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10 de Mayo–Domingo VI de Pascua /B

Evangelio según San Juan (Jn 15,9-17)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
”Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea plena.
Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.
Yo no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo: a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido, y los ha destinado para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros.”

3 de Mayo – Domingo V de Pascua /B

Evangelio según san Juan (Jn 15,1-8)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
–Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.
Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí  y yo en ustedes.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer.
Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen , lo arrojan al fuego, y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá.
La gloria mi Padre consiste  en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos.

26 de Abril–Domingo IV de Pascua /B

Evangelio según san Juan (Jn 10,11-18)

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos:
–Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, y yo conozco al Padre . Yo doy la vida por mis ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas ; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Este es el mandato que he recibido de mi Padre.

19 de Abril–III Domingo de Pascua /B

Evangelio según San Lucas (Lc 24,35-48)

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había acontecido por el camino y cómo había reconocido a Jesús en el partir el pan.
Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
–La paz esté con ustedes.
Ellos desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo:
–No teman soy yo ¿Por qué se espantan?, ¿por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies: Soy yo en persona. Tóquenme y convénzase:  un fantasma no ni tiene carne ni huesos, como ven que tengo yo.
Y les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer de pura alegría, y seguían atónitos, les dijo:
–¿Tienen aquí algo que comer?
Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos. Después les dijo:
–Lo que ha sucedido es aquello que les hablaba yo cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés , en los profetas y salmos.
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
–Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones , comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto.

12 de Abril–Domingo II de Pascua o de la Divina Misericordia /B

Evangelio según san Juan (Jn 20,19-31)

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas donde se hallaban los discípulos , por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
– La paz esté con ustedes.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús :
–La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.
Y dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
–Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y  a quienes no se los perdonen les quedarán sin perdonar.
Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían:
–Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
–Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.
Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerradas y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo:
– La Paz esté con ustedes
Luego le dijo a Tomás:
– Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano , métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree.
Tomás le respondió:
– ¡Señor mío y Dios mío !
Jesús añadió:
– Tu crees porque me has visto; dichosos los que crean sin haber visto.
Otras muchas señales milagrosas, hizo Jesús en presencia de sus discípulos pero no están escritas en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

2 de Abril–Jueves Santo, Cena del Señor.

Evangelio según san Juan (Jn 13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto todo en sus manos todas las cosas, y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos, y secárselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
–«Señor, ¿Señor me vas a lavar tú los pies a mí?»
Jesús le replicó:
–«Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo:
–«Tú no me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó:
–«Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.»
Entonces Simón Pedro le dijo:
«En este caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo:
–«El que que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos. »
Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos están limpios.»
Cuando acabó de lavarles los pies,se puso otra vez el manto, y les dijo:
–«¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan.»

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén – Domingo de Ramos.

Los fieles se reúnen a la entrada de la Capilla en la Gruta de la entrada. Los fieles llevan ramos en las manos.

El sacerdote se acerca al lugar donde el pueblo está reunido.

Se canta la Antífona : Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Hosanna en el cielo. (Mt 21,9)

El sacerdote y los fieles se santiguan, mientras el sacerdote dice : En el nombre del padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Después el sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada y hace una breve monición para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día.

Después, el sacerdote dice la oración, y en silencio, rocía los ramos con agua bendita.

Enseguida el sacerdote del modo acostumbrado, proclama el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén. Mc(11,1-10)

Al iniciar la procesión, el sacerdote hace una monición, y se inicia del modo acostumbrado la procesión hacia la iglesia en donde se celebrará la misa.

El sacerdote, al llegar al altar, hace la reverencia, y lo inciensa. El sacerdote comienza la misa con la oración colecta.

29 de Marzo – Domingo de Ramos

Evangelio según San Marcos (Mc 14,1-15,47)

[C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S. –No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. –¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
J. –Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. –¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
C. –El envió a dos discípulos diciéndoles:
J. –Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?» Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús:
J. –Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C. –Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. –¿Seré yo?
C. Respondió:
J. –Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronuncio la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
J. –Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
J. –Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C. Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
J. –Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.» Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó:
S. –Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó:
J. –Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. –Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y los demás decían lo mismo. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus discípulos:
J. –Sentaos aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
J. –Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
J. –¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mi ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
J. –Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo:
J. –Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. –Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. –¡Maestro !
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
J. –¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S. –Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres.»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. –¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole:
S. –¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
J. –Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S. –¿Qué falta hacen más testigos ? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decidís?
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. –Haz de profeta.
C. Y los criados le daban bofetadas. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. –También tú andabas con Jesús el Nazareno.
C. El lo negó diciendo:
S. –Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. –Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. –Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. –No conozco a ese hombre que decís.
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.]
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. –¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El respondió:
J. –Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. –¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S. –¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabia que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. –¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos ?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. –Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. –Pues ¿qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. –Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. –¡Salve, rey de los judíos !
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz.
Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDIOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.»
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. –¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes, se burlaban también de él diciendo:
S. –A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
J. –Eloí Eloí, lamá sabactaní. (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. –Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. –Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Todos se arrodillan y se hace una pausa.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. –Realmente este hombre era Hijo de Dios.
[C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían.

22 de Marzo–Domingo V de Cuaresma /B

Evangelio según San Juan(Jn 12,20-33)

En aquel tiempo, entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron:
– «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
Jesús les respondió:
– «Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado.
Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre. Ahora que tengo miedo, ¿Le voy a decir a mi padre?: ‘Padre, líbrame de esta hora’?. No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre.»
Se oyó entonces una voz que decía:
–«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
De entre los que estaban ahí presentes y oyeron aquella voz, unos decían que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Pero Jesús les dijo:
–«Esa voz no ha venido por mí, sino por ustedes. Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.»
Dijo esto, indicando de qué manera habría de morir.