Parroquia San Andres Apostol

10 de Febrero – Miércoles de Ceniza

Evangelio según san Mateo (Mt  6,1-6.16-18)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”.

El cuerpo del Padre Pío en Roma por el Año de la Misericordia, como ejemplo de confesor

El santo fraile capuchino, que pasaba hasta 16 horas al día en el confesionario, escuchando confesiones y dando el perdón de Dios en el Sacramento de la Reconciliación, por pedido del Papa llegó desde san Giovanni Rotondo a Roma, para ser venerado en el Año de la misericordia, como un santo de la misericordia, porque Francisco quiere sacerdotes misericordiosos como el Padre Dios.

En las vísperas de la llegada del cuerpo del santo de Pietrelcina, el mismo Francisco dijo en la catequesis del 3 de febrero, que la justicia triunfa “si el culpable reconoce el mal hecho y deja de hacerlo, es ahí que el mal no existe más, y aquel que era injusto se hace justo, porque es perdonado y ayudado a encontrar la camino del bien. Y aquí está justamente el perdón, la misericordia… Y este es el corazón de Dios, un corazón de Padre que quiere que sus hijos… sean felices… Y precisamente es un corazón de Padre el que queremos encontrar cuando vamos al confesionario… en el confesionario todos vamos a encontrar un padre; un padre que nos ayude a cambiar de vida; un padre que nos de la fuerza para ir adelante; un padre que nos perdone en nombre de Dios. Y por esto ser confesores es una responsabilidad muy grande, muy grande, porque aquel hijo, aquella hija que se acerca a ti busca solamente encontrar un padre. Y tú, sacerdote, que estás ahí en el confesionario, tú estás ahí en el lugar del Padre Dios que hace justicia con su misericordia”.

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Cantaremos – V Domingo del Tiempo Ordinario /C

Todos somos llamados a ser profetas y pescadores de hombres

Ciertos detalles del texto son dignos de mención: Jesús está en el lago, y la muchedumbre acude para escuchar la “palabra de Dios” (logos tou theou, que es una expresión que es frecuente en la obra de Lucas: 8,11.21; 11,28, Hch 4,31; 6,2.7; 8,14; 11,1; 13,5.7.44.46; 16,32; 17,13; 18,11). Pero esa palabra de Dios, se va a convertir es una fuerza transformadora que haga que Simón y los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, tengan que dejar de ser pescadores, que estaban asociados (koinoi) en el lago, para seguir a Jesús como “pescadores de hombres”. Lo extraordinario de la pesca también tiene su significado, especialmente porque no era la hora de pescar, por la noche, sino a la luz del día. La orden de Jesús, su palabra, hace posible lo que no es normal. Así sucede, pues, con el evangelio que trasforma el miedo en alegría. Pedro se confiesa pecador, indigno, como los profetas. Pero eso no importa… lo importante es seguir a Jesús.

Por lo mismo, en todas las lecturas, vemos cómo se impone la Palabra de Dios, Dios mismo, Jesucristo resucitado, en la vida de todos aquellos que deben colaborar en el proyecto salvífico sobre este mundo y transforma la existencia de cada uno. La Palabra de Dios tiene una eficacia que motiva la respuesta de Isaías, de Pedro y los apóstoles y de Pablo. No eran santos, sino pecadores y alejados de la “santidad divina”. La Palabra, Jesucristo, su evangelio, se impone en nuestra vida, pero no nos agrede: nos interpela, nos envuelve misteriosamente, nos renueva, cambia los horizontes de nuestra existencia y nos lleva a colaborar en la misión profética del evangelio, que es la misión fundamental de la Iglesia en el mundo. Si al principio dan un poco de miedo las respuestas, estas se hacen radicales, porque no es necesario ser santo o perfecto para colaborar con Dios. Hace falta prestarle nuestra voz, nuestro trabajo y todo será distinto. Se nos propone una vida nueva, en perspectiva de futuro, sin cálculos…y todo cambiará, como cambiaron Isaías y como cambiaron Pedro y Pablo. No somos santos, no somos perfectos ¿cómo podremos? Cuando aprendemos a fiarnos de Jesús y de su evangelio; cuando queremos salir de nuestros límites, la Palabra de Dios es más eficaz que nuestras propias razones para no echar las redes en el agua, en la vida, en la familia, entre los amigos, en el trabajo… y seremos profetas, y seremos pescadores.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

CANTAREMOS:

      • El Señor nos llama y nos reúne ……………………………………………….. 272
        • Señor ten piedad – Gloria
        • Aleluya – Antífona
      • Este es el momento ……………………………………………………………….. 73
        • Santo – Padre nuestro
        • La paz – Cordero de Dios
        • Hay un barco dejado en la playa
      • Tan cerca de mi ……………………………………………………………………. 193
      • Tomado de la mano ………………………………………………………………. 191

7 de Febrero – V Domingo del Tiempo Ordinario /C

Evangelio según san Lucas (Lc 5,1-11)

En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

El Papa Francisco y el Jubileo de la Misericordia

Papa: Año de la Misericordia nos apremia a testimoniar al mundo la caridad de Cristo

Conversión, perdón de los pecados, renovación del espíritu, amor, paz, obras de misericordia

Que el Jubileo de la Misericordia que estamos viviendo sea para todos un tiempo de gracia y de renovación espiritual y que nos invite a salir del egoísmo y promueva en cada uno el ejercicio de las obras de misericordia, fue el ferviente deseo del Papa Francisco a los numerosos peregrinos de tantas partes del mundo, que participaron en su audiencia general, en la Plaza de San Pedro.

La Caridad de Cristo nos apremia

Encuentro que culminó con su invitación a la jornada de retiro espiritual para todos los agentes de la caridad, que el mismo Obispo de Roma encargó organizar al Pontificio Consejo Cor Unum, que sigue a nivel universal el servicio de caridad de la Iglesia, en el tiempo de la Cuaresma 2016, con el lema: «Caritas Christi urget nos»:

«El Pontificio Consejo Cor Unum, en ocasión del Jubileo de la Misericordia, ha promovido una jornada de retiro espiritual para las personas y grupos comprometidos en el servicio de la caridad. La jornada, que se desarrollará en las diócesis durante la próxima Cuaresma, será ocasión para reflexionar sobre la llamada a ser misericordiosos como el Padre. Invito a acoger esta propuesta, utilizando los subsidios preparados por Cor Unum».

Invocando sobre todos la alegría y la paz del Señor Jesús, que nunca nos abandona, el Santo Padre reiteró su exhortación a «dejarnos transformar por su amor misericordioso para ser verdaderos hijos de Dios»: Leer más

31 de Enero – IV Domingo del Tiempo Ordinario /C

Evangelio según san Lucas (Lc 4,21-31)

En aquel tiempo, después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”
Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’ y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”. Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria”.
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una saliente del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.

Cantaremos. III Domingo del Tiempo Ordinario /C

Nadie es profeta en su tierra.

El relato de la sinagoga de Nazaret, lo que leemos hoy (4,14-21) es una construcción muy particular de Lucas; una de las escenas programáticas del tercer evangelista que quiere marcar pautas bien definidas de quién es Jesús y lo que vino a hacer entre los hombres. Eso no quiere decir que la escena no sea histórica, pero está retocada por activa y por pasiva por nuestro autor para lograr sus objetivos. Es el programa del profeta de Galilea que viene a su pueblo, Nazaret y desde la sinagoga, lugar de la proclamación de la palabra de Dios, lanzar un mensaje nuevo. Por ello, el mensaje que nos propone Lucas sobre lo que Jesús pudo decir en Nazaret y en las otras sinagogas se inspira en textos bien precisos (Is 61,1-2; 58,6) que hablan de la buena nueva para los ciegos, cojos, pobres, excluidos o condenados de cualquier raza o condición.Incluso se va más allá, ya que Jesús, como profeta definitivo, corrige las mismas experiencias de los profetas del Antiguo Testamento. En esos textos citados por Lucas se hace caso omiso de la ira de Dios contra aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel. Dios, pues, el Dios de Jesús, no ama a un pueblo excluyendo a los otros, sino que su proyecto es un proyecto universal de salvación para todos los hombres. Por eso su mensaje es evangelio, buena nueva. Así concluye el mensaje fundamental del evangelio de este domingo, aunque la escena es mucho más compleja y determinante (no obstante, la continuación de la misma se guarda como lectura evangélica para el próximo domingo). Lo importante está dicho: en Galilea, Jesús profeta, rompiendo el silencio de Nazaret, nos trae la buena nueva a todos los que la anhelamos, aunque seamos pecadores. Nadie está excluido de la salvación de Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

A su regreso del desierto, donde fue tentado por el demonio, Jesús retorna a Galilea e inspirado por el Espíritu va enseñando en las Sinagogas. Todos lo alababan y su fama se extendió por la región. Fue también a Nazaret donde había vivido siempre.  La Sinagoga no era un templo, sino la casa donde se reunía la comunidad para orar y para escuchar la Lectura santa. Todo miembro mayor de edad podía dirigirse a la asamblea. Así que el día que llegó Jesús a la Sinagoga de Nazaret, el servidor tomó el Libro de Isaías y se lo ofreció a quien pedía la palabra.  “El Espíritu Santo está sobre mi, porque me ungió para evangelizar….” y continúa leyendo el profético libro…..Evidentemente el pasaje queda vinculado al profundo sentido de la palabra y al momento aquél…

Jesús, evidentemente conmovido comienza diciendo: “Hoy se cumple esta Escritura”. Él es el Mesías y sobre él se posa el Espíritu Santo que le ha ungido. “Unción” significa que el Espíritu penetra en una persona, que toma posesión de ella y que le ha marcado con su sello indeleble.  El “ungido” por excelencia es Cristo. ¡Todos se maravillan de sus palabras llenas de “gracia”, un término que significa “llenas de vida”.  Todos le miraban con admiración, una admiración que durará poco…La cruz ya está presente, nadie es profeta en su tierra.

Julie Meucci


CANTAREMOS:

      • Al reunirnos en el nombre del Señor ………………………………………………  6
        • Señor ten piedad – Gloria
        • Aleluya – Antífona
      • Te ofrecemos Señor ………………………………………………………………….. 186
        • Santo – Padre nuestro
        • La Paz – Cordero de Dios
      • Con nosotros está ………………………………………………………………………  45
      • Tan cerca de mi ……………………………………………………………………….. 146
      • Viva Cristo ……………………………………………………………………………….. 218

24 de Enero – III Domingo del Tiempo Ordinario /C

Evangelio según san Lucas (Lc 1,1-4;4,14-21)

Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros, tal y como nos las trasmitieron los que las vieron desde el principio y que ayudaron en la predicación. Yo también, ilustre Teófilo, después de haberme informado minuciosamente de todo, desde sus principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado.
(Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.

Los sacerdotes también lloran.

¿Los sacerdotes también lloran?

Foto de Jorge Enrique Mújica LC.Yo no aguanté y lloré ayer. Iba a cenar cuando sonó el timbre de casa. Buscaban un sacerdote para dar la unción de los enfermos a una moribunda. Pedí permiso a mi superior, tomé el óleo santo, el ritual de los sacramentos, la estola morada y me subí a un coche desconocido que me llevó a un hospital público cercano.

Si alguien hubiera aparecido en aquel lugar sin saber dónde se encontraba hubiera supuesto que se trataba de un mercado. Pero no, era un hospital público con hacinamiento donde las personas –desgraciadamente– no siempre son tratadas con la dignidad que merecen.

Subí el ascensor, recorrí unos pasillos y llegue a la habitación (donde había otros tres internados). En la cama se encontraba una mujer agonizante que estaba perdiendo la batalla contra el cáncer de hígado y páncreas. En los pasillos aguardaba la familia de Laura: el papá, el esposo y sus tres jóvenes hijos (el más pequeño de apenas tres años).

Traté de consolarla, darle el cariño con que Dios se disponía a recibirla pero ya estaba inconsciente. Entonces me preparé para administrar el sacramento de la unción y pedí al esposo de la moribunda que me ayudará como «acólito». Se me cortó la voz varias veces y la fuga de lágrimas fue una constante durante casi todo el rito. Al final pedí a los familiares que salieran de la habitación y di la absolución que se da a los que se confiesan. Si Laura moría en unas horas iría derechito con Dios.

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