Este segundo domingo de Navidad, después de la fiesta de María Madre
de Dios con que abrimos el año nuevo, es una profundización en los
valores más vivos de lo que significa la encarnación del Hijo de Dios.
(Podemos volver a leer el texto comentado el día de Navidad)
III.1. Esta es una de las páginas más gloriosas, profundas y teológicas que se hayan escrito para decir algo de lo que es Dios, de lo que es Jesucristo, y de lo que es el hecho de la encarnación, en esa expresión tan inaudita: el “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. La encarnación se expresa mediante lo más profundo que Dios tiene: su Palabra; con ella crea todas las cosas, como se pone de manifiesto en el relato de la creación de Génesis 1; con ella llama, como su le sucede a Abrahán, el padre de los creyentes; con ella libera al pueblo de la esclavitud de Egipto; con ella anuncia los tiempos nuevos, como ocurre en las palabras de los profetas auténticos de Israel; con ella salva, como acontece con Jesucristo que nos revela el amor de este Dios. El evangelio de Juan, pues, no dispone de una tradición como la de Lucas para hablarnos de la anunciación y del nacimiento de Jesús, pero ha podido introducirse teológicamente en esos misterios mediante su teología de la Palabra. También, en nosotros, es muy importante la palabra, como en Dios. Con ella podemos crear situaciones nuevas de fraternidad; con nuestra palabra podemos dar vida a quien esté en la muerte del abandono y la ignominia, o muerte a quien esté buscando algo nuevo mediante compromisos de amor y justicia. Jesús, pues, también se ha encarnado para hacer nuestra palabra (que expresa nuestros sentimientos y pensamientos, nuestro yo más profundo, lo que sale del corazón) una palabra de luz y de misericordia; de perdón y de acogida. El ha puesto su tienda entre nosotros… para ser nuestro confidente de Dios.
El tiempo de Navidad nos remite a una amalgama de sentimientos y
tradiciones. El encuentro familiar y el ambiente festivo, como lo
expresan las comidas, los regalos, los adornos y todo lo que marca la
agitación de estos días que hemos vividos, nos muestran nuestra
realidad. Pero en esta vorágine, podemos perder de vista, lo qué estamos
celebrando. La liturgia del tiempo navideño viene en nuestra ayuda para
poder vivir el sentido profundo de la Navidad. El misterio de Dios que
se encarna en nuestra historia, es testigo de ello y el cumplimiento del
anhelo profundo, del corazón humano. Como nos recuerda el Papa
Francisco: “el pesebre, mientras nos muestra a Dios tal y como ha venido
al mundo, nos invita a pensar en nuestra vida injertada en la de Dios;
nos invita a ser discípulos suyos si queremos alcanzar el sentido último
de la vida.” (Admirabile signum 8).
El ciclo navideño es una
paulatina manifestación del Misterio de la Encarnación, que comienza la
noche de Navidad en donde el Niño es presentado a los pobres, de ayer y
hoy, y culmina con la fiesta del Bautismo del Señor en donde el Dios,
comunidad de amor Trinitario, revela la misión de Jesús.
En ese
contexto el segundo domingo de Navidad nos nuestra la identidad profunda
de Jesús, poéticamente expresado por el Prólogo del Evangelio de Juan.
Pero al mismo tiempo nos ayuda a captar como la acción de Dios se
expresa en su sabiduría tal como lo expresa el fragmento del libro del
Eclesiástico que leemos en esta celebración. Por último, el himno de la
carta a los Efesios es el corolario adecuado de este día.
Dejémonos iluminar por la profundidad de este misterio para que nos impulse a afrontar los desafíos del tiempo que nos toca vivir. Con la certeza que en Jesús está la vida, y la vida es la luz de los hombres (Cf Jn 1,4).
Fray Edgardo César Quintana O.P. Casa Ntra. Sra. del Rosario (Montevideo)
Feliz Año Nuevo de la Mano de la Sma. Virgen María, Madre de Dios y de la humanidad. La solemnidad que celebramos hoy lleva por título Santa María, Madre de Dios.
El Papa Francisco ha titulado su Mensaje para esta Jornada Mundial por la Paz, en su 53 edición, de la siguiente manera: La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica. El Papa desarrolla su Mensaje presentando la paz como “camino de esperanza”, “camino de escucha”, “camino de reconciliación” y “camino de conversión ecológica”, concluyendo que “la paz se alcanza tanto cuanto se espera”.
A propósito de la esperanza y refiriéndose a Abrahán, afirma san Pablo que Abrahán “apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: Así será tu descendencia (Rm 4,19). Abrahán ha pasado a la historia como “padre de los creyentes” (Rm 4,11).
El paralelismo de Abrahán con la Sma. Virgen María, Madre de los creyentes, pone de relieve la actitud excelente de la Madre de Dios, porque ella sí que creyó en la palabra de Dios, por más inverosímil que pueda parecer a la persona que se detiene a contemplar este misterio. Así fue como la Sma. Virgen María se convierte en “Madre de los creyentes” en la etapa definitiva de la salvación, en “la plenitud del tiempo”, dejando constancia del camino de fe y de esperanza, acogiendo plenamente la Palabra de Dios y dejándose guiar por ella en todo momento, en medio de las pruebas y de las dificultades.
Aquí radica la actitud definitiva de la persona creyente en Jesucristo. La Sma. Virgen María, gracias a su fe y a su esperanza, se convirtió en la Madre de Dios, realidad que a la lógica humana resulta del todo inverosímil, y gracias a su “sí” a la Palabra de Dios, acogió en su seno y dio a luz al Señor de la gloria, a Jesús, el Salvador del mundo.
Recordar el camino recorrido por la Sma. Virgen María no es simple cuestión de historia, sino que nos permite disponer del mejor de los testimonios a nuestro alcance para entrar en la órbita del Dios de la paz y de la misericordia, el Dios del amor y de la acogida, a quien invocamos con las palabras del libro de los Números (6,24-26): El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.
Fr. José Mª Viejo Viejo O.P.
Convento de La Virgen del Camino (León)
Ser y Hacer familia es mucho más que formalizar una relación con
nuestra pareja, mucho más que dar el apellido a nuestros hijos, mucho
más que conseguir un hogar donde las necesidades estén cubiertas.Familia
es aprender a ser verdaderas escuelas de amor donde, a pesar de
nuestras diferencias, nos sentimos queridos y apoyados.
Familia es estar abiertos a los demás y también a Dios. Pensar nuestras vidas desde esta perspectiva de unión y realización, es un reto que debe durar todo nuestro ciclo vital. A ello nos invitan las lecturas de esta festividad de la Sagrada Familia.
Dña. Marisa Llaguno O.P. y D. Óscar Salazar O.P. Fraternidad de Laicos Dominicos de San Martín de Porres (Madrid)
Evangelio: Juan (1,1-18): La Palabra humana de Dios
III.1. El evangelio es el prólogo del evangelio de Juan (1,1-18), una de las páginas más gloriosas, profundas y teológicas que se hayan escrito para decir algo de lo que es Dios, de lo que es Jesucristo, y de lo que es el hecho de la encarnación, en esa expresión inaudita de el “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. La encarnación se expresa mediante lo más profundo que Dios tiene: su Palabra; con ella crea todas las cosas, como se pone de manifiesto en el relato de la creación de Génesis 1; con ella llama, como le sucede a Abrahán, el padre de los creyentes; con ella libera al pueblo de la esclavitud de Egipto; con ella anuncia los tiempos nuevos, como ocurre en las palabras de los profetas auténticos de Israel; con ella salva, como acontece con Jesucristo que nos revela el amor de este Dios. El evangelio de Juan, pues, no dispone de una tradición como la de Lucas para hablarnos de la anunciación y del nacimiento de Jesús, pero ha podido introducirse teológicamente en esos misterios mediante su teología de la Palabra. También, en nosotros, es muy importante la palabra, como en Dios. Con ella podemos crear situaciones nuevas de fraternidad; con nuestra palabra podemos dar vida a quien esté en la muerte del abandono y la ignominia, o muerte a quien esté buscando algo nuevo mediante compromisos de amor y justicia. Jesús, pues, también se ha encarnado para hacer nuestra palabra (que expresa nuestros sentimientos y pensamientos, nuestro yo más profundo, lo que sale del corazón) una palabra de luz y de misericordia; de perdón y de acogida. El ha puesto su tienda entre nosotros… para ser nuestro confidente de Dios.
SOBRE LA FE: (vv. 12.13.16.17): Todo esto que hemos expuesto no puede ser entendido sino por la fe. Deberíamos dejar el prólogo para el final del año litúrgico, porque después de conocer a Jesús y haber escuchado su palabra, nosotros nos decidimos por Él y creemos en Dios. Pero se ha de asumir el riesgo de la fe y aceptar así a Jesús y a Dios, de primeras. También porque, a pesar de todo, la fe es un don de Dios y debemos pedirle a Él que nos la dé y nos la fortalezca. Pero la fe en estos versos no se nos presenta en forma de creencia en verdades, sino en forma de vida: porque nos hace hijos de Dios. Es un tema que recorre todo el Evangelio de Juan.
Fray Miguel de Burgos Núñez Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
II.1. El evangelio del evangelista que mejor ha tratado las profecías del Antiguo Testamento, aunque, por razones propias de la mentalidad judeo-cristiana, aparezca la figura de José como introductora de cumplimiento. En el sueño, José -una forma bíblica de hablar de experiencias religiosas-, tiene encomendado dar un nombre al hijo que dará a luz su prometida María; le pondrá por nombre Jesús. En Is 7 el nombre era Enmanuel: ¿Acaso no es lo mismo? Semánticamente no, pero teológicamente sí. Su nombre simbólico será una realidad eterna: Enmanuel, Dios con nosotros. El nombre de Jesús significa: Dios salva. Es posible que este relato de Mateo no alcance las cimas del relato de la anunciación de Lucas (1,26-38), entre otras cosas porque se ha debido atener a su mentalidad más judía, acorde con su comunidad y sus búsquedas. No deja de ser, no obstante, un relato prodigioso como el de Lucas
III.2.Dicen los especialistas, con razón, que estos relatos han sido escritos en una forma muy peculiar. Le llaman midrash , en este caso haggada , porque es narrativo, ya que intenta actualizar un texto del AT y aplicarlo a una situación nueva. Esto es verdad y muy significativo. No estaban “relatando” en el sentido más estricto, sino actualizando. No podemos tomar al pie de la letra lo del sueño, pero sí debemos tomar en consideración su mensaje. José no está herido de infamia por haber sido engañado por su prometida. Lo importante para Mateo es que él debe desempeñar una misión, la de ponerle el nombre, ya que el nombre tiene una importancia decisiva en el lenguaje bíblico. Y el nombre, en este caso, no es el nombre histórico con el que Jesús ha saltado a la fama. Es el oráculo de Is 7 el que se quiere actualizar y por ello se le pondrá – ¡que extraño! – Jesús, cuando en el oráculo era Enmanuel (Dios con nosotros), aunque también en las palabras de Isaías no hay relación directa entre Enmanuel y el hijo de Ajaz, Ezequías. El hecho real es que José puso nombre a “su” hijo: Jesús. Con ese nombre, según el relato midrashico , se estaba cumpliendo la profecía del Enmanuel.
III.3. No deberíamos pasar por alto cómo Mateo ha querido responder a una objeción que se le plantea en la genealogía (1,16) cuando, dejando de lado a los varones (que Jacob engendró a José), debe introducir a María como la madre de Jesús. En su genealogía de Jesús, Mateo intenta poner de manifiesto que Cristo desciende realmente de David. Pero, de hecho, no consigue probarlo porque, en el momento decisivo, en lugar de decir que Jacob engendró a José, y éste a Jesús, interrumpe la sucesión y afirma: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo» (1, 16). Intenta decir lo que intenta decir: que Jesús tiene un origen divino. Según el derecho judío, la mujer no cuenta en el alcance genealógico. Por consiguiente, a través de María no puede Cristo insertarse en la casa de David. Sin embargo, para Mateo es evidente que Jesús es hijo de María y del Espíritu Santo (1,18). Y entonces surge un problema: ¿Cómo insertar a Jesús, a través del árbol genealógico masculino, dentro de la genealogía davídica si no tiene un padre humano? Para resolver el problema, Mateo hace una especie de acotación o glosa (explicación de una dificultad) y narra la concepción y el origen de Jesús (1,18-25).
III.4. Su intención no consiste en narrar la concepción de Jesús, ni en describir, como hace Lucas de forma extraodinaria (2,1-20), el nacimiento de Jesús. El centro del relato lo constituye José, el cual, al considerar la situación embarazosa de María, pretende abandonarla en secreto. ¿Qué ha pretendido Mateo en 1,18-25? Sin duda, solucionar el problema que se ha suscitado; y el esclarecimiento lo tenemos en el versículo 25: José, pone al niño el nombre de Jesús ( Yeshúa ), un nombre teofórico, eminentemente bíblico (Josué/ Yehoshúa ). José, descendiente de David y esposo legal de María, al imponer el nombre a Jesús se convierte legalmente en su padre, con lo cual lo inserta en su genealogía davídica. De este modo, Jesús es hijo de David a través de José, y es también el Mesías. Así se cumple igualmente la profecía de Isaías (7, 14) de que el Mesías nacería de una virgen (en realidad almah no es virgen, sino doncella en edad de casarse, aunque los LXX tradujeron por parqenoV – parthenos, virgen – , y así ha pasado a la tradición cristiana), y el plan de Dios se realiza de modo pleno. En el fondo, teológicamente hablando, uno y otro nombre vienen a significar lo mismo: Dios está con nosotros cuando salva y cuando libera Jesús (porque Yeshúa significa “Dios es mi salvador” o “Dios salva”. Por tanto, decir Enmanuel y decir Jesús , para el evangelista, es correspondiente, porque no está Dios con los hombres de otra manera que salvándolos y liberándolos. La comunidad de Mateo, pues, ha entendido ajustadamente el texto del profeta Isaías. Porque el oráculo del profeta le trasciende, va más allá de lo que él mismo podía presuponer. El oráculo se le escapa al profeta porque es Dios quien lleva a cabo los oráculos de los profetas verdaderos. Esto lo ha sabido recoger muy bien la comunidad de Mateo y lo ha plasmado en esta escena llena de contenido teológico. Así, pues, con este evangelio se nos abren las puertas de la Navidad; termina el Adviento y la esperanza que genera se debe hacer realidad experimentando de verdad la salvación que nos llega ya.
Fray Miguel de Burgos Núñez Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
El tercer domingo de adviento es una especie de puente entre la
primera y la segunda parte del Adviento. En la primera mitad del
adviento la liturgia orienta la mirada del creyente hacia la segunda y
definitiva venida del Señor, su venida escatológica en gloria y
majestad. La segunda parte del adviento orienta nuestra mirada hacia la
contemplación del misterio de la Encarnación, la venida del Señor en la
humildad de nuestra carne. Este tercer domingo de adviento, por una
parte, anuncia ya el misterio de la Encarnación, pero por otra nos
quiere hacer caer en la cuenta de que el Señor viene continuamente a
nuestras vidas, y que esta permanente venida es condición para acogerle
con alegría y amor cuando venga definitivamente. El Señor vino, el Señor
viene y el Señor vendrá: esas tres venidas resumen la pretensión del
tiempo de adviento.
Este domingo, conocido como domingo Gaudete (palabra latina que significa alegría) quiere despertar los sentimientos de buena alegría que produce saber que Cristo está cerca de nosotros, no sólo litúrgicamente, sino existencialmente. Buscando este objetivo la liturgia ofrece algunos símbolos: uno, la antífona de entrada, sacada de Flp 4,4, que comienza con esta exhortación: “estad siempre alegres en el Señor” (ya sé que muchos no tenemos en cuenta esta antífona y, por tanto, no la leemos, pero bueno es saber que existe y bueno sería sustituirla por un canto de entrada adecuado); dos, el cambio de color litúrgico, que pasa del morado al rosado; y tres, la primera lectura, tomada de Isaías, que invita al gozo y al regocijo.
Fray Martín Gelabert Ballester Convento de San Vicente Ferrer (Valencia)
Monseñor Mario Moronta es un obispo respetado y admirado entre fieles católicos, criticado con dureza y desprecio por los seguidores del chavismo. Este sacerdote, que alguna vez fue cercano a Hugo Chávez, se ha convertido en un líder, cada cierto tiempo habla y escribe señalamientos contra la revolución bolivariana. Como respuesta, es atacado con dureza, como en varias oportunidades ha hecho la ministra Iris Varela. Pero él no se amilana y decidió ir a Europa para insistir en que la crisis venezolana debe verse como emergencia humanitaria.
Llevó al viejo continente la nostalgia de la Venezuela de antes,
resaltando sus recursos naturales y mineros. Recordó diversas etapas
históricas del país, algunas muy dolorosas. “Comenzó a aparecer la clase
de los ‘nuevos ricos’ con sus influencias en el campo de lo político.
La dirigencia se comenzó a alejar de las bases populares”. Hizo críticas
a la corrupción, al populismo.
“En febrero de 1992 se dio la asonada militar dirigida por Hugo
Chávez Frías, seguida por el del 27 de noviembre. Era el mero inicio de
una crisis que desembocaría posteriormente en la llegada al poder de
Chávez en 1999”.
“Se ha olvidado que con Chávez, quien llega al poder no es una clase política, sino la militar. Si bien hubo militares de corte institucionalista, se fue imponiendo el posicionamiento o empoderamiento de muchos militares en la dirección global del país. Un militar convertido en civil, pero con su mentalidad castrense fue penetrando las nuevas generaciones que se iban formando y se les ideologizó”.
El militar manda y punto
Destaca una constante en Latinoamérica, con militares que llegaron al
poder de manera democrática. “Estaban imbuidos de un nacionalismo de
corte ‘nazeriano’ egipcio. El nacionalismo ha sido siempre la plataforma
ideológica de los militares. Esto se sintió en los discursos del
candidato y posterior presidente. Se abrió, entonces, una puerta que no
se ha podido cerrar: con quien tiene mentalidad militar no es tan fácil
negociar para un camino democrático. El militar manda y punto”.
Con la ayuda de grupos radicales y de Cuba -dice- se instaura un
modelo de socialismo de siglo XXI, que presentaba a la democracia como
un espacio de protagonismo del pueblo y de los más pobres. “Se fue
imponiendo un modelo y régimen hegemónico – militarista y
totalitarista”. Y con ello llegaron a los privilegios. “Empezaron a
ocupar los cargos claves de la conducción del Estado. Desde ministerios y
gobernaciones hasta dirección de institutos claves, con el control de
la vida ciudadana y social”.
Habla de situaciones que son desconocidas o minimizadas. “La
destrucción del aparato productivo y de la economía, del valor de la
divisa, la división y casi destrucción del tejido social, la
desvalorización de la persona humana, el deterioro de la educación y de
los servicios públicos, la represión, el encarcelamiento y tortura a los
disidentes (civiles y militares), la burla hacia las instituciones
serias… Ha crecido el hambre y la desnutrición infantil y en personas de
la tercera edad; no se consiguen insumos alimenticios, medicinales y de
otro tipo”.
Monseñor Moronta considera a Venezuela una nación rica pero tremendamente empobrecida. Es a partir de ahí que propone puntos de encuentro en varios elementos.
Se refiere a los diversos grupos de poder: Maduro y cubanos, chavistas fieles al legado de Chávez, los militares empoderados o sostenedores. “Nos encontramos un régimen que puede ser catalogado responsable de crímenes de lesa humanidad, según lo estipulado en el Estatuto de Roma, que tiene vigencia de ley en Venezuela. Una oposición fragmentada y con diversas tendencias con una unidad sumamente frágil”.
“El liderazgo del señor Guaidó no es totalmente aceptado por todos
los factores políticos de la oposición. Hay grupos y partidos que están
negociando con el régimen” y ante ello “una sociedad civil desprotegida y
golpeada”.
El régimen, a su juicio, “sobrevive por estar bien arraigado y
sostenido por la clase militar, por el apoyo de algunos países como
Rusia, Cuba, China”, a la vez que sostiene que el bloqueo “a quien más
golpea es a los pobres y a la clase media”.
Es enfático el sacerdote: “El mundo no ha entendido lo que de verdad
está sucediendo en Venezuela. Comenzamos a sentir que somos una ficha de
un ajedrez geopolítico donde las naciones con más poder, las
corporaciones con más influencias, no muestran preocupación por la gente
sino por sus propios intereses”.
“Es urgente que el mundo, los gobiernos, las instituciones políticas,
legislativas y los organismos de derechos humanos entiendan que lo que
sucede en Venezuela. No es una simple crisis política más o menos
pasajera o superable en escaso tiempo”, sentencia el Monseñor. “Se trata
de una emergencia humanitaria que se agudiza”.
“Pídanles a las corporaciones que están negociando con el ‘arco
minero’ o que venden armas o sacan ganancias del dolor del pueblo, que
no le hagan el juego a la corrupción ni a un régimen con vestidura
democrática pero con el perfume del crimen contra su gente”.
“Les hablo desde el compromiso: con mis hermanos obispos de Venezuela, con los sacerdotes y los laicos más comprometidos en la construcción de la justicia y de la paz, según los criterios del Evangelio, caminamos, acompañamos y compartimos los gozos y esperanzas, así como las angustias y problemas de un pueblo al que pertenecemos y servimos”.
III.1. El evangelio de la “Anunciación” es, sin duda, el
reverso de la página del Génesis. Así lo han entendido muchos estudiosos
de este relato maravilloso lleno de feminismo y cargado de símbolos.
Aunque aparentemente no se usen los mismos términos, todo funciona en él
para reivindicar la grandeza de lo débil, de la mujer. Para mostrar que
Dios, que había creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza,
tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es verdad que hay
páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una cultura
de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este
evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de
una forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que
han manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y
a la gracia.
III.2.Se han hecho y se pueden hacer muchas
lecturas de este relato asombroso. Puede ser considerado como la
narración de la vocación a la que Dios llama a María, una muchacha de
Nazaret. Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la existencia, e
incluso el personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret es
punto clave de la historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es
verdad, no es final. Pero los comienzos son significativos. En el
Génesis, los comienzos de la “historia” de la humanidad se manchan de
orgullo y de miedo, de acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los
comienzos del misterio de la “encarnación”, lo maternal es la respuesta a
la gracia y abre el camino a la humanización de Dios. María presta su
seno materno a Dios para engendrar una nueva humanidad desde la gracia y
el amor. ¿Cómo? Entregando su ser humano a la voluntad de Dios. Querer
decir más sería entrar en una elucubración de conceptos y afirmaciones
“dogmáticas” que nos alejarían del sentido de nuestro relato.
III.3.
El relato tiene todo lo mítico que se necesita para hablar de verdades
profundas de fe (si aparece un ángel es por algo); no debemos ser
demasiado “piadosillos” en su interpretación. En realidad todo acontece
de parte de Dios, pero no en un escenario religioso. Por eso es más
asombrosa esta narración que, sin duda, tiene de histórico lo que le
sucede a María en su vida. Ella es una criatura marginal que ha sido
elegida por Dios, y esto es tan real como histórico. Su hijo será
también un judío marginal. Es un relato que no está compuesto a base de
citas bíblicas, pero sí de títulos cristológicos: grande, Hijo del
Altísimo, recibirá el trono de David su padre. Todo eso es demasiado
para una muchacha de Nazaret. Y todo ocurre de distinta manera a como
ella lo había pensado; ya estaba prometida a un hombre. Ella pensaba
tener un hijo, ¡claro!, pero que fuera grande, Hijo del Altísimo y rey
(Mesías en este caso), iba más allá de sus expectativas. Pero sucede que
cuando Dios interviene, por medio del Espíritu, lo normal puede ser
extraordinario, lo marginal se hace necesario. Esa es la diferencia
entre fiarse de Dios como hace esta joven de Nazaret o fiarse de “una
serpiente” como hizo la mítica Eva.
III.4. María de Nazaret, pues, la “llena de gracia”, está frente al misterio de Dios, cubierta por su Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más hermoso del mundo. Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente la presencia religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de nuestra carne y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se abre de verdad al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los escribas de Jerusalén, podían entenderlo. La “llena de gracia” ( kejaritôménê ), con su respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación del pecado y de toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a diferencia del Sinaí, en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No fue violada, ni maltratada, ni forzada… como otras como ella lo eran por los poderosos soldados de imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor divino el que la cautivo para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén (s. IV) se la compara con el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la llama que los serafines no pueden mirar, no la han quemado. Esta “teofanía” divina es otra cosa, es una manifestación de la gracia materna de Dios.
Fray Miguel de Burgos Núñez Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura