Parroquia San Andres Apostol

Comentario Bíblico. Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario

Marcos (10,17-30): El seguimiento, sabiduría frente a las riquezas

III.2. Entre las muchas lecturas que se pueden hacer, señalemos que no podemos olvidar como decisivo para entender este pasaje la llamada al “seguimiento” y tener un tesoro en el cielo. Se ha comentado en alguna parte que este joven está buscando la sabiduría. Jesús le propone otro camino distinto, un camino de radicalidad, que implica sin duda renunciar a sus riquezas, que están sustentadas, incluso, en la praxis y en la forma de entender los mandamientos que siempre ha cumplido. Es una llamada a hacerlo todo de otra manera, con sabiduría. No es una llamada a una vida de pobreza absoluta entendida materialmente, sino de pobreza que no se apoye en la seguridad del cumplimiento formal de la ley. De hecho, la escena nos muestra que si el joven cumplía los mandamientos y además era rico, no debería haberse preocupado de nada más. Pero no las tiene todas consigo. Por ello pregunta a Jesús… y encontrará un camino nuevo.

III.3. Las riquezas, poseerlas, amarlas, buscarlas es un modo de vida que define una actitud contraria a la praxis del Reino de Dios y a la vida eterna: es poder, seguridad, placer… todo eso no es la felicidad. La alternativa, en este caso, es seguir a Jesús en vez de los preceptos de la ley, que le han permitido ser un hombre rico. En la mentalidad judía, ser un hombre de riquezas y ser justo iban muy unidos. Es eso, por lo mismo, lo que desbarata Jesús para este joven con su planteamiento del seguimiento como radicalidad. Pensar que el seguimiento de Jesús es una opción de miseria sería una forma equivocada de entender lo que nos propone este historia evangélica. Este joven es rico en bienes materiales, pero también morales, porque cumple los mandamientos. ¿Es eso inmoral? ¡No! Pero esa riqueza moral no le permite ver que sus riquezas le están robando la verdadera sabiduría y el corazón. No tiene la sabiduría que busca, porque debe estar todavía muy pendiente de “sus riquezas”. Siguiendo a Jesús aprenderá otra manera de ver la vida, de vez las riquezas y de ver la misma religión.

III.4. Por eso tiene sentido lo que después le preguntarán los discípulos cuando Jesús hable de que es muy difícil que los ricos entre en el Reino de los Cielos; porque no son capaces de descodificarse de su seguridad personal, de su justicia, de su concepción de Dios y de los hombres. No es solamente por sus riquezas materiales (que siguen siendo un peligro para el seguimiento), sino por todo su mundo de poder y de seguridad. Y reciben la aclaración, por otra parte definitiva, de que “lo que es imposible para el hombre, en cambio es posible para Dios” (v. 27). Por consiguiente, la respuesta de Jesús al joven rico es una llamada a este hombre concreto a que le siga de una manera especial; pero, a su vez, un criterio para todos desde la radicalidad y la sabiduría del seguimiento.

Fray Miguel de Burgos NúñezFray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

14 de Octubre–XVIII Domingo del Tiempo Ordinario /B

Evangelio según san Marcos (Mc 10,17-30)

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”.

Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: “Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”.

Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: “Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”.

Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”.

Evangelio: Marcos (10,2-16): La ruptura del amor no es evangélica

III.1. El evangelio de hoy nos muestra una disputa, la del divorcio, tal como se configuraba en el judaísmo del tiempo de Jesús. La interpretación de Dt 24,1, base de la discusión, era lo que tenía divididas a las dos escuelas rabínicas de la época; una más permisiva (Hillel) y otra más estricta (Shamay). Para unos cualquier cosa podía ser justificación para repudiar, para otros la cuestión debería ser más sopesada. Pero al final, alguien salía vencedor de esa situación. Naturalmente el hombre, el fuerte, el poderoso, el que hacía e interpretaba las leyes.

III.2. Pero a Jesús no se le está preguntando por las causas del repudio que llevaba a efecto el hombre contra la mujer, o por lo menos desvía el asunto a lo más importante. Recurrirá a la misma Torah (ley) para poner en evidencia lo que los hombres inventan y justifican desde sus intereses, y se apoya en el relato del Génesis de la primera lectura. Dios no ha creado al hombre y a la mujer para otra cosa que para la felicidad. ¿Cómo, pues, justificar el desamor? ¿Por la Ley misma? ¿En nombre de Dios? ¡De ninguna manera!

III.3. Por ello, todas las leyes y tradiciones que consagran las rupturas del desamor responden a los intereses humanos, a la dureza del corazón; por lo mismo, el texto de Dt 24,1 también. Jesús aparece como radical, pero precisamente para defender al ser inferior, en este caso a la mujer, que no tenía posibilidad de repudio, ni de separación o divorcio. Como la mujer encontrada en adulterio que no tiene más defensa que el mismo Jesús (Jn 8,1ss). Jesús hace una interpretación profética del amor matrimonial partiendo de la creación, que todos hemos estropeado con nuestros intereses, división de clases y de sexo. Y es que el garante de la felicidad y del amor es el mismo Creador, quiere decirnos Jesús.

Fray Miguel de Burgos NúñezFray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

Cantaremos. XXVII Domingo del Tiempo Ordinario

Vivir el evangelio en familia.

La familia que reza, la familia que estudia su fe, también sabe vivir aquello que ha llevado a la oración, busca aplicar lo que ha conocido gracias a la bondad del Padre que nos ha hablado en su Hijo.

La mejor escuela para vivir como cristianos es la familia. Las indicaciones que podrían ofrecerse son muchísimas, como son muchas las enseñanzas morales que encontramos en la Biblia (los diez Mandamientos, el Sermón de la montaña, etc.) y que la Iglesia nos explica en la Tercera Parte del Catecismo. Como un resumen, el Catecismo enumera las 14 “obras de misericordia” (7 corporales y 7 espirituales) que ilustran ampliamente cuál es el modo de vivir según el Evangelio.

Vivir el Evangelio implica crear un clima en el hogar en el que se lleva a la práctica el principal mandamiento: la caridad. El amor debe ser el criterio para todo y para todos.

Ese amor se aprende, se hace vida, cuando los hijos ven cómo se tratan sus padres. Si los padres se aman profundamente, si saben darse el uno al otro como Cristo se dio por la Iglesia (cf. Ef 5,21-33), si saben perdonar hasta 70 veces 7 (cf. Mt 18,22), si confían en la Providencia más que en las cuentas del banco (cf. Mt 6,24-34), si ayudan al peregrino, al hambriento, al sediento, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,33-40)… los hijos habrán encontrado en la familia un auténtico “Evangelio vivo”.

CANTAREMOS

      • El Señor nos ama y nos reúne …………………………………… 272
      • Te ofrecemos Señor …………………………………………………. 186
      • La Familia
      • Tan cerca de mi …………………………………………………………. 193
      • Si me falta el amor ……………………………………………………. 178

7 de Octubre – XXVII Domingo del Tiempo Ordinario /B

Evangelio según San Marcos (Mc 10, 2-16)

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”

Él les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola cosa. De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.

Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

Después de esto, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo.

Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos.

30 septiembre. XXVI Domingo del Tiempo Ordinario /B

Evangelio según san Marcos (9,38-43.45.47-48)

En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: “Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos”. Pero Jesús le respondió: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor.

Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.

Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.

Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.

XXIII Domingo del tiempo ordinario. Pautas para la homilía.

Este razonamiento que hace San Pablo en la carta a los romanos es bien conocido y parece de buena lógica y, de hecho, motiva la acción evangelizadora del cristiano.

No es necesario moverse mucho para encontrar una Decápolis cercana a nosotros: gente que no ha oído hablar de Jesús (entiéndase como objeto de fe), porque, de hecho, nadie les ha trasmitido el Evangelio (o, muy frecuentemente, su conocimiento del mismo es parcial y sesgado). Bien podemos, pues, pensar que el pasaje del evangelio de este domingo nos exhorta a “abrir los oídos” de aquellos mediante la evangelización. Muchas estrategias se plantean hoy en día, buscando la clave que permita acceder a los alejados del evangelio, pues somos conscientes de que el medio y el modo son relevantes (técnica y marketing son dos fundamentos del hacer de hoy) en un mundo que parece sordo a la palabra de la fe cristiana.

Precisamente, este evangelio de hoy parece una buena expresión de aquel salmo 126: “si el Señor no construye la ciudad, en vano se cansan los albañiles”; y es que por mucho que prediquemos, por muchas técnicas y marketing que empleemos, podemos desgastarnos y agotarnos ante una sordera contumaz, que habrá que sanar previamente para que pueda oírse el mensaje. Y esa sordera parece que sólo pueda sanarla Jesús mismo. No habría de entenderse que esto viene a significar nuestro silencio resignado, pues, “os aseguro que, si ellos callan, gritarán las piedras” (Lc 19,40), pero es preciso constatar que, junto con nuestra acción operante, la llamada personal de Jesús es la condición de la escucha.

Ahora bien, la pregunta pertinente cuando intentamos introducir a alguien en el evangelio es si esa llamada se da, a lo cual no tenemos respuesta fehaciente para el caso concreto. No obstante, sabiendo que el mismo Dios ha salido al encuentro del hombre en la historia y en toda la creación, en verdad podríamos afirmar que las mismas piedras gritan y que, ciertamente, la creación entera gime con dolores de parto […] esperando su liberación (Cfr. Rom 8); porque, ¿acaso las circunstancias de nuestro mundo y nuestra sociedad no son capaces de remover la conciencia, la reflexión y la búsqueda del hombre? ¿No será capaz el hombre de oír el grito y el clamor de la humanidad y de la misma naturaleza? ¿No es capaz el Dios encarnado en la historia y en la humanidad de hacerse presente al hombre, de tocarle, con los signos de los tiempos? ¿Acaso, no sólo sordera, sino también ceguera es lo que sufre el hombre, ante lo que sucede alrededor nuestro?

¿Qué respuesta nos evocan estas preguntas? Si en verdad Dios se revela al hombre en los acontecimientos de la historia – muchas veces de forma llamativamente dramática – y el hombre sigue sin ver ni oír, ¿será que el mismo Dios ha endurecido los corazones (“Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos. Pero, aunque había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en el, para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías, que dijo: señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y a quien se ha revelado el brazo del señor? por eso no podían creer, porque Isaías dijo también: él ha cegado sus ojos y endurecido su corazón, para que no vean con los ojos y entiendan con el corazón, y se conviertan y yo los sane. (Jn 12,36b-40)?

No tenemos respuesta a esa posibilidad, pero es que, en realidad, la condición de la vista es la escucha previa: la escucha, en términos del evangelio, es previa a ver y reconocer. Y en este proceso, no cuentan primero los sentidos exteriores sino los interiores. El hombre ha de escuchar dentro de sí: aunque el oído exterior esté embotado, el hombre puede “escuchar” el silencio interior, ha de escuchar su mismo ser, su misma naturaleza como hombre. No es en la realidad exterior al hombre; es, en esa misma naturaleza humana, donde el Dios encarnado le habla primeramente, en su mismo ser, con el lenguaje de su mismo ser y existir. Si el sentido exterior está seco, ahí dentro aún permanece un manantial que, si abre, brotará hacia fuera, sanando los sentidos exteriores, para que pueda escuchar la palabra, y ver y reconocer en los acontecimientos a ese Jesús que le llama desde sí mismo. Lo que se abre al grito de “Effeta” no es el “oído”, es el ser de la persona. Ese abrirse es una recreación del hombre desde dentro de sí. 

Se nos relata en un pasaje de Mateo el fracaso de los discípulos, que no habían sido capaces de curar a un muchacho epiléptico: “esa clase de demonios sólo sale con oración y ayuno” (Mt 10, 21). Nuestra encomienda evangelizadora, que trata con un espíritu difícil – el espíritu de este mundo de hoy –, requiere de oración previa, esto es, que sea Jesús mismo quien llame al hombre, y ayuno, esto es, que nuestra misma vida sea una vida orientada y animada desde el interior de nuestro mismo ser, desde nuestro manantial interior. Así, en realidad, es Dios mismo quien hace todo el trabajo, así que, que no decaiga el ánimo.

Fr. Ángel Romo FraileFr. Ángel Romo Fraile
Casa de San Martín de Porres (Madrid)

Comentario bíblico. Marcos (7,31-37): El Effatá del Reino

III.1. El evangelio de Marcos (7,31-37) nos narra la curación de un sordomudo en territorio de la Decápolis (grupo de diez ciudades al oriente del Jordán, en la actual Jordania), después de haber actuado itinerantemente en la Fenicia. Se trata de poner de manifiesto la ruptura de las prevenciones que el judaísmo oficial tenía contra todo territorio pagano y sus gentes, lo que sería una fuente de impureza. Para ese judaísmo, el mundo pagano está perdido para Dios. Pero Jesús no puede aceptar esos principios; por lo mismo, la actuación con este sordomudo es un símbolo por el que se va a llegar hasta los extremos más inauditos: Va a tocar al sordomudo. No se trata simplemente de una visita y de un paso por el territorio, sino que la pretensión es que veamos a Jesús meterse hasta el fondo de las miserias de los paganos.

III.2. Vemos a Jesús actuando como un verdadero curandero; incluso le cuesta trabajo, aunque hay un aspecto mucho más importante en el v. 34, cuando el Maestro “elevó sus ojos al cielo”. Es un signo de oración, de pedir algo a Dios, ya que mirar al cielo, como trono de Dios, es hablar con Dios. Y entonces su palabra Effatá, no es la palabra mágica simplemente de un secreto de curandero, sino del poder divino que puede curarnos para que se “abran” (eso significa Effatá) los oídos, se suelte la lengua y se ilumine el corazón y la mente. Y vemos que el relato quiere ser también una lección de discreción: no quiere ser reconocido por este acto taumatúrgico de curación de un sordomudo, sino por algo que lleva en su palabra de anunciador del Reino. Dios actúa por él, curando enfermedades, porque el Reino también significa vencer el poder del mal. Los enfermos en aquella sociedad religiosa, eran considerados esclavos de “Satanás” o algo así.

III.3. Su «tocar» es como la mano de Dios que llega para liberar los oídos y dar rienda suelta a la lengua. La significación, pues, por encima de asombrarnos de los poderes taumatúrgicos, es poner de manifiesto que con los oídos abiertos aquél hombre podrá oír el mensaje del evangelio; y soltando su lengua para hablar, advierte que, desde ahora, un pagano podrá también proclamar el mensaje que ha recibido de Jesús al escucharlo en la novedad de su vida. Esta es una lección que hoy debemos asumir como realidad, cuando en nuestro mundo se exige la solidaridad con las miserias de los pueblos que viven al borde de la muerte.

Fray Miguel de Burgos NúñezFray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

9 de Septiembre. XXIII Domingo del Tiempo Ordinario /B

Evangelio según san Marcos (Mc 7,31-37)

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Abrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.