III.2. En la prehistoria de Israel, el diluvio universal es todo un mito simbólico que prepara adecuadamente la aparición de un tiempo nuevo: la llamada de Abrahán, el padre del pueblo, el creyente que confía en Dios. Los once primeros capítulos del Génesis narran cómo la humanidad busca su identidad al margen de su creador y está a punto de perderse por la maldad y la arrogancia. Parece como si la obra que había salido de las manos de Dios hubiera perdido su sentido. Los hermanos no se respetan, se matan y la humanidad se pervierte perdiendo su chispa divina. La “historia” o narración del diluvio, no obstante, pone como símbolo un “resto” que pueda garantizar un futuro mejor. Es evidente que la historia, nuestra historia, necesita ser siempre renovada. Eso es lo que buscan los hombres de todas las religiones y tendencias. Y eso es lo que se propone también con este tipo de discurso, producto de una mentalidad apocalíptica, que no es lo más característico de Jesús, sino más bien de una comunidad, como la de Mateo, en la que permanecen muchas concepciones del judaísmo.
III.3. Llamada, pues, a convertirse; llamada de recomenzar, porque siempre es posible “recomenzar” para el ser humano. Los animales u otros seres vivientes no pueden nunca “recomenzar”, les es imposible, pero el ser humano sí. Esa es nuestra grandeza y nuestro reto. Es algo que Dios ha puesto en la entraña misma del ser humano que sacó de la nada, o de la tierra, si queremos usar el símil bíblico de Gn 2. Así sucedió en tiempos de Noé después del diluvio; así sucedió también en tiempos de Abrahán tras lo de la torre de Babel. Esto será todo lo mítico que queramos, pero es muy elocuente para desentrañar el sentido de estas palabras “escatológicas” del discurso que inaugura el Adviento. “Estad preparados”, en el lenguaje apocalíptico, puede sonar a algo poco agradable; pero desde la lectura profética de la acción y las palabras de Jesús es una llamada exhortativa a vivir en concordia, en paz, en justicia. y en alegría. Es verdad que estas palabras no están presentes en esta parte del discurso mateano, pero si en el “espíritu” del Adviento. No se pueden cambiar, tienen que sonar como están escritas, pero debemos interiorizarlas con el talante de que podemos comenzar una etapa nueva, un momento nuevo, una actitud nueva. por la llegada del “Hijo del Hombre”. El Hijo del hombre, en la interpretación cristiana es Jesús de Nazaret, el Señor, quien comenzó, de parte de Dios, una “historia” radicalmente nueva para que podamos vivir con dignidad en el temor o la confianza en Dios, sin miedo a ser destruidos, sino con discernimiento. Discernimiento de lo que no tiene sentido y de lo que hay que arrancar, si fuera posible de raíz; pero aún no siendo posible, siempre es maravilloso que se nos de la ocasión o la oportunidad, si queremos la terapia, para que nuestra historia personal no tenga por qué estar envejecida para siempre. Dios, el Dios de Jesús, siempre tendrá un proyecto de salvación con la humanidad.
Fray Miguel de Burgos Núñez Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
III.1. El evangelio de Lucas forma parte del relato de la
crucifixión, diríamos que es el momento culminante de un relato que
encierra todo la teología lucana: Jesús salvador del hombre, y muy
especialmente de aquellos más desvalidos. Lucas, con este relato nos
quiere presentar algo más profundo y extraordinario que la simple
crucifixión de un profeta. Por ello se llama la atención de cómo el
pueblo “estaba mirando” y escuchando. Y comienza todo un diálogo y una
polémica sobre la “salvación” y el “salvarse” que es uno de los
conceptos claves de la obra de Lucas. Los adversarios se obstinan en que
Jesús, el Mesías según el texto, no puede salvarse y no puede salvar a
otros. Además está crucificado y ya ello es inconveniente excesivo para
que el letrero de la cruz (“rey de los judíos”=Mesías) pierda todo su
sentido jurídico y se convierta en sarcasmo. Está claro por qué ha sido
condenado: por una razón política, acusado de ir contra Roma, en nombre
de un mesianismo que ni pretendió, ni aceptó de sus seguidores.
III.2.
Todo, en el relato, convoca a contemplar; emplaza al “pueblo” (testigo
privilegiado de la pasión en Lucas) para que sea espectador del fracaso
de este profeta que ha dedicado su vida al reinado de Dios, sin derecho
alguno, y rompiendo las normas elementales de las tradiciones religiosas
de su pueblo. Los profetas verdaderos no pueden acabar de otra manera
para las religiones oficiales. Por lo mismo está en juego, según la
teología de Lucas, toda la vida de Jesús que es una vida para la
salvación de los hombres. La psicología del evangelista se percibe a
grandes rasgos. El pueblo será “secretario” cualificado del fracaso de
éste que se ha atrevido a hablar de Dios como nadie lo ha hecho; porque
se ha osado recibir a los publicanos y pecadores, compartir su vida con
hombres y mujeres que le seguían hasta Jerusalén. Este era el momento
esperado… y, de pronto, un “diálogo” asombroso rompe, antes de la hora
“tercia”, el “nudo gordiano” de la salvación. No va a ser como Alejandro
Magno con su espada a tajo, en Godion de Frigia, para dominar el mundo
por esa decisión drástica. Será con la oferta audaz y valiente de la
salvación en nombre del Dios de su vida.
III.3. El diálogo con los
malhechores (vv. 39-43), y especialmente con aquél que le pide el
“paraíso”, es un episodio propio de Lucas que ha dado al relato de la
crucifixión una fisonomía inigualable. La comparación que hemos
mencionado con Alejandro Magno y el “nudo gordiano” sigue estando en pie
a todos los efectos. Quien crucificado, la muerte más ignominiosa del
imperio romano, pueda ofrecer la salvación al mundo, podrá dominar el
mundo con el amor y la paz, no con un imperio grandioso fundamentado en
la guerra, la conquista, la muerte y la injusticia. Lucas es consciente
de esta tradición que ha recogido y que ha reinventado para este momento
y en este “climax”. Cuando ya está dictada la sentencia de impotencia y
de infamia… la petición de uno de los malhechores ofrece a Jesús la
posibilidad de dar vida y salvación a quien irá a la muerte innoble como
él. No es un libertador militar… está muriendo crucificado, porque ha
sido condenado a muerte. Los valientes militares morían a espada; los
esclavos y los parias, en la “mors turpissima crucis”.
Evangelio. Lucas (21,5-19): No toda lafelicidad está en esta historia
II.1. El texto del evangelio de Lucas corresponde a lo que se ha
llamado el discurso escatológico de Jesús que aparece en los tres
evangelios sinópticos, aunque con visiones diferentes entre uno y otro.
El de Lucas es el más explícito en cuanto a corregir los abusos de
algunos que se presentaban en Jerusalén o en cualquier comunidad para
decir que llegaba el día del Señor, el fin del mundo, para que les
siguieran a ellos. Lucas tuvo mucho cuidado de catequizar a su comunidad
al respecto, en el sentido de que no fue un evangelista que se dejó
impresionar demasiado por el lenguaje y los símbolos apocalípticos.
Conserva, eso sí, el talante profético de este discurso que se pone en
boca de Jesús como en Mc 13. El discurso base de Mc 13 pudo ser
redactado, tal como lo tenemos ahora, en un momento de la crisis que
Calígula provoca en la comunidad judía, y por lo mismo en la comunidad
cristiana: mandó que se le levantara una estatua en la explanada del
templo. Pero Lucas, por su parte y mucho más tarde de estos
acontecimientos, trata de serenar y tranquilizar, máxime teniendo en
cuenta que él conoció o tuvo noticia de la destrucción de Jerusalén en
el año 70 de nuestra era. Esta es una tesis no aceptada por todo el
mundo, pero que parece lógica. De hecho, Lucas es el autor del NT que
mejor ha sabido asumir el mensaje profético-apocalíptico de Jesús
mirando a la historia como lo más positivo, sin estar obsesionados por
el final catastrófico de movimientos sectarios.
El arzobispo Emérito de Caracas, cardenal Jorge Urosa Savino, reveló las cuatro pautas que establece la iglesia católica para apoyar una mesa de diálogo entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición
Durante una entrevista para el programa “Diálogo Con…” conducido por Carlos Croes y transmitido por Televen, el cardenal Jorge Urosa manifestó que “las cuatro condiciones” que puso la iglesia católica para apoyar la mesa de diálogo entre gobierno y oposición son: “La restitución de las facultades de la Asamblea Nacional tras haber sido declarada en desacato, el ingreso de la ayuda humanitaria para resolver la crisis de hambre y medicinas, la liberación de presos políticos, y el llamado a unas elecciones presidenciales libres y transparentes”.
“La iglesia está defendiendo los derechos del pueblo venezolano, no
buscamos poder político, nosotros aprobamos y respaldamos lo que vaya a
beneficio del pueblo. hubo mesas de diálogo frustradas porque el
Gobierno no cumplió lo que prometió”, agregó.
III.1. En el evangelio de este día es donde encontramos una de las
páginas magistrales de lo que Jesús pensaba sobre esas ultimidades de la
vida. El profeta Jesús, como persona, como ser humano, se pregunta, y
le preguntaban, enseñaba y respondía a las trampas que le proponían. La
ley de la halizah (Dt 25,9-19) es a todas luces inhumana, no solamente
antifeminista. La ridiculez de la trampa saducea para ver de quién será
esposa la mujer de los siete hermanos no hará dudar a Jesús. En este
caso son los saduceos, el partido de la clase dirigente de Israel, que
se caracterizaba, entre otras cosas, por una negación de la vida después
de la muerte, los que pretenden ponerle en ridículo. En ese sentido,
los fariseos eran mucho más coherentes con la fe en el Dios de la
Alianza. Es verdad que la concepción de los fariseos era demasiado
prosaica y pensaban que la vida después de la muerte sería como la de
ahora; de ello se burlaban los saduceos que solamente creían en esta
vida. En todo caso, su pensamiento escatológico podría ceñirse a la
supervivencia del pueblo de Dios en este mundo, en definitiva… un mundo
sin fin, sin consumación. Y, por lo mismo, donde el sufrimiento, la
muerte y la infelicidad, nunca serían vencidas. Sabemos que Lucas ha
seguido aquí el texto de Marcos, como lo hizo también Mateo.
III.1. El relato de Zaqueo es otro de esos episodios de Lucas que no
tiene desperdicio. Es tan logrado, a todos los niveles, que habría que
leerlo varias veces y cada una de ellas nos encontraríamos con matices
que podría dar para una reflexión. No es un relato histórico.
simplemente porque Jesús “tenía” que pasar por allí para ir a Jerusalén.
Pero el que sea en la frontera de esta ciudad milenaria es un marco
digno de consideración, porque la salvación llega hasta los confines de
la tierra. Se enfrentan dos personajes… pero no solamente eso. También
hay gente que está a la expectativa de qué hará Jesús. Aunque Jesús
parece que no hace nada más que invitarse a casa de un “pecador”, tendrá
la última palabra. Con esto está dicho todo. Zaqueo es un pecador para
los puritanos, para los de religión legal. Para Jesús, y sin duda para
Lucas, es un “rico”. Pero ¿también de los ricos es el Reino de los
cielos? He aquí la gran cuestión de este episodio. Si los ricos
renuncian a ello (dando la mitad de los bienes a los pobres y haciéndose
como la gran mayoría de la gente) entonces sí.
III.2. Los bienpensantes de siempre especulaban que si Jesús entraba a casa de un publican, se contaminaba, ya que los publicanos trataban con las autoridades romanas que les concedían los privilegios de recolectores de impuestos. Pero para Lucas Jesús va buscando el verdadero “pecado”: haber acumulado riquezas y poder a costa de los otros. Y es eso lo que debe cambiar Zaqueo. No tiene por qué renunciar a ser colector de impuestos, ni a tratar con los paganos, los romanos, sino a no hacerse poderoso con las riquezas injustas. El tema es muy querido para Lucas, como sabemos. Y eso, sin duda, porque en su comunidad debía ser una cuestión puesta sobre la mesa de cómo se puede ser un buen seguidor de Jesús en este mundo donde hay riquezas y todo lo que ello conlleva.
III.1. El relato de los leprosos curados por Jesús, tal como lo
trasmite Lucas, que es el evangelio del día, quiere enlazar de alguna
manera con la primera lectura, aunque es este evangelio el que ha
inducido, sin duda, la elección del texto de Eliseo. Y tenemos que poner
de manifiesto, como uno de los elementos más estimados, la acción de
gracias de alguien que es extranjero, como sucede con Naamán el sirio y
con este samaritano que vuelve para dar gracias a Jesús. El texto es
peculiar de Lucas, aunque pudiera ser una variante de Mc 1,40-45 y del
mismo Lc 5,12-16. No encontramos en el territorio entre Galilea y
Samaría, cuando ya Jesús está camino de Jerusalén desde hace tiempo. Lo
de menos es la geografía, y lo decisivo la acción de gracias del
extranjero samaritano, mientras que los otros, muy probablemente judíos
(eso es lo que se quiere insinuar), al ser curados, se olvidan que han
compartido con el extranjero la misma ignominia del mal de la lepra.
III.2.
Ahora, liberados, se preocupan más de cumplir lo que estaba mandado por
la ley: presentarse al sacerdote para reintegrarse a la comunidad
religiosa de Israel (cf Lev 13,45; 14,1-32), aunque Jesús se lo pidiera.
¿Es esto perverso, acaso? ¡De ninguna manera! En aquella mentalidad no
solamente era una obligación religiosa, sino casi mítica. Y es algo
propio de todas las culturas hasta el día de hoy. No son unos
indeseables lo que esto hacen, pero se muestra, justamente, las
carencias de esa religiosidad mítica y a veces fanática que tan hondo
cala en el sentimiento de la gente, y especialmente de la gente
sencilla. No obstante, la crítica evangélica a esta reacción religiosa
tan legalista o costumbrista es manifiesta. Antes de nada quieren
integrarse de nuevo en su religión nacionalista y se olvidan de algo más
decisivo.
III.3. El samaritano, extranjero, casi hereje, sabe que
si ha sido curado ha sido por la acción de Dios. Pero además, el texto
pone de manifiesto que no es la curación física lo importante sino que,
profundizando en ella, se habla de salvación; y es este samaritano quien
la ha encontrado de verdad viniendo a Jesús antes de ir a cumplir
preceptos. Quien sabe dar gracias a Dios, pues, sabe encontrar la
verdadera razón de su felicidad. Es verdad que los judíos leprosos
también darían gracias a Dios en su afán de cumplir con lo que estaba
mandado, no debe caber la menor duda. Lo extraño de relato, como alguien
ha hecho notar, es que mientras estaban enfermos de muerte, estaban
juntos, pero ahora curados cada uno va por su camino, casi con intereses
opuestos. La intencionalidad de relato es mostrar que la verdadera
acción de gracias es acudir a quien nos ha hecho el bien. Lo hace un
hereje samaritano, que para los judíos era tan maldito como el tener
todavía la lepra.
III.4. Es, pues, ese maldito samaritano quien muestra un acto religioso por excelencia: la acción de gracias a quien le ha dado vida verdadera: a Jesús y a su Dios. El Dios de Jesús, desde luego, no siempre coincide con el Dios de la ley, de los ritos y de los mitos. Es el Dios personal que, con entrañas de misericordia, acoge a todos los desvalidos y a todos los que la sociedad margina en nombre, incluso, de lo más sagrado. La lepra en aquella época, por impura, alejaba de la comunidad santa de Israel. Pero en el evangelio se nos quiera decir que no alejaba del Dios vivo y verdadero. Por eso el samaritano-hereje -sin religión verdadera para la teología oficial del judaísmo-, expresa su religión de corazón agradecido y humano. Porque una religión sin corazón, sin humanidad, sin entrañas, no es una verdadera religión.
Fray Miguel de Burgos Núñez Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
III.1. El evangelio de Lucas cierra el famoso capítulo social que el
domingo pasado planteaba cuestiones concretas para los cristianos, como
el amor al dinero o a las riquezas y la actitud que se debe mantener (Lc
16). Se cierra con la famosa parábola del pobre Lázaro y el rico
epulón, que es lo opuesto a la parábola con la que se abría el mismo. El
rico epulón es el motivo para poner de manifiesto, en la mentalidad de
Lucas, lo que espera a los que no son capaces de compartir sus riquezas
con los pobres. Y no ya solamente dando limosnas, sino que la parábola
es mucho más concluyente: la situación de Lázaro se produce por la
actitud del que se viste de púrpura y lino y celebra grandes fiestas.
Esta narración parabólica da mucho de sí para hablar, hoy más que nunca,
de las diferencias sociales; del empobrecimiento mundial, de la deuda
que muchos pueblos del Tercer y Cuarto mundo no pueden soportar. Y se
hablará, incluso, del “infierno” que muchos se merecen… Veamos algunos
aspectos.
III.2. La culpabilidad del rico siempre está en
oposición a alguien que vive miserablemente y a quien él debería haber
sacado de ese mal. De ahí que la figura de Lázaro, el pobre, aparezca en
toda la narración como punto de referencia del rico, no solamente
mientras están los dos en este mundo, sino muy especialmente en el más
allá. Cuando el rico vive su situación de desgracia, ya irreversible
según la ideología del texto, pide y ruega que Lázaro le refresque su
lengua con la punta de sus dedos (v. 24); o que se le mande para que
advierta a sus hermanos (v. 27). ¿Es un adorno literario, pasivo, para
confirmar lo que se ha definido en el v.25? Es mucho más que eso. No
intentemos definir el “infierno” al pie de la letra de la narración, con
llamas o algo así: ¡sería una equivocación teológicamente imperdonable!
Consideramos que se quiere poner el dedo en la llaga como conciencia
crítica expresada de una forma semiótica por la figura del pobre, que
tiene un nombre propio, a quien él debería haber liberado. Y es que la
riqueza en sí no es neutra, ni se recibe nunca como bien
discriminatorio, como muchos defendían en la mentalidad del judaísmo del
tiempo de Jesús y del cristianismo primitivo.