Categoría: Catequesis

La misericordia de Dios. Alimento que siempre alcanza.

(Lc 9, 11-17)

El relato de este domingo nos lleva a uno de los pasajes más hermosos y conocidos de la vida de Jesús: La multiplicación de los panes y peces. Un relato de cuádruple tradición, es decir, presente en los 4 evangelistas, no siendo muchos los relatos con esta característica: La muerte de Jesús, el llamado de los discípulos, la expulsión de los demonios y otros. Entonces, de por si algo importante y definitivo está por ser contado.

El relato comienza sorprendiéndonos con la reacción de los discípulos más cercanos: “ya es tarde, despide a la gente para que vayan a buscar hospedaje y comida” (v 12). O en otras palabras: “ya estuvo bueno por hoy Jesús, ¡excelente día!… Así hacen nuestros maestros”, “ahora nosotros te invitamos la cena, tenemos 5 panes y dos peces, ¿qué dices?”. Pero no. La novedad es la respuesta de Jesús. Este maestro es diferente, sus criterios son otros. La gente no tiene por qué irse; que se queden y además que se pongan cómodos porque comerán hasta saciarse (v 15).

El impacto sobre los primeros cristianos que escucharían este relato es esperanzador. Es gente cansada, perseguida, quizás ya desilusionada del Jesús que decidieron seguir – como hoy ocurre con mucha gente. Sin embargo, ellos y ellas escuchan decir a Jesús: “Quédate, yo te daré de comer, y es más, te mostraré el modo para que el alimento no te falte nunca”. Dice Jesús a sus discípulos y a nosotros que hoy escuchamos estas palabras: “Denles a ellos lo que yo les he dado a ustedes”. Y así podemos preguntarnos: ¿qué me has dado Señor? ¿De qué vivo agradecido? ¿Qué puedo compartir para que la gente vuelva a acercarse a ti?

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Papa Francisco. Oración en la Homilía por la Divina Misericordia

 

VaticanoMisericordia

Palabras del Papa Francisco en la Homilía de oración por la Divina Misericordia

(RV).- “En Jesús no sólo podemos tocar la misericordia del Padre, sino que somos impulsados a convertirnos nosotros mismos en instrumentos de su misericordia.”, lo dijo el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro, durante la Vigilia de oración por la Divina Misericordia.

En su discurso, el Santo Padre recordó con alegría que este momento de oración nos introduce en el Domingo de la Misericordia, segundo Domingo de Pascua, solemnidad instituida por San Juan Pablo II, tras las revelaciones a santa Faustina Kowalska.

Después de haber escuchado los testimonios de algunos participantes en la celebración y comentando las lecturas del profeta Isaías, el Pontífice señaló que, “Dios no se cansa nunca de manifestar su misericordia y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla. Siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla al ver la gran fantasía creadora de Dios, cuando sale a nuestro encuentro con su amor”. Leer más

Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco en la Pascua 2016

Texto y audio completo del Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco en la Pascua 2016:

http://media02.radiovaticana.va/audio/audio2/mp3/00523438.mp3

(RV) «Jesucristo, encarnación de la misericordia de Dios, ha muerto en cruz por amor, y por amor ha resucitado. Por eso hoy proclamamos: ¡Jesús es el Señor!». Resuenan fuertes las palabras del Sucesor de Pedro pronunciadas desde el balcón central de la Basílica Vaticana, dirigidas a la Ciudad de Roma y al Mundo, en este 2016, Año de la Misericordia.

Después de presidir la Santa Misa de Pascua, en una plaza de San Pedro repleta de peregrinos y fieles provenientes de diversas partes del mundo, decorada con flores para la ocasión, y de prodigar saludos y bendiciones a los fieles presentes en un breve recorrido con el Papamóvil, el Pontífice subió al balcón central de la Basílica para dar su mensaje pascual e impartir su Bendición Urbi et Orbi, en el año Jubilar de la Misericordia.

Afirmando que “la resurrección de nuestro Señor Jesucristo cumple la profecía del Salmo «La misericordia de Dios es eterna», el padre y Pastor de la Iglesia Universal reiteró que “el amor de Jesús es para siempre, nunca muere”, y, constatando las realidades de un mundo “lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu”, con “crónicas diarias repletas de informes sobre delitos brutales”, y de “conflictos armados a gran escala”, proclamó, una vez más, la esperanza que nos llega de Jesús Resucitado.

El primer pensamiento del Papa fue a la querida Siria, “país desgarrado por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil”. El pontífice encomendó al poder del Señor las conversaciones en curso para que se puedan recoger los frutos de paz y emprender la construcción de una sociedad fraterna. Leer más

En la Cruz vemos el amor divino y la injusticia humana, el sacrificio por amor y el egoísmo extremo por necedad, dijo el Papa

El clásico Vía Crucis de la religiosidad y piedad popular, en el Coliseo romano, se realizó el viernes santo de 2016, con la presencia del obispo de Roma. Miles de personas participaron de una sentida conmemoración de la pasión del Señor, en un lugar que recuerda a tantos mártires de la Antigua Roma.

Este año las meditaciones fueron elaboradas por el Cardenal Gualtiero Bassetti, Arzobispo de Perugia (Italia), bajo el lema “Dios es misericordia”. El Papa Francisco concluyó el Vía Crucis con una oración que habla del amor divino y de la injusticia humana que se ven en la cruz, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.

ViaCrucisRomaTexto y audio completo de la oración del Papa:  Palabras del Papa Francisco

Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.

…………. Sigue.

El Papa Francisco renovó el gesto de Jesús: paz y hermandad, contra traficantes de armas, guerras y terror

En la Misa de la Cena del Señor, dando comienzo al Triduo Pascual del Jubileo de la Misericordia, el Papa destacó dos gestos: Jesús lava los pies y Judas vende a Jesús por dinero

Palabras del Papa Francisco en el lavatorio de pies

(RV).- Con el mismo gesto de Jesús, que lavó los pies, el Papa Francisco recordó que «todos somos hermanos» y «ello tiene un nombre: paz y amor». Y refiriéndose al «gesto de guerra y destrucción», perpetrado en Bruselas, por quienes no quieren la paz, puso en guardia con firmeza contra los fabricantes y traficantes de armas.

En su homilía, el Sucesor de Pedro destacó que los gestos hablan más que las imágenes y las palabras. E hizo hincapié en la contraposición entre el gesto de amor de Jesús y el de Judas que traiciona al Señor, detrás del cual había otros que no querían la paz.

La celebración tuvo lugar en el Centro de acogida para solicitantes de asilo, CARA, por su sigla en italiano, en Castelnuovo di Porto, a uno 30 kilómetros al norte de Roma.

«Musulmanes, hindúes, católicos, coptos, evangélicos» «todos somos hermanos, de diferentes culturas y religiones y queremos vivir en paz», recemos al Señor «para que esta hermandad se contagie en todo el mundo», reiteró el Santo Padre, que lavó los pies a doce personas, 11 acogidas en el mismo centro y una trabajadora social, de distintas nacionalidades y religiones.

"Tres días intensos que nos hablan de la misericordia de Dios". El Triduo Pascual en la Catequesis del Papa

Papa_Francisco(RV).– En la Audiencia General del miércoles santo, el Papa Francisco reflexionó sobre la misericordia de Dios, que “en este día introduce al Triduo Pascual”, y se detuvo a explicar detalladamente el “gran misterio de amor y de misericordia de Dios”, advirtiendo que “nuestras palabras son pobres e insuficientes para expresarlo en plenitud”.

“Queridos hermanos y hermanas: Nuestra reflexión de hoy nos introduce en el Triduo Pascual. Tres días intensos que nos hablan de la misericordia de Dios, pues hacen visible hasta dónde puede llegar su amor por nosotros. El Evangelio de san Juan dice: «Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo», los amó hasta el fin. El Triduo Pascual es el memorial de un drama de amor que nos da la certeza que nunca seremos abandonados en las pruebas de la vida”.

“Un amor que va hasta el fin sin fin”. Citando a San Agustín, el pontífice especificó que la pasión de Jesús dura “hasta el fin” porque es un “compartir con” los sufrimientos de toda la humanidad, y es una “presencia permanente” en la vida de cada uno de nosotros.

“El Jueves Santo, con la institución de la Eucaristía y el lavatorio de los pies, Jesús nos enseña que la Eucaristía es el amor que se hace servicio”. El Papa explicó que la Eucaristía es la presencia sublime de Cristo, porque precisamente en el darse a nosotros como alimento, testimonia que debemos aprender a compartir este alimento con los demás, para que se convierta en una verdadera comunión de vida “con cuantos tienen necesidad”. Jesús enseña en primera persona a los discípulos cómo deben actuar, y así, “se dona a nosotros, y nos pide que permanezcamos en Él, para que hagamos lo mismo”.

“El Viernes Santo, llegamos al momento culminante del amor, un amor que quiere abrazar a todos sin excluir a nadie con una entrega absoluta”. El Santo Padre reiteró que la muerte de Jesús en la cruz, para ofrecer la salvación al mundo entero, expresa el amor donado “hasta el fin”. “Si Dios nos ha demostrado su amor supremo en la muerte de Jesús – dijo- entonces nosotros, regenerados por el Espíritu Santo, podemos y debemos amarnos los unos a los otros”.

“El Sábado Santo, es el día del silencio de Dios, Jesús comparte con toda la humanidad el drama de la muerte, no dejando ningún espacio donde no llegue la misericordia infinita de Dios. En este día, el amor no duda, como María, la primera creyente, ella no dudó, guardó silencio y esperó. El amor espera confiado en la palabra del Señor hasta que Cristo resucite esplendente el día de Pascua”. Leer más

Catequesis del Papa: Pascua, experiencia plena y definitiva del amor misericordioso de Dios

(RV).- “Dios no está ausente, ni siquiera hoy en estas dramáticas situaciones, Dios está cerca, y hace obras grandes de salvación para quien confía en Él. No se debe ceder a la desesperación, sino continuar a estar seguros que el bien vence al mal y que el Señor secará toda lágrima y nos liberará de todo temor”, es el anuncio de consolación del Papa Francisco en la Audiencia General del tercer miércoles de marzo, donde explicó la relación entre “misericordia y consolación”.

Continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo de Roma recordó la historia del pueblo de Israel durante el exilio, descrito en el “libro de la consolación” del profeta Jeremías, en el cual “la misericordia de Dios se presenta con toda su capacidad de confrontar y abrir el corazón de los afligidos a la esperanza”. El Pontífice agregó que “el exilio había sido una experiencia catastrófica para Israel. La fe había vacilado porque en tierra extranjera, sin el templo, sin el culto, después de haber visto el país destruido, era difícil continuar creyendo en la bondad del Señor”.

También nosotros podemos vivir a veces una especie de exilio – afirmó el Sucesor de Pedro – cuando la soledad, el sufrimiento, la muerte nos hacen pensar de haber sido abandonados por Dios. Cuántas veces hemos escuchado esta palabra: “Dios se ha olvidado de mi”. Y ante las dramáticas situaciones que suceden en nuestro tiempo, dijo el Papa, uno puede preguntarse: ¿Dónde está Dios? ¿Cómo es posible que tanto sufrimiento pueda golpear a hombres, mujeres y niños inocentes?

El profeta Jeremías – señaló el Santo Padre – nos da una primera respuesta. “El pueblo exiliado podrá regresar a ver su tierra y a experimentar la misericordia del Señor. Es el gran anuncio de consolación: Dios no está ausente, ni siquiera hoy en estas dramáticas situaciones, Dios está cerca, y hace obras grandes de salvación para quien confía en Él. No se debe ceder a la desesperación, sino continuar a estar seguros que el bien vence al mal y que el Señor secará toda lágrima y nos liberará de todo temor”. Porque el Señor es fiel, no abandona en la desolación. Dios ama con un amor sin fin, que ni siquiera el pecado puede frenar, y gracias a Él el corazón del hombre se llena de alegría y de consolación.

Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco puntualizó que “el regreso de los exiliados es un gran símbolo de la consolación dado al corazón que se convierte”. Y es el Señor Jesús, dijo el Pontífice, quien ha llevado a cumplimiento este mensaje del profeta. “El verdadero y radical regreso del exilio y la confortante luz después de la oscuridad de la crisis de fe, se realiza en la Pascua, en la experiencia llena y definitiva del amor de Dios, amor misericordioso que dona alegría, paz y vida eterna”.

http://es.radiovaticana.va/news/2016/03/16/catequesis_papa_francisco_misericordia_consolacion_jubileo/1215706

Epifanía del Señor

El Evangelio de Mateo (2,1-12) describe la visita de los Magos como un acontecimiento donde convergen intereses diversos y motivaciones contrapuestas: 1) Los Magos-Sabios que buscan a Dios guiados por una estrella que alumbra caminos nuevos. 2) Herodes, quien perturbado por el nacimiento de un Rey, acude a todo tipo de ciencia y adivinación para conjurar el destino. 3) La Estrella que sirve de guía a quienes buscan realmente la esperanza. y 4) Jesús junto a su madre María, que se convierten en el foco de la vida y la esperanza.

Siguiendo a Rovira Belloso  nos centramos en la figura de los Magos para que nos ayuden a captar los signos y las señales que conducen a Dios. Puede que nos encontremos representados en algunos de los Magos-Sabios.

El primer Sabio (mago Melchor), al despedirse de Belén, discurrió: Yo soy quien busca explicaciones para los enigmas del mundo, pues represento el saber humano, las ciencias y las teorías. Creí poseer la totalidad del conocimiento. Pero he sido conducido a una aldea llamada Belén, y una luz pequeña como en forma de estrella se ha incrustado en mi sistema de pensamiento, abriendo ventanas que ni siquiera sabía de su existencia. Después de Belén puedo ver lo concreto de la vida a través de esa estrella: veo a mis compañeros de ruta, veo al vecino enfermo, veo al anciano que espera un poco de atención, veo al niño de la calle indefenso, veo a mis seres queridos. He comenzado a ver que todo lo que me rodea (la realidad) no está al margen de mis ideas. Son su verdadera esencia.

El segundo sabio (mago Gaspar) al salir de Belén reflexionó: Yo soy quien ama la introspección, el silencio, lo sublime. Soy de poco hablar. Callo y observo con tolerancia lo que pasa a mi alrededor. Creí poseer en el silencio la mayor de las estrellas. Pero he sido conducido a Belén, y ando inquieto. No sé explicar esta alegría que llena todo mi ser y hace que mi mutismo se desborde en palabra grata, palabra amable. Al ver al Niño Jesús, he descubierto el brillo y la profundidad de la vida. Tanto esplendor ha provocado en mí un gran respeto a la personas, a quienes nunca había dedicado ni un instante de mi reflexión. He comprendido que el amor al prójimo es más grande y más significativo que andarse por las alturas. El la verdadera sabiduría y la verdadera aventura del Espíritu.

El tercer sabio (mago Baltazar), al marcharse de Belén, exclamó: Yo siendo el tercero de los magos, no soy tan sistemático ni tan agudo como mis dos compañeros, porque lo mío es captar la estrella de la vida en el colorido, en la expresión y en sus movimientos. A mi me abruma la quietud y los silencios exagerados. Yo prefiero vivir el arrebato de la vida y sentirme movido por un ritmo de danza sobrehumano.Pero al llegar a Belén y encontrarme con el recién nacido, lleno de tanta libertad, he sentido mi cuerpo envuelto en una calma que transforma mi frenesí en serenidad y gozo. He aprendido que humana es mi medida y humana mi fiesta. He descubierto que el mejor ritmo me lo da aquel Niño que con su Luz devuelve la paz a mi existencia.

Para los tres sabios (Reyes-Magos) todo ha cambiado ante la ternura, calidez y sencillez de Dios hecho hombre. Han contemplado que la humanidad de aquel Niño es la autentica sabiduría hecha inteligencia benéfica,, hecha gesto cercano, hecha ritmo de entrega total.

Que nunca nos falte audacia, valentía y libertad, como a los Magos, para que nuestras búsquedas y accione se encaminen hacia la vida y hacia Dios.

P. Gustavo Albarrán, sj. Tomado del Pan Diario de la Palabra Nº 266, Enero 2016.

Reflexión de Fin de Año.

Santos, Ahora Mismo.

Lo que hace falta hoy, son santos. Tal es una convicción actual de gran eficacia, repitiendo palabras frecuentes del “dulce Cristo en la tierra”.

Una silueta moderna del santo actual, fue configurada por el gran teólogo H. de Lubac, a raíz del Concilio Vaticano II. La tituló “Los Santos de mañana”. Este mañana es ya hoy. Decían así aquellas humildes sugerencias:

Los santos de mañana escapan a toda previsión y a toda mirada profética.

No es difícil, sin embargo, aventurar cierto número de rasgos que los caracterizarán: No serán ideólogos. No buscarán definir en sí mismos un nuevo tipo de santo, de sacerdote, de laico.

Si realizan grandes hazañas, no lo harán disertando sobre el valor de atreverse. Si aportan algo nuevo, si abren perspectivas inéditas, no las abrirán con generalidades verbales sobre la necesidad de crearlas e inventarlas.

No imaginarán que ceden una necesidad infantil de seguridad al unirse a la tradición de la Iglesia; esa tradición no será para ellos un peso sino una fuerza.

Quizá algunos de ellos serán reformadores. Quizá tendrán que mostrarse severos; pero no serán reformistas. Sus severidades no serán negativas, y su obre de reforma no será a base de resentimiento.

No cederán a la facilidad engañosa y esterilizante de las oposiciones puestas por hombres sin experiencia y sin conocimiento de la historia, entre el amor de Dios y el del prójimo, entre la oración y la acción, entre la vida interior y la presencia en el mundo.

No confundirán la apertura a la vida con la disolución del pecado, ni la idolatría del hombre con la caridad fraterna: no pretenderán superar el Evangelio.

Estos santos del mañana sabrán que pensar, si llegan a ocuparse de las fraseologías que nuestra época, como las demás, echa infatigablemente al mundo; y cuyo fruto más claro es arrancarnos la divina sencillez de la fe y de la vida cristiana.

Habrá sin duda entre estos santos algunos sabios y otros que no lo sean. Pero aún los más sabios, y los más espontáneamente a tono con todos los progresos humanos de su tiempo, no abrigarán sentimiento alguno de superioridad en su fe, sobre los creyentes que le hayan precedido. Y en cuanto a los menos sabios, podrán decir a cuantos quieran oirles, sin sufrir ante ellos ningún complejo de inferioridad, lo de aquel cristiano de los primeros siglos : ”Nosotros discurseamos poco, pero vivimos”.

Este boceto negativo inicial no pretende ser un retrato. No es más que la ausencia de algunos rasgos negativos que hay que eliminar desde el principio para evitar errores demasiados crasos.

¿Cómo será, pues, ese santo? Este hombre nuevo, este santo, por diferente que sea de sus antecesores, reproducirá sus rasgos esenciales; será pobre, humilde desposeído. Tendré el espíritu de de la bienaventuranzas. No maldecirá ni adulará. Amará.

Tomará el Evangelio a la letra, es decir, en su rigor. Una dura ascesis le habrá liberado de sí. Habrá heredado toda la fe de Israel, pero acordándose de que ha pasado por Jesús. Tomará sobre sí la cruz del Salvador y se esforzará por seguirle.

A su manera, imprevisible, nos dirá como Clemente de Alejandría: “Una luz ha brillado en nuestro cielo, más pura que la luz del sol, y más dulce que la vida de aquí abajo” . Y ese santo de mañana hará penetrar en nuestra noche un rayo de luz.

Intelectual o de poca cultura, será siempre ejemplo y estímulo. Dócil al Espíritu, no se dejará seducir ni sorprender por novedades, ni tampoco asustar por renovaciones audaces.

Quizá padezca sufrimiento, abandono, soledad.

Será otro Cristo. A través de él veremos el rostro de Dios.

Colofón del libro “LOS SANTOS” Noticia diaria de Valeriano Ordoñez, s.j. pp.448
1980 Editorial Herder S.A. Barcelona.