¿Qué dijo la Conferencia Episcopal Venezolana?
Por Ofelia Avella -Agosto 23, 2020.
He leído y releído lo que escribió la CEV y me parece que los obispos fueron muy claros. José Ignacio Hernández hizo un buen resumen en un tweet: “El comunicado de la presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana tiene dos conclusiones muy sólidas: (i) las elecciones parlamentarias convocadas son ilegítimas y (ii) frente a ello, no puede asumirse una posición meramente pasiva. La mera abstención no es estrategia”.
Si los obispos no hablaron de las “condiciones” que hay que poner al régimen ante un eventual proceso electoral no es porque no sepan que estas condiciones son necesarias. Pienso que solo hicieron un llamado a la unidad de la oposición, pues ¿de qué condiciones van a hablar si nosotros estamos divididos? ¿Cómo puede hablarse de exigencias al régimen si entre nosotros hay muchos que no creen en un proceso electoral, otros que sí consideran que esa es la vía, otros que están esperando la intervención extranjera, otros un golpe militar y muchos en el medio que no tienen ni idea de qué hacer? Mis hijos me preguntan qué hacer; mis alumnos también. Todos parecemos náufragos perdidos en un mar de confusión sin saber hacia dónde mirar.
Los obispos han dicho lo que había que decir: no hemos logrado ponernos de acuerdo sobre lo que hay que hacer y ante esta gran encrucijada, ¿qué otra cosa pueden decir sino lo que dijeron? Si las ovejas están todas desperdigadas, como Quijotes con sus planes individuales luchando en principio por lo mismo, ¿cómo no va a ser más fácil que el lobo se coma a una mientras el resto se dispersa sin darse siquiera cuenta de a cuáles se va comiendo en el caos?
Lo primero que dijeron es que han hecho varios llamados ante los sufrimientos del pueblo. Dijeron también que la abstención no basta, pues se trata de ser activos. El llamado a la conciencia de los políticos provocó fuertes reacciones, pero si son mínimamente humildes, tendrían que reconocer que el comunicado pone de relieve la gran verdad de la dispersión y del caos que vivimos: no estamos unidos en torno a ningún plan y el tiempo apremia.
Del comunicado no se desprende una subestimación de los años de cárcel de muchos, ni de las injusticias sufridas, ni del exilio de otros. La Iglesia conoce de cerca el sufrimiento de todos y como pastores de su grey cargan con sus necesidades y escuchan sus confesiones. La verdad es que conocen bien lo que los hombres llevamos dentro. Lo único que han dicho es que el pueblo entero sufre. Venezuela entera está fragmentada (como podría decir Tomás Straka). Parece un país archipiélago (como podría decir Elías Pino). Y refleja bien a un Cristo doliente, con los huesos dislocados, las heridas abiertas, un rostro cubierto de escupitazos y blasfemias, burlas e ironías, insultos y mentiras, que asume todas nuestras miserias y mezquindades (como veía Juan Pablo II a su Polonia sufriente).
Pienso que no es momento de buscar culpables, ni de medir quién ha sufrido más que quién, porque todos hemos sufrido de diversos modos. Algunos dolores son físicos y tangibles, como el hambre, las torturas de los presos políticos, la muerte de tantos en las protestas y el agotamiento de todos y cada uno. Otros sufrimientos son invisibles y serán conocidos por pocos o incluso solo por Dios. El político es, además, un servidor del pueblo. Al menos eso espera la gente. Esa es la expectativa de todos. Y un servidor sufre de buena gana por la gente por la que trabaja y si el fin es Venezuela, si de verdad ese es el objetivo de todos nuestros esfuerzos, ¿por qué medir ahora quién ha sufrido más que otros?