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4 de Mayo–III Domingo de Pascua /A

Evangelio según san Lucas (Lc 24,13-35)

El mismo día de la resurrección , iban dos de los discípulos de Jesús hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: «¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?»
Uno de ellos llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero que no sabes lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?»
Él les preguntó: «¿Qué cosa?»
Ellos le respondieron: «Lo de Jesús, el Nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo  los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el liberador de Israel, y sin embargo,han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado: pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron su cuerpo, y llegaron contando que se les había aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros  fueron al sepulcro y lo hallaron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué insensatos son ustedes y que duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera esto y así  entrara en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer.»
Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció.
Y ellos se decían el uno al otro: «¡Con razón nuestro corazón ardía mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!»
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: «De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón.»
Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

27 de Abril- II Domingo de Pascua de la Divina Misericordia /A

Evangelio según san Juan (Jn 20,19-31)

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos,
se presentó Jesús, en medio de ellos  y les dijo: «La Paz esté con ustedes.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús : «La Paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.»
Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban al Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y  a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: «La Paz esté con ustedes.»
Luego le dijo a Tomás: «Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano,  métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree.»
Tomás le respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús añadió: «Tu crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto.»
Otras muchas señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulo, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

19 de Abril. Sábado Santo, Solemne Vigilia Pascual.

Evangelio según San Mateo (Mt 28,1-10) 

Transcurrido el sábado , al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo :” No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea, allá lo verán’. Eso es todo”. Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”.

18 de Abril. Viernes Santo de la Pasión de Cristo.

Fuerza liberadora de la Cruz.

Para la comprensión global de esta acción liberadora de Cristo en la Cruz nada más adecuado e iluminador que una lectura conjunta de estos textos: Lc 14,25-33; Jn 8,31ss; 1Cor 1,17-31; Gl 6,14-17; 1Jn 4,7-21.
De la interacción de unas afirmaciones con otras resulta esta imagen:

– Para ser discípulo de Cristo hay que renunciar a todo (incluso a sí mismo), tomar su Cruz y seguirle (Lucas);
– para ser discípulos de Jesús es necesario permanecer fieles a su Palabra que es la verdad y que es la única que proporciona la libertad (Juan);
– la Cruz de Cristo es el valor que tergiversa y subvierte todos los demás valores en los que el hombre cree encontrar su libertad y su felicidad como son el poder, el bienestar, el prestigio, la ciencia humana (1Corintios);
– conseguida la liberación, el discípulo descubre que la Cruz es un motivo de gloria, es el único valor que merece realmente su atención (Gálatas);
– finalmente, descubre que si es posible conseguir la libertad de los hijos de Dios es porque Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre en favor de la humanidad esclavizada por lo único que no la deja realizarse: el pecado (1Juan).

Sólo se puede amar al otro de verdad en la dimensión de la Cruz, es decir, cuando se descubre y se experimenta el amor que el Padre nos tiene a todos los hombres. Por eso podemos comprender la fuerza liberadora de la Cruz.

Cristo en la cruz nos libera de la Ley.

¿Cómo se realiza esta liberación? Descubriendo el verdadero sentido de la ley como expresión de la voluntad de Dios y el verdadero sentido de la obediencia. Cristo en la Cruz es el hombre más libre y más obediente a la vez. Vive y nos revela el verdadero origen y fuente de la libertad genuinamente humana: el encuentro con la voluntad luminosa y amorosa del Padre que engendra libertad.
Cristo en la Cruz nos libera del pecado.

Según el relato histórico-salvífico, el pecado es extraño a los planes de Dios. El pecado no forma parte (en esta visión histórico-salvífica) del proyecto de Dios sobre el hombre. El pecado destruye al hombre, en modo alguno contribuye a su humanización. Por eso Cristo se hizo semejante a nosotros en todo menos en el pecado (Hb 4,15). Jesús nos libera del pecado al restituirnos al verdadero proyecto de Dios sobre el hombre para su realización y su felicidad.
Cristo en la Cruz nos libera de la muerte.

Nos revela definitivamente que Dios es un Dios de vivos y para la vida y no un Dios de muertos ni para la muerte. Así nos lo había dicho Jesús en su ministerio (Mc 12). Dios nos hizo para la vida. Este texto de la Carta a los Hebreos es iluminador: "Pues como los hijos participan en la sangre y en la carne, de igual manera él participó en las mismas, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo, y librar a aquellos que por el temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a servidumbre (Hb 2,14-18). Cristo en la Cruz nos libera de un mal incrustado en la profundidad de la conciencia humana: el temor a la muerte y a los anticipos de la muerte como son el sufrimiento, la soledad y la incapacidad humana.

Gloriarse en la Cruz.

"Los que quieren gloriarse en la carne, ésos os fuerzan a circuncidaros sólo para no ser perseguidos por motivo de la cruz de Cristo… Cuanto a mí jamás me gloriaré a no ser en la Cruz de Cristo nuestro Señor por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo" (Gl 6,11-14). Gloriarse es considerar el objeto en que nos gloriamos como el más preciado trofeo. En la entrada triunfal de los generales romanos cuando vuelven victoriosos de alguna campaña militar lo hacen acompañados de sus trofeos de victoria. ¡Para Pablo y para todo fiel discípulo de Jesús no hay otro trofeo de victoria, de gloria, de triunfo que la Cruz de Cristo!. He ahí la novedad radical del cristianismo. He ahí nuestro programa más ambicioso.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)

6 de Abril. V Domingo de Cuaresma /A

Evangelio según san Juan (Jn 11,1-45)

En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjuagó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas de Lázaro le mandaron a decir a Jesús: «Señor,el amigo a quien tanto quieres está enfermo.»
Al oír esto Jesús dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días mas en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos :
«Vayamos otra vez a Judea.» Los discípulos le dijeron :” Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?” Jesús les contestó: “¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la luz”. Dijo esto y luego añadió: “Lázaro nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo”. Entonces le dijeron sus discípulos: “Señor, si duerme, es que va a sanar”. Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba  del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado ahí, para que crean. Ahora, vamos allá”. Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: Vayamos también nosotros, para morir con él”.
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y María para consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tu esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja : “Ya vino el Maestro y te llama” Al oír esto, María se levantó y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar ahí y la siguieron. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echo a sus pies y le dijo: “ Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”.
Jesús al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo mas hondo y preguntó : «¿Dónde lo han puesto?»
Le contestaron: « Ven, Señor, y lo verás .»
Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: «De veras ¡cuánto lo amaba!»
Algunos decían: «¿No podía este que abrió los ojos al ciego de nacimiento hacer que Lázaro no muriera ?»
Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro , que era una cueva sellada con una losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “ Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Le dijo : «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra..»
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo ya sabía que tú me escuchas siempre; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea para que crean que tú me has enviado” Luego, gritó con voz potente: «Lázaro,sal de ahí.»
Y salió el muerto , atado con vendas las manos y los pies , y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda andar.»
Muchos judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

30 de Marzo- IV Domingo de Cuaresma/A

Evangelio según san Juan (Jn 9,1-41)

En aquel tiempo Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó para que este naciera ciego, él o sus padres?” Jesús respondió; “Ni él peco, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario para que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé” ( que significa `Enviado´). Él se fue, se lavó y volvió con vista.

Entonces los vecinos y los que no lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?” Unos decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él sino que se le parece”. Pero él decía: “Yo soy”. Y le preguntaban; “Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?” Él les respondió: El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo; ve a Siloé y lávate”. Entonces fui, me lave y comencé a ver”. Le preguntaron: “¿En dónde está él?” Les contestó : “No lo sé”.

Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó; “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?” Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?” Él les contestó: “Que es un profeta”.

Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: “Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron : “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego.Cómo es es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos.Pregúnteselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por él mismo”. Los padres del que había sido ciego dijeron esto por temor a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: “ Ya tiene edad ; pregúntenle a él”.

Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador”. Contestó él: “Si es pecador, yo no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo”. Le preguntaron otra vez: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?” Les contestó: “Ya se los dije a ustedes, y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?” Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: “Discípulo de ése serás tú. Nosotros sabemos que a Moisés le hablo Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene”. Replicó aquel hombre: “ Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Le replicaron: “Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿Cómo pretendes darnos lecciones?”  Y lo echaron fuera.

Supo Jesús que lo había echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “Y quién es, Señor, para que yo crea en él?” Jesús le dijo: “Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y postrándose, lo adoró.

Entonces le dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos”. Al oír esto, algunos fariseos que estaban con él le preguntaron: “¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?” Jesús les contestó: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en pecado”

23 de Marzo–III Domingo de Cuaresma /A

Evangelio según San Juan (Jn 4,5-42)

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venia cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tu le pedirías a él, y él te daría agua viva.»
La mujer le dice: «Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿como vas a darme agua viva?; ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él , sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz  de dar la vida eterna.»
La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.Él le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”.La mujer le contestó: “No tengo marido”, Jesús le dijo: “Tienes razón en decir :”No tengo marido”. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”. La mujer le dijo:” Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.»
Jesús le dijo: «Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque así es como el Padre quiere que se le de culto.  Dios es espíritu, y los que le adoran deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dijo: «Ya sé que va a venir el Mesías, el Cristo. Cuando venga, él nos dará razón de todo.»
Jesús le dijo: «Soy yo, el que habla contigo.»
En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo ninguno le dijo:”Qué le preguntas o de qué hablas con ella? Entonces la mujer dejó su cántaro se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente :”Vengan a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Mesías?. Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba. Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien algo de comer?” Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término so obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha”. Yo los envié a cosechar lo que no habían sembrado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto” Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: “Me dijo todo lo que he hecho”. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tu nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo”.

16 de Marzo. II Domingo de Cuaresma /A

Evangelio según San Mateo (Mt 5,43-48)

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y los hizo subir a solas con él a un monte elevado.Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías conversando con Jesús. 
Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Sí quieres, haremos aquí tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió , y de ella salió una voz que decía: «Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias ; escúchenlo .» Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor.
Jesús se acercó a ellos , los tocó y les dijo: «Levántese y no teman.» Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. 
Mientras bajaban del monte , Jesús les ordenó: «No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»