(RV).- En la catequesis de la segunda Audiencia Jubilar del Año de la Misericordia el Santo Padre Francisco reflexionó a partir de la Carta de san Pablo a los Romanos, capítulo 8, versículos 31 y 34, sobre la Misericordia y el compromiso cristiano:
“Queridos Hermanos y hermanas: El Jubileo de la Misericordia es una oportunidad para profundizar en el misterio de la bondad y el amor de Dios. En este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a conocer cada vez más al Señor, y a vivir de manera coherente la fe con un estilo de vida que exprese la misericordia del Padre. Es un compromiso que asumimos para ofrecer a los demás el signo concreto de la cercanía de Dios”.
Efectivamente, hablando en italiano el Papa especificó que cada día se nos pide compromiso en las cosas que hacemos, en la oración, en el trabajo, en el estudio, en el deporte y las otras actividades. Pero, ¿Qué significa comprometerse?:
“Comprometerse es aceptar una responsabilidad con alguien, cumpliéndolo con una actitud de fidelidad, dedicación e interés; es tener buena voluntad y constancia para mejorar la vida. Dios se ha comprometido con nosotros. Primero, al crear el mundo y conservarlo, no obstante nosotros nos esforzamos en destruirlo. Pero su compromiso más grande ha sido darnos a Jesús y, en él, se ha comprometido plenamente restituyendo esperanza a los pobres, a cuantos estaban privados de dignidad, a los extranjeros, a los enfermos, a los prisioneros, y a los pecadores, que acogía con bondad”.
San Pablo en su carta a los romanos nos recuerda precisamente esto, que Dios «no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros», y es por ese motivo que junto a Jesús, el Padre nos concederá todo lo que necesitamos.
“A partir de este amor misericordioso, nosotros podemos y debemos corresponder a su amor llevando a los demás la misericordia de Dios, con un compromiso de vida que sea testimonio de nuestra fe en Cristo”.
Y es en las situaciones de mayor necesidad en donde hay más sed de esperanza, precisó el Sucesor de Pedro, con su pensamiento en las personas abandonadas, con discapacidades, en los enfermos, los moribundos, en quienes no tienen la capacidad de expresar reconocimiento: “Debemos llevar siempre aquella caricia de Dios, porque Dios nos ha acariciado con su misericordia, llevarla a los demás, a los que necesitan, a quienes tienen un sufrimiento en el corazón o están tristes: acercarse con esa caricia de Dios, que es la misma que Él ha dado a nosotros”.
“Que este Jubileo pueda ayudarnos a experimentar el compromiso de Dios sobre cada uno de nosotros y, gracias a ello, transformar nuestra vida en un compromiso de misericordia para todos. Muchas gracias”.
(GM – RV)