Tema general de este Domingo: dificultades con que se encuentran los mensajeros de Dios, incluso entre los más cercanos. Marco: es el final de la segunda sección de la primera parte. Toda la primera parte (Mc 1,1-8,27ss) se centra en la actividad de Jesús, el Mesías, por Galilea; la primera […]
El tercer domingo de adviento es una especie de puente entre la
primera y la segunda parte del Adviento. En la primera mitad del
adviento la liturgia orienta la mirada del creyente hacia la segunda y
definitiva venida del Señor, su venida escatológica en gloria y
majestad. La segunda parte del adviento orienta nuestra mirada hacia la
contemplación del misterio de la Encarnación, la venida del Señor en la
humildad de nuestra carne. Este tercer domingo de adviento, por una
parte, anuncia ya el misterio de la Encarnación, pero por otra nos
quiere hacer caer en la cuenta de que el Señor viene continuamente a
nuestras vidas, y que esta permanente venida es condición para acogerle
con alegría y amor cuando venga definitivamente. El Señor vino, el Señor
viene y el Señor vendrá: esas tres venidas resumen la pretensión del
tiempo de adviento.
Este domingo, conocido como domingo Gaudete (palabra latina que significa alegría) quiere despertar los sentimientos de buena alegría que produce saber que Cristo está cerca de nosotros, no sólo litúrgicamente, sino existencialmente. Buscando este objetivo la liturgia ofrece algunos símbolos: uno, la antífona de entrada, sacada de Flp 4,4, que comienza con esta exhortación: “estad siempre alegres en el Señor” (ya sé que muchos no tenemos en cuenta esta antífona y, por tanto, no la leemos, pero bueno es saber que existe y bueno sería sustituirla por un canto de entrada adecuado); dos, el cambio de color litúrgico, que pasa del morado al rosado; y tres, la primera lectura, tomada de Isaías, que invita al gozo y al regocijo.
Fray Martín Gelabert Ballester Convento de San Vicente Ferrer (Valencia)
En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar
de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos:
“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
Jesús
les respondió: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra,
los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el
Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”.
Cuando
se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de
Juan: “¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por
el viento? No. Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre
lujosamente vestido? No, ya que los que visten con lujo habitan en los
palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, yo se lo
aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está
escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino.
Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno
más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino
de los cielos, es todavía más grande que él”.
Monseñor Mario Moronta es un obispo respetado y admirado entre fieles católicos, criticado con dureza y desprecio por los seguidores del chavismo. Este sacerdote, que alguna vez fue cercano a Hugo Chávez, se ha convertido en un líder, cada cierto tiempo habla y escribe señalamientos contra la revolución bolivariana. Como respuesta, es atacado con dureza, como en varias oportunidades ha hecho la ministra Iris Varela. Pero él no se amilana y decidió ir a Europa para insistir en que la crisis venezolana debe verse como emergencia humanitaria.
Llevó al viejo continente la nostalgia de la Venezuela de antes,
resaltando sus recursos naturales y mineros. Recordó diversas etapas
históricas del país, algunas muy dolorosas. “Comenzó a aparecer la clase
de los ‘nuevos ricos’ con sus influencias en el campo de lo político.
La dirigencia se comenzó a alejar de las bases populares”. Hizo críticas
a la corrupción, al populismo.
“En febrero de 1992 se dio la asonada militar dirigida por Hugo
Chávez Frías, seguida por el del 27 de noviembre. Era el mero inicio de
una crisis que desembocaría posteriormente en la llegada al poder de
Chávez en 1999”.
“Se ha olvidado que con Chávez, quien llega al poder no es una clase política, sino la militar. Si bien hubo militares de corte institucionalista, se fue imponiendo el posicionamiento o empoderamiento de muchos militares en la dirección global del país. Un militar convertido en civil, pero con su mentalidad castrense fue penetrando las nuevas generaciones que se iban formando y se les ideologizó”.
El militar manda y punto
Destaca una constante en Latinoamérica, con militares que llegaron al
poder de manera democrática. “Estaban imbuidos de un nacionalismo de
corte ‘nazeriano’ egipcio. El nacionalismo ha sido siempre la plataforma
ideológica de los militares. Esto se sintió en los discursos del
candidato y posterior presidente. Se abrió, entonces, una puerta que no
se ha podido cerrar: con quien tiene mentalidad militar no es tan fácil
negociar para un camino democrático. El militar manda y punto”.
Con la ayuda de grupos radicales y de Cuba -dice- se instaura un
modelo de socialismo de siglo XXI, que presentaba a la democracia como
un espacio de protagonismo del pueblo y de los más pobres. “Se fue
imponiendo un modelo y régimen hegemónico – militarista y
totalitarista”. Y con ello llegaron a los privilegios. “Empezaron a
ocupar los cargos claves de la conducción del Estado. Desde ministerios y
gobernaciones hasta dirección de institutos claves, con el control de
la vida ciudadana y social”.
Habla de situaciones que son desconocidas o minimizadas. “La
destrucción del aparato productivo y de la economía, del valor de la
divisa, la división y casi destrucción del tejido social, la
desvalorización de la persona humana, el deterioro de la educación y de
los servicios públicos, la represión, el encarcelamiento y tortura a los
disidentes (civiles y militares), la burla hacia las instituciones
serias… Ha crecido el hambre y la desnutrición infantil y en personas de
la tercera edad; no se consiguen insumos alimenticios, medicinales y de
otro tipo”.
Monseñor Moronta considera a Venezuela una nación rica pero tremendamente empobrecida. Es a partir de ahí que propone puntos de encuentro en varios elementos.
Se refiere a los diversos grupos de poder: Maduro y cubanos, chavistas fieles al legado de Chávez, los militares empoderados o sostenedores. “Nos encontramos un régimen que puede ser catalogado responsable de crímenes de lesa humanidad, según lo estipulado en el Estatuto de Roma, que tiene vigencia de ley en Venezuela. Una oposición fragmentada y con diversas tendencias con una unidad sumamente frágil”.
“El liderazgo del señor Guaidó no es totalmente aceptado por todos
los factores políticos de la oposición. Hay grupos y partidos que están
negociando con el régimen” y ante ello “una sociedad civil desprotegida y
golpeada”.
El régimen, a su juicio, “sobrevive por estar bien arraigado y
sostenido por la clase militar, por el apoyo de algunos países como
Rusia, Cuba, China”, a la vez que sostiene que el bloqueo “a quien más
golpea es a los pobres y a la clase media”.
Es enfático el sacerdote: “El mundo no ha entendido lo que de verdad
está sucediendo en Venezuela. Comenzamos a sentir que somos una ficha de
un ajedrez geopolítico donde las naciones con más poder, las
corporaciones con más influencias, no muestran preocupación por la gente
sino por sus propios intereses”.
“Es urgente que el mundo, los gobiernos, las instituciones políticas,
legislativas y los organismos de derechos humanos entiendan que lo que
sucede en Venezuela. No es una simple crisis política más o menos
pasajera o superable en escaso tiempo”, sentencia el Monseñor. “Se trata
de una emergencia humanitaria que se agudiza”.
“Pídanles a las corporaciones que están negociando con el ‘arco
minero’ o que venden armas o sacan ganancias del dolor del pueblo, que
no le hagan el juego a la corrupción ni a un régimen con vestidura
democrática pero con el perfume del crimen contra su gente”.
“Les hablo desde el compromiso: con mis hermanos obispos de Venezuela, con los sacerdotes y los laicos más comprometidos en la construcción de la justicia y de la paz, según los criterios del Evangelio, caminamos, acompañamos y compartimos los gozos y esperanzas, así como las angustias y problemas de un pueblo al que pertenecemos y servimos”.
III.1. El evangelio de la “Anunciación” es, sin duda, el
reverso de la página del Génesis. Así lo han entendido muchos estudiosos
de este relato maravilloso lleno de feminismo y cargado de símbolos.
Aunque aparentemente no se usen los mismos términos, todo funciona en él
para reivindicar la grandeza de lo débil, de la mujer. Para mostrar que
Dios, que había creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza,
tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es verdad que hay
páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una cultura
de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este
evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de
una forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que
han manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y
a la gracia.
III.2.Se han hecho y se pueden hacer muchas
lecturas de este relato asombroso. Puede ser considerado como la
narración de la vocación a la que Dios llama a María, una muchacha de
Nazaret. Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la existencia, e
incluso el personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret es
punto clave de la historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es
verdad, no es final. Pero los comienzos son significativos. En el
Génesis, los comienzos de la “historia” de la humanidad se manchan de
orgullo y de miedo, de acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los
comienzos del misterio de la “encarnación”, lo maternal es la respuesta a
la gracia y abre el camino a la humanización de Dios. María presta su
seno materno a Dios para engendrar una nueva humanidad desde la gracia y
el amor. ¿Cómo? Entregando su ser humano a la voluntad de Dios. Querer
decir más sería entrar en una elucubración de conceptos y afirmaciones
“dogmáticas” que nos alejarían del sentido de nuestro relato.
III.3.
El relato tiene todo lo mítico que se necesita para hablar de verdades
profundas de fe (si aparece un ángel es por algo); no debemos ser
demasiado “piadosillos” en su interpretación. En realidad todo acontece
de parte de Dios, pero no en un escenario religioso. Por eso es más
asombrosa esta narración que, sin duda, tiene de histórico lo que le
sucede a María en su vida. Ella es una criatura marginal que ha sido
elegida por Dios, y esto es tan real como histórico. Su hijo será
también un judío marginal. Es un relato que no está compuesto a base de
citas bíblicas, pero sí de títulos cristológicos: grande, Hijo del
Altísimo, recibirá el trono de David su padre. Todo eso es demasiado
para una muchacha de Nazaret. Y todo ocurre de distinta manera a como
ella lo había pensado; ya estaba prometida a un hombre. Ella pensaba
tener un hijo, ¡claro!, pero que fuera grande, Hijo del Altísimo y rey
(Mesías en este caso), iba más allá de sus expectativas. Pero sucede que
cuando Dios interviene, por medio del Espíritu, lo normal puede ser
extraordinario, lo marginal se hace necesario. Esa es la diferencia
entre fiarse de Dios como hace esta joven de Nazaret o fiarse de “una
serpiente” como hizo la mítica Eva.
III.4. María de Nazaret, pues, la “llena de gracia”, está frente al misterio de Dios, cubierta por su Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más hermoso del mundo. Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente la presencia religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de nuestra carne y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se abre de verdad al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los escribas de Jerusalén, podían entenderlo. La “llena de gracia” ( kejaritôménê ), con su respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación del pecado y de toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a diferencia del Sinaí, en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No fue violada, ni maltratada, ni forzada… como otras como ella lo eran por los poderosos soldados de imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor divino el que la cautivo para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén (s. IV) se la compara con el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la llama que los serafines no pueden mirar, no la han quemado. Esta “teofanía” divina es otra cosa, es una manifestación de la gracia materna de Dios.
Fray Miguel de Burgos Núñez Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: “Arrepiéntanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.
Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.
Al ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han convertido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. Él tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.
III.2. En la prehistoria de Israel, el diluvio universal es todo un mito simbólico que prepara adecuadamente la aparición de un tiempo nuevo: la llamada de Abrahán, el padre del pueblo, el creyente que confía en Dios. Los once primeros capítulos del Génesis narran cómo la humanidad busca su identidad al margen de su creador y está a punto de perderse por la maldad y la arrogancia. Parece como si la obra que había salido de las manos de Dios hubiera perdido su sentido. Los hermanos no se respetan, se matan y la humanidad se pervierte perdiendo su chispa divina. La “historia” o narración del diluvio, no obstante, pone como símbolo un “resto” que pueda garantizar un futuro mejor. Es evidente que la historia, nuestra historia, necesita ser siempre renovada. Eso es lo que buscan los hombres de todas las religiones y tendencias. Y eso es lo que se propone también con este tipo de discurso, producto de una mentalidad apocalíptica, que no es lo más característico de Jesús, sino más bien de una comunidad, como la de Mateo, en la que permanecen muchas concepciones del judaísmo.
III.3. Llamada, pues, a convertirse; llamada de recomenzar, porque siempre es posible “recomenzar” para el ser humano. Los animales u otros seres vivientes no pueden nunca “recomenzar”, les es imposible, pero el ser humano sí. Esa es nuestra grandeza y nuestro reto. Es algo que Dios ha puesto en la entraña misma del ser humano que sacó de la nada, o de la tierra, si queremos usar el símil bíblico de Gn 2. Así sucedió en tiempos de Noé después del diluvio; así sucedió también en tiempos de Abrahán tras lo de la torre de Babel. Esto será todo lo mítico que queramos, pero es muy elocuente para desentrañar el sentido de estas palabras “escatológicas” del discurso que inaugura el Adviento. “Estad preparados”, en el lenguaje apocalíptico, puede sonar a algo poco agradable; pero desde la lectura profética de la acción y las palabras de Jesús es una llamada exhortativa a vivir en concordia, en paz, en justicia. y en alegría. Es verdad que estas palabras no están presentes en esta parte del discurso mateano, pero si en el “espíritu” del Adviento. No se pueden cambiar, tienen que sonar como están escritas, pero debemos interiorizarlas con el talante de que podemos comenzar una etapa nueva, un momento nuevo, una actitud nueva. por la llegada del “Hijo del Hombre”. El Hijo del hombre, en la interpretación cristiana es Jesús de Nazaret, el Señor, quien comenzó, de parte de Dios, una “historia” radicalmente nueva para que podamos vivir con dignidad en el temor o la confianza en Dios, sin miedo a ser destruidos, sino con discernimiento. Discernimiento de lo que no tiene sentido y de lo que hay que arrancar, si fuera posible de raíz; pero aún no siendo posible, siempre es maravilloso que se nos de la ocasión o la oportunidad, si queremos la terapia, para que nuestra historia personal no tenga por qué estar envejecida para siempre. Dios, el Dios de Jesús, siempre tendrá un proyecto de salvación con la humanidad.
Fray Miguel de Burgos Núñez Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Evangelio según san Mateo (Mt 24,37-44) Primera semana de Adviento
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él le contestó: “Voy a curarlo”.
Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”.