Este es mi Hijo amado, en El yo me he complacido”.

“Esta voz traída del cielo, la oimos nosotros, estando con él en la montaña sagrada”. Así escribe Pedro.

Y prosigue: ” Esto nos confirma la palabra de los profetas; y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y el lucero nazca en nuestros corazones”.

En el Tabor se robustece la fe de Pedro, roca de la Iglesia. Santiago el primer apóstol martir, y Juan el gran confidente de los divinos secretos de Jesús.

Tiempo de cambio

Buenos propósitos, promesas hechas, ideales escritos… Hace casi 5 meses comenzábamos un camino que no estaba previsto, un camino que, por una vez, hacíamos en todo el planeta a la vez, se cerraban puertas de las casas, de los trabajos, se cerraban fronteras, no para migrantes, para toda persona que quisiera moverse, se paraban fábricas, empresas, colegios… el reloj casi dejó de moverse, pero no, el tiempo es lo único que no dejó de avanzar y estamos en una montaña rusa en la que es difícil mantenerse en una posición.

Leer más

2 de Agosto. Comentario Bíblico.XVIII Domingo del Tiempo Ordinario.

“ Dadles vosotros de comer

Las lecturas de este día giran en torno a la compasión. El Dios revelado en la Biblia es un Dios apasionado y compasivo. Dios se “compadece” con la persona humana porque la ama,  “padece con” el ser humano, roto, desahuciado, humillado, sin esperanza y necesitado.

La lectura de Isaías (Is. 55,1-3), forma parte del denominado “Libro de la consolación”, en este  poema el profeta intenta levantar los ánimos de los desterrados con la esperanza de la inminente vuelta a su tierra. La compasión se muestra con una sencilla imagen: Un vendedor ambulante que ofrece su mercancía, trigo, agua, vino y leche, a hombres hambrientos y sedientos. Esos productos son para todos,  son gratuitos; el único requisito exigido es tener necesidad de comer y beber.

Pablo en la carta a los Romanos (Rom. 8,35.37-39) nos invita a la confianza inquebrantable en el amor de Dios, que es el fundamento de nuestra seguridad. Dios compadeciéndose nos sostiene y fortalece frente a las vicisitudes de la vida.

La compasión es presentada en el Evangelio (Mt. 14,13-21) como signo de que el Reino de Dios ya ha llegado. La compasión es parte fundamental del Reino al dar gratuitamente lo que uno tiene. Así el milagro de la multiplicación de los panes es una “señal” de la vida que ha venido a traer Jesús al mundo. Una vida abundante. El número doce seguramente se relaciona con los discípulos que no son los dueños, sino los distribuidores del pan.

En este día, 2 de agosto, los dominicos recordamos la figura de Juana de Aza, madre de Santo Domingo. La gente recuerda de ella su compasión, misericordia y generosidad con los más necesitados. Las puertas de su casa siempre estaban abiertas. La sensibilidad, la ternura y la compasión vividas por su madre serán luego las características de la personalidad de Domingo.

Fray Edgardo César Quintana O.P.
Casa Ntra. Sra. del Rosario (Montevideo)

Comentario Bíblico. Mateo (13,44-52): El tesoro de la sabiduría del Reino

III.1. El texto evangélico de hoy es el final del c.13 de Mateo, el capítulo de las parábolas por antonomasia, en que una y otra vez se compara el “Reino de los cielos” con las cosas de este mundo, de la tierra, del campo, de la cizaña. En este caso, nos hemos de fijar en el tesoro del campo y la perla (vv. 44-46). Son como dos parábolas en una, aunque pudieran ser independientes en su momento. Las dos parábolas, tras una introducción idéntica, narran el descubrimiento de algo tan valioso que los protagonistas (un hombre cualquiera y un comerciante) no dudan ni un instante en vender todo lo que tienen para adquirirlo; lo hallado es tan extraordinario que están dispuestos a desprenderse de cuanto poseen con tal de apropiárselo. No todos los días tiene uno la suerte de descubrir un tesoro o una perla de inmenso valor. Cualquier hombre sería feliz con un descubrimiento semejante. Por eso, haría todo lo posible por obtenerlo, aunque para ello tuviera que pagar un alto precio. En las dos parábolas, los bienes que poseen los protagonistas del relato, pocos o muchos, son suficientes para que con su totalidad puedan adquirir lo que han encontrado. En ambos casos, el acento recae sobre el descubrimiento y sobre la decisión que toman los dos protagonistas.

III.2. Efectivamente, la decisión que toman parece desproporcionada o, al menos, arriesgada. Pero hemos de considerar que tienen una seguridad en esa decisión que les lleva hasta ese destino. ¿Es sabiduría o coraje (parresía)? Las dos cosas. Los elementos secundarios de las narraciones -si entendemos que son dos-, no dejan de tener sentido, aunque ya sabemos que en la interpretación de los parábolas no debemos exagerar o alegorizar cada una de las cosas que aparecen. Bien es verdad que en la primera hay un elemento sorpresa, porque es como el hombre que está en el campo, muy probablemente contratado, y encuentra el tesoro por casualidad. En el caso del mercader que recorre los bazares, sin duda, que siempre espera encontrar algo extraordinario y por eso porfía.

III.3. Como en los dos casos la comparación es con el “reino de los cielos” (bien en el caso del tesoro, bien en el caso del mercader) entonces el sentido no puede ser otro que este: cuando uno encuentra el Reino de Dios, bien porque ha tenido la suerte inesperada de encontrarse un tesoro o bien porque lo iba buscando habiendo oído hablar de él, entonces todo está en poner en marcha la sabiduría y el coraje de que uno es capaz, los cinco sentidos, arriesgarlo todo, entregar todo lo que uno tiene, por ello.

III.4. ¿Es que el reino de Dios es un tesoro? Naturalmente que sí. Porque es el acontecimiento de un tiempo nuevo de gracia y salvación, de felicidad y amor que Jesús ha predicado y que ha convertido en causa de su vida y de su entrega. Por eso lo importante de estas dos parábolas es la decisión que toman ambos protagonistas y más todavía la alegría de esta decisión en el caso de tesoro en el campo (extraña que el mercader de perlas no tenga esta reacción primera, aunque sea la misma decisión). No he encontrado mejor conclusión que esta: «El Reino aparece así como un don al alcance de todos, de los afortunados y de los inquietos, de los que sin buscarlo se lo encuentran por casualidad y de los que lo descubren al final de una búsqueda. Para responder adecuadamente a ese don, aceptándolo y haciéndolo suyo, el ser humano ha de estar convencido de que el Reino es lo más valioso que se le puede ofrecer y, en consecuencia, ha de estar dispuesto a anteponerlo a cualquier otro bien» (cf. F. Camacho Acosta, Las parábolas del tesoro y la perla, Isidorianum, 2002).

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

Comunidad. XVI Domingo del Tiempo Ordinario

Avanza el mes de julio. La atención de medio mundo está puesta en la pandemia del coronavirus, que en algunos rincones del planeta está en su punto más álgido, y en otros amenaza con peligrosos rebrotes… Lloramos a quienes se fueron o han sufrido la enfermedad y miramos con miedo esa crisis económica de la que avisan, y que repercutirá directamente en muchos hogares, quizás en los nuestros, y seguro que en los de los más débiles. Como siempre…

La realidad, cuando nos asusta, despierta en nosotros lo peor que guardamos dentro. Es como si necesitáramos encontrar culpables, no solo en la esfera pública sino también en nuestro entorno más cercano. El mal humor o el enfado, en ocasiones empujan a la crispación o al odio, tantas veces alentado desde las sombras más oscuras.

Nos rodea el mal, y hay momentos en que lo percibimos de una forma casi evidente: en el misterio de un virus tan pequeño y cruel, en las relaciones sociales tensas e interesadas, en la desesperanza que nos ciega para mirar al futuro. Convivimos con el mal y no sabemos cómo abordarlo.

Nadie, a lo largo de los siglos, ha logrado una explicación convincente sobre su origen: filósofos, teólogos o las distintas ramas del saber humano lo han intentado. Tampoco el Evangelio da una respuesta sobre su procedencia. Pero sí nos da claves para saber convivir con él. La comunidad de Mateo, cincuenta años después de la Pascua, se sorprendía de que el Reino no triunfase sobre el mal y su poder. El libro de la Sabiduría (medio siglo antes) también se hacía preguntas similares… Jesús tiene una respuesta, para entonces y para ahora: deben convivir juntos. Pues aunque el mal tiene efectos evidentes, el Reino de Dios crece desde lo pequeño y sin hacer ruido: esas semillas no se perderán sino que crecerán a su tiempo.

Fr. Javier Garzón Garzón
Convento Santo Tomás de Aquino – ‘El Olivar’ (Madrid)

Salio el sembrador a sembrar. Domingo XV del tiempo ordinario.

Estaban de pie, en la orilla del lago, escuchando a Jesús, que se había sentado en una barca. La mayoría de ellos eran trabajadores pobres, campesinos a sueldo, cansados de trabajar una tierra ingrata, rocosa y árida, como era la tierra de Palestina. Jesús les hablaba del Reino mediante parábolas. Esta vez fue la parábola del sembrador.

El evangelista Mateo nos cuenta la parábola. Él escribe a unas comunidades cristianas de su entorno, cansadas de predicar a oídos sordos, en medio de una sociedad descreída y hostil, ajena a los valores del Reino de Dios, inapetente a las propuestas del Señor Resucitado. Una sociedad semejante a la nuestra.

La Palabra de Dios que hoy escuchamos, en este domingo, alienta a estas comunidades cansadas de evangelizar y hasta un poco frustradas por el aparente fracaso de su misión. La de hoy, es una palabra que fortalece y da vigor y audacia a los testigos del Resucitado.

Hoy vamos a comprender mejor que la riqueza del evangelizador es la Palabra de Dios, del mismo modo que la semilla es la riqueza del sembrador; también nos daremos cuenta de que el desafío del sembrador es la calidad de las diversas de tierras que reciben la semilla; y que el desafío del evangelizador es la complejidad de los diversos oyentes.

Desde el acontecimiento de Pentecostés nos reconocemos como Iglesia de Jesús, discípulos y misioneros, que peregrinan por los caminos del mundo anunciando el Reino. Es bueno que, reunidos con Jesús, tomemos hoy conciencia, personal y comunitariamente, de la riqueza de la Palabra de Dios y de la capacidad de escucha de los oyentes.

Fr. Luis Carlos Bernal Llorente O.P.
Casa de la Santísima Trinidad (Montevideo-Uruguay)

Comentario Bíblico. Evangelio: Mateo (11,25-30): El Dios de Jesús, un “padre” entrañable

III.1. El evangelio de este domingo es uno de los textos más hermosos del evangelio de Mateo, que no se prodiga precisamente en el misterio de la gratuidad de Dios. Lucas 10,21, para introducir estas mismas expresiones, (quiere ello decir que ambos evangelistas tienen una fuente común, la conocida como documento o evangelio Q), ha recurrido a uno de sus elementos teológicos más notorios en su obra: estas palabras las pronuncia Jesús lleno del Espíritu Santo. De esta manera, pues, se asumiría en la liturgia de hoy la fuerza y radicalidad del texto de la carta a los Romanos. Por otra parte, también se ha visto en este texto evangélico el cumplimiento del oráculo de Zacarías 9,9-10.

III.2. Se ha escrito y se ha hablado mucho del Dios de Jesús y cada generación ha de interrogarse sobre ello, porque ese Dios hay que descubrirlo en el evangelio. En este caso podríamos aplicar ese famoso “criterio de disimilitud” con el que los especialistas han tratado de fijar las palabras auténticas de la predicación de Jesús. Es verdad que sobre este criterio se ha encarecido mucho y a veces las discusiones se extreman: lo que no es del judaísmo, o por el contrario, de la comunidad primitiva, es de Jesús. Este texto de Q, sin duda, es de esos textos absolutos. Ni en el judaísmo oficial se pensaba así de Dios, ni entre los primeros cristianos se lo hubieran imaginado tal como hoy aparece en este texto de alabanza y acción de gracias de Jesús. Por tanto, tampoco se hubieran atrevido a poner en boca de Jesús palabras como estas, tan audaces y determinantes. Con los retoques pertinentes que la tradición siempre articula (aquí se usa páter, en griego, y no Abbâ, aunque se reconoce que los vv. 25-26 están recargados de sustratos arameos), nos acercamos mucho a la experiencia más determinante que Jesús tenía de su Dios. Estamos hablando de la experiencia humana de Jesús, del profeta, no debemos entenderlas, ni interpretarlas todavía, en clave trinitaria.

III.3. Jesús, pues, rompiendo con toda clase de preconcepciones sobre Dios, sobre la religión, sobre la cercanía del amor divino y de la gracia, reta a sus oyentes -aunque estas palabras las dirige a sus discípulos-, para que definitivamente se echen en las manos de Dios. ¿Por qué? porque se trata de un Dios distinto de como se le había concebido hasta ahora y, consiguientemente, de unas relaciones distintas con Él. No son los sabios, los poderosos, o los que más saben, los que lo tienen más fácil para entender al Dios de Jesús. Esa es la primera lección, lo más importante, aunque tampoco es una condena de la teología, de los teólogos o de los místicos. Pero es verdad que Jesús quiere abrir el misterio de Dios a toda la gente y, especialmente, a los más alejados, incluso a los menos “espiritualistas”.

III.4. Es posible que esto le haya valido en la historia la acusación de que su Dios es un Dios de ignorantes y de desgraciados de este mundo, como si Jesús lo hubiera creado desde un cierto resentimiento contra la sociedad de su tiempo. Y la verdad es que tomando expresiones del filósofo Nietzsche, el que había predicho la muerte de Dios, este Dios de Jesús es tan humano, que no lo soportan los espíritus soberbios, los que se creen con espíritu prometéico. El instinto de Jesús para descubrir a Dios nos ofrece a todos la posibilidad de un Dios maravilloso, humano y entrañable.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Comentario Bíblico. XIII Domingo del Tiempo Ordinario.

(Mateo 10,37-42): Las verdaderas radicalidades evangélicas

El evangelio de este domingo vuelve sobre el “discurso de misión”. Mateo señala para su comunidad que ser discípulo y seguidor de Jesús lleva consigo el vivir en conflicto. Perseverar en el discipulado supone romper ciertas tradiciones que nos atan, hasta las más familiares. No se trata de romper afectos familiares, sino lazos que no nos dejan libres. En un “crescendo” eficaz de la alternativa radical que se nos presenta en esta parte del discurso misionero, se pone de manifiesto que cuando la familia nos impone sus  criterios de amor o de odio, de intereses mundanos o de herencia, el discípulo estará en conflicto. Pero Mateo pone de manifiesto que nadie puede estar por encima del evangelio. Jesús, al pedir amarle a El más que a la familia, no está desestabilizándola; está proponiendo una nueva forma de ser hijo, de ser padre o madre y de ser hermano. Estos dichos son famosos, porque algunos discí1)1105 itinerantes los llevaron hasta sus últimas consecuencias, como se refleja en el documento que le sirve a Mateo (Documento Q) para elaborar estas enseñanzas.

El “seguimiento” de Jesús, en verdad, es algo que está lleno de ‘radicalidades”. Las cosas radicales son aquellas sin las cuales no es posible que nada subsista. El evangelio no podría ser el evangelio si se imponen a los discípulos otros criterios distintos de autoridad y prestigio. Los “dichos” de Jesús recogidos en este discurso están expresados semíticamente y pueden sonar a algo imposible: ¿es posible odiar al padre y a la madre por seguir a Jesús? ¡sería un “contra-dios”! Pero quieren decir algo muy importante. Incluso sabemos que este tipo de “dichos” de Jesús sobre aborrecer a la familia y llevar la cruz obedece a actitudes escatológicas de algunos grupos cristianos que fueron más allá de lo que Jesús quería exigir.

Es una nueva propuesta en la que no se imponen o no se deben imponer imperiosamente los lazos de sangre, el clan familiar, la cultura heredada, los criterios impositivos de los más fuertes o de lo que siempre se debe hacer. El cristiano seguidor de Jesús, amante de la verdad del evangelio, debe amar al padre, a la madre, al hermano, pero nunca debe, a causa de ellos, ceder al odio, al rencor, a la violencia, a la maldición. El cristiano está llamado a una cadena mucho más grande de solidaridad, hasta dar de beber un vaso de agua a cualquiera, sea quien sea, incluso al enemigo nuestro o de nuestra familia. Así es como debemos entender estas palabras del evangelio de la misión.

Tampoco es cuestión de “endulzar” las exigencias por el hecho de que se hayan expresado de una forma semítica en que las que prevalecen los contrastes. Dicen lo que dicen y exigen lo que exigen: algo radical. Pero no se entienda como algo radical por difícil o por imposible, sino por sentido y por coherencia. Se trata de algo vital, porque si no hay raíces, no crece la vida. Eso es lo mismo que el amor a los enemigos: el evangelio no permite el odio de ninguna de las maneras. Por tanto, cuando hay enemigos o nos los creamos en nuestra mente y en nuestro corazón, estamos lejos de Jesús, de su causa del evangelio y de su Dios: cuando hay odio muere el evangelio.

De la misma manera, si seguimos a Jesús, debemos renunciar a nosotros mismos y a lo nuestro. Eso significa lisa y llanamente “llevar su cruz”. Pero ¡cuidado!: no veamos aquí solamente renuncia total a la voluntad propia, al honor, a la dicha terrena, recorriendo el duro camino de Jesús por el sendero señalado por Dios, lo que Jesús exige de sus discípulos. Quien acepte el evangelio debe hacerlo por voluntad propia, por honor, y por disfrute personal. Quien acepte estas radicalidades, no debe hacerlo en contra de su voluntad y de su libertad. Si fuera así, ser cristiano, seguir Jesús, sería un drama inhumano inaceptable. Si mi familia, mi clan, mi pueblo nacionalista, me imponen los criterios de mi existencia, de mi libertad y de mi paz, entonces yo estoy con Jesús antes que con los míos. Y ésta, y no otra, es la “cruz”, entiendo, que debe llevar el discípulo.

Fray Miguel de Burgos Núñez